Conectividad para Dirigentes Estudiantiles/Materiales de apoyo - Conectividad para Dirigentes Estudiantiles

De WikiEducator
Saltar a: navegación, buscar

Documentos de Interes General

Entrevista / Héctor Silva Michelena, miembro de la Academia Nacional de Ciencias económicas tomado de EL UNIVERSAL, domingo 21 de febrero de 2010.

"Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo"

Víctor Salmerón / Vsalmeron@Eluniversal.Com

EL UNIVERSAL

Archivo:Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo.pdf

Protestar es delito

folivares@eluniversal.com

Francisco Olivares

Archivo:Protestar es delito.pdf

Juramentación del Frente de Juventudes “Bicentenario” 200 desde el teatro Teresa Carreño en Caracas

x Francisco González en La Haine.org

Archivo:Juramentación del Frente de Juventudes.pdf

Texto integro de la Declaracion de Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2009

DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA 2009 Internet: http://www.cidh.org E‐mail: cidhoea@oas.org COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, 30 Dic. 2009

QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA, algo que todo joven latinoamericano debería leer

Discurso de Óscar Arias Sánchez

Presidente de la República de Costa Rica

Cancún, México

22 de febrero de 2010


Archivo:QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA.pdf

Pascual Serrano: “El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal”

www.linformatiu.com

Archivo:“El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal”.pdf

Rómulo Gallegos, la soberanía y los derechos humanos

http://impresodigital.el-nacional.com/ediciones/2010/03/07/images/20100307_SIET33_7_1_A1.jpg

SIMÓN ALBERTO CONSALVI sconsalvi @el-nacional. com

El 29 de junio de 1960, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos eligió a Rómulo Gallegos miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No sé si en otros momentos de su historia tuvo entre sus miembros un personaje de la relevancia intelectual y política de Gallegos. Era un ex presidente de la República, apenas regresaba a su país de una década de exilio, era uno de los grandes novelistas de la lengua castellana, y, por sobre todo eso, un hombre de principios éticos y morales universalmente reconocidos.

Gallegos prestigiaba con su presencia la CIDH y, además, le confería prestancia y autoridad, necesarias sin duda para combatir la barbarie que aún reinaba en ciertos países de la región. El novelista no era amigo de involucrarse en organismos de esa naturaleza, por su talante de escritor que prefería su estudio y sus papeles. No obstante, consideró que nada era tan prioritario en América Latina como la lucha por los derechos humanos. Sólo esta persuasión lo llevó a aceptar el encargo.

Si tenía que combatir las dictaduras, también era preciso señalarles a las democracias lo que para el bienestar de los pueblos significaba la libertad de conciencia y su ejercicio.

No fue extraño que, reunida la comisión, sus otros miembros lo eligieran presidente.

El 13 de octubre, el Consejo de la OEA hizo una sesión extraordinaria para recibir a los integrantes de la comisión. Tomó la palabra Gallegos, pronunció un discurso que significó un hito en la historia de las luchas por los derechos humanos y por las prerrogativas del individuo en América Latina. El discurso de Gallegos marcó época y definió el futuro de la CIDH.

La tesis fundamental del novelista puede sintetizarse en estas palabras: "La soberanía nacional es materia de obvia y primordial importancia, pero no lo es menos la persona humana en sí, objetivo final ­muchas veces olvidado­ de la acción del Estado y de todas las empresas de engrandecimiento colectivo".

Hasta entonces, en el seno de la CIDH sólo tenían voz los gobiernos. Sobre esto dijo Gallegos: "Lamentable es ­cabe aquí mencionarlo­ que las personas, sujetos reales de los derechos que se nos ha encomendado proteger, no hayan sido dotadas de la capacidad requerida para denunciar los atropellos de que hayan sido víctimas".

El escritor definió lo que iba a ser propósito de su misión como presidente: "Abrigo la esperanza de que la institución que integramos progresará en este y otros aspectos hasta coincidir con lo que los pueblos nuestros reclaman y necesitan". Notó que el propio Estatuto de la Comisión señala caminos para su perfeccionamiento. "De nosotros, de nuestro tesón y de nuestro valor moral, dependerá en mucho el porvenir de esta conquista, aún incipiente, que han puesto en nuestras manos los gobiernos del hemisferio.

Pues, el respeto a la dignidad del hombre, la efectiva defensa de sus fueros debe ser la ocupación fundamental de nuestros propósitos".

Me parece indispensable citar in extenso algunos de los principios postulados por el gran escritor en ese momento, porque contribuyen a definirlo a él y el encargo que se ponía en sus manos. "En las altas esferas del espíritu, donde se mueve el pensamiento conductor de la experiencia humana hacia las realizaciones de la fraternidad universal por encima de las aspiraciones mezquinas, de los egoísmos intransigentes y, más aún, de las apetencias de zarpazo y dentellada que todavía puedan estar permitiendo que el hombre sea lobo para el hombre, tanto en el orden individual como en el colectivo de los pueblos... Toda actividad que sea ejercicio de buena calidad responsable debe dedicarse a procurar que la inmensa familia humana, sin distingos de razas, de credos religiosos o políticos, tenga una igual, una misma posibilidad de disfrutar del bien de la vida, al amparo del orden jurídico estrictamente respetado en todos los pueblos".

Rómulo Gallegos no se rindió en su propuesta de abrir la CIDH a la gente. En un momento manifestó su decisión de renunciar al organismo si no se avanzaba y si la CIDH no abría sus puertas para que la gente, los ciudadanos comunes pudieran "denunciar los atropellos de que hayan sido víctimas".

No cabe duda de la significación del paso de Gallegos por el órgano destinado a velar por los derechos humanos. En el principio estaba la Decla ración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre aprobada en 1948 en Bogotá ­simultáneamente con la Carta de la OEA­, cuyo texto consagra las normas de la convivencia democrática y del respeto al individuo como sujeto de derecho.

Reconozcamos la gran deuda de los latinoamericanos y caribeños con don Rómulo Gallegos. Su palabra ejemplar se alzó contra la barbarie sobreviviente en la región, barbarie que en el curso del tiempo se fue metamorfoseando sin dejar de ser barbarie. Cincuenta años después, el Gobierno militar del país de Gallegos pretende abolir tan extraordinaria conquista.

La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino

Carlos Sabino es profesor de historia, economía y sociología para la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino

En ocasión del 60 aniversario de AsoVAC por Benjamín Scharifker

Palabras en ocasión del 60 aniversario de AsoVAC Auditorio Tobías Lasser, Facultad de Ciencias, UCV, 19 de Marzo de 2010

Amigos todos:

Hay quienes sostienen que la historia es el relato del desarrollo de la libertad humana. Si ese es el sentido de la historia, ¿Cuál es la dirección en que nos hemos venido moviendo en Venezuela?

Que el sentido de la historia debía ser hacia la libertad humana estaba claro en la Venezuela de 1950. El 20 de marzo de ese año, 56 firmas suscribieron el acta constitutiva de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia. Sus estatutos sostendrían, más o menos literalmente, que “con el desarrollo científico en el país se contribuiría a crear bienestar material y moral que, asociado a estas mismas ventajas en las demás naciones, formaría un orden social nuevo, constituido por factores humanos libres de prejuicios y supersticiones, de dogmatismos y esclavitudes, de personalismos incondicionales, conquistando así el goce de una vida en que se disfrutaría de entera libertad espiritual, sin que las opiniones dispares fueran motivos de discordias; una vida que sería campo fértil para cultivar toda semilla, por exótica que fuera, de bien y progreso universales”.

La promoción de la ciencia y la organización de la actividad científica era a mediados del siglo XX venezolano una necesidad. Con la fundación de AsoVAC se daba inicio a la concreción de una utopía, la ciencia concebida no sólo como un método para la búsqueda de la verdad sino también como una vía para alcanzar bienestar. Precedían sus inicios a los de varias otras instituciones, que surgirían bajo condiciones más favorables a partir de la instauración de la democracia en 1958. Me refiero a la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela en la que nos encontramos en este momento, al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, al Instituto Oceanográfico de la Universidad de Oriente, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, la Universidad Simón Bolívar, así como a la plétora de institutos y laboratorios que nacerían a lo largo de varias décadas. Algunos florecieron y otros incluso fructificaron y sembraron semillas de capacidad y conocimientos en otros lugares, contribuyendo ciertamente a crear bienestar material y moral en nuestra nación.

Hoy nos hemos reunido en este hermoso auditorio para conmemorar los 60 años de la creación de AsoVAC. La ocasión pudiera ser propicia para ofrecer un detallado recuento de los acontecimientos y circunstancias resaltantes que tuvieron que ver con el desarrollo de la ciencia en este período. Alcanzar ese balance sería muy apropiado y provechoso, pero no sería yo capaz de hacer justicia histórica si lo intentara. Por ello refiero al interesado, a los varios excelentes trabajos que desde diversos puntos de vista han abordado la historia de la ciencia en nuestro país durante este período. Mi intención con estas breves palabras es mucho más modesta, aprovechando la ocasión para estimular una muy breve e incompleta reflexión acerca de la dirección en la que nos estamos moviendo.

Si en 1950 la promoción de la ciencia y la organización de la actividad científica eran prioridad, no lo son menos ahora. En esa época la oficina de patentes de los Estados Unidos de América otorgaba cerca de 40.000 patentes de invención al año. Medio siglo después, en el año 2000, esa misma oficina otorgó 180.000 patentes. Para 1950 teníamos muy pocos investigadores en nuestro país y apenas un puñado de trabajos realizados en laboratorios venezolanos alcanzaban algún impacto en los diferentes campos del saber. Treinta años más tarde, en 1980, la labor científica había crecido aceleradamente y las publicaciones científicas que aparecían anualmente en los medios de reconocido prestigio internacional alcanzaban el medio millar. Detrás de México, Argentina y Brasil, países mucho más grandes y poblados que el nuestro, Venezuela había ganado un lugar entre los países líderes de la región en la investigación científica de las diversas disciplinas, al tiempo que prosperaban nuestras instituciones en calidad, cantidad y variedad.

Como complemento a nuestra visión idílica del pasado, en la década comprendida entre 1996 y 2006 la producción científica de Brasil, medida por las publicaciones originadas en ese país reseñadas en la base de datos Scopus, se triplicó al pasar de 8.000 a 25.000 artículos al año. Pero en ese mismo período y según la misma fuente, la producción científica venezolana apenas pasó de 1000 a 1400 artículos, para un modesto aumento de apenas 40%. Colombia por su parte, en esa misma década, aumentó su producción científica en más de 200%, sobrepasando a la de nuestro país en los últimos años. La producción científica crece en Colombia o Brasil a una tasa cinco veces mayor que en Venezuela. El Dr. Manuel Bemporad, ilustre profesor iniciador de los estudios de computación en esta facultad y que por un tiempo se desempeñó como director ejecutivo del Capítulo Caracas, mantuvo durante varios años en AsoVAC una base de datos acerca de la producción científica venezolana publicada en revistas cubiertas por el Science Citation Index. Los datos compilados en vida por el profesor Bemporad arrojan resultados similares, un modesto crecimiento de la producción científica venezolana de poco más del 30% entre mediados de la década de los 90 y mediados de la década del 2000, en contraste con la explosión de conocimiento ocurrida en el mismo período a nivel mundial.

Si además de ver los indicadores de producción nos fijamos también en aquellos que tienen que ver con la innovación y el uso del conocimiento en la sociedad, los resultados se muestran aún menos halagadores. A mediados de los años 90 del siglo pasado, por ejemplo, la oficina de patentes de Venezuela otorgaba unas dos mil patentes de invención al año y México otorgaba alrededor de cuatro mil. A mediados de la década del 2000 México había duplicado el número de patentes para llevarlas a ocho mil, al tiempo que Venezuela las había reducido a casi cero.

Estos y otros indicadores muestran que si bien en un principio el surgimiento de instituciones científicas propició la investigación, a lo largo de las últimas décadas la relación que hemos establecido entre progreso, producción de conocimientos y generación de bienestar ha sido a lo sumo, precaria.

¿Hasta qué punto los postulados que motivaron el nacimiento de AsoVAC y que se expresaron a través del surgimiento de las diversas instituciones operadoras de la actividad científica en Venezuela han resultado exitosos? ¿Cuáles son las razones?

Este es el planteamiento que hemos considerado oportuno exponer ante ustedes en esta ocasión. Nuestra intención en la conmemoración de esta importante efeméride es motivar nuestra reflexión sobre estos asuntos de fundamental importancia para nosotros, en la búsqueda de las razones que subyacen y justifican el desempeño de nuestra labor en el campo de la ciencia.

Centremos entonces nuestra atención en la política científica.

Bajo la inspiración de las motivaciones expresadas por los fundadores de AsoVAC hace 60 años, se estableció en nuestro país una clara política de expansión de la capacidad humana y la infraestructura para la labor científica y técnica, extendida a lo largo del tercer cuarto del siglo pasado. Durante ese período surgieron y se desarrollaron las instituciones ya mencionadas así como los Consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico en las universidades, el programa Gran Mariscal de Ayacucho y, coincidiendo con la nacionalización de los hidrocarburos al final de ese período, también Intevep, el instituto de tecnología del petróleo.

El objetivo fundamental de la política científica en ese lapso comprendido desde el nacimiento de AsoVAC hasta principios de los años 80 fue el de aumentar la oferta de servicios en ciencia y tecnología. Creció la oferta, pero sin que hubiera crecido en forma proporcional la demanda de esos servicios por parte de la sociedad. A pesar que desde sus inicios AsoVAC había propiciado alianzas entre el sector productor de bienes y servicios y el sector académico a través de la instauración de estructuras tales como por ejemplo FundaVAC, acercándose ya el final del siglo parecía que en Venezuela la capacidad de crear o innovar no fuera necesaria para satisfacer las necesidades de la sociedad. La producción de bienes y la provisión de servicios iban por un lado, por así decirlo, mientras que la investigación científica andaba por otro.

Estas realidades estaban claras a principios de los 90 cuando surgieron iniciativas para acercar a todos los “factores humanos libres de prejuicios y supersticiones”, como rezaban los estatutos de AsoVAC de 1950, con el fin de “crear bienestar material y moral”, como también prometían esos mismos estatutos. Apareció el Programa de Activación, Movilización y Modernización del Sector Científico y Tecnológico Nacional, o Programa de Nuevas Tecnologías BID-CONICIT como también se lo conoció. El objetivo no era otro sino el de alinear las capacidades científicas y tecnológicas con los intereses de quienes pudieran aprovecharlas, para generar valor económico y social sobre la base de tecnologías como la informática, la biotecnología, los nuevos materiales o la química fina.

La comunidad científica se fue haciendo más compleja a medida que crecía y se diversificaba. Surgió en la UCV la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria, APIU, y la Sociedad Galileana en la USB. Hacia el último cuarto del siglo XX, cerca de dos tercios del conocimiento científico originado en Venezuela provenía de las universidades; las comunidades de investigadores, conjuntamente con AsoVAC, fueron identificando nuevos problemas y oportunidades. Una severa crisis universitaria ocurrida a finales de la década de los 80 reveló la necesidad de lograr mayor reconocimiento social a la labor de generación de conocimiento científico. De la conjunción de ese interés con el de aumentar la productividad de la investigación científica nació en 1990 el Programa de Promoción del Investigador. Habiendo contribuido en efecto al aumento de la producción científica en nuestro país, suponemos que este programa aún existe, aun cuando las convocatorias no hayan ocurrido y el pago de becas a los investigadores acreditados tampoco.

Los procesos de acercamiento de la oferta científica con la demanda social continuaron avanzando por diversas vías. Hubo fondos provenientes de la privatización de empresas públicas y ruedas de negociación, por ejemplo, cada una de estas rutas alcanzando su propia nota en la calificación de los resultados alcanzados. Pero entre las características más resaltantes del período finisecular estuvieron las agendas de innovación, un mecanismo para involucrar a investigadores, usuarios y beneficiarios del conocimiento como actores sociales diversos que, concertando acuerdos y compromisos, armonizaran intereses en torno a problemas comunes para generar conocimientos, tecnologías e innovación. Como lo expresaba el presidente del Conicit de la época, se trataba de incluir a los pares y a los impares en la atención de problemas complejos de carácter social, económico, político o ambiental.

En ese marco de referencia, nuestra entrada al nuevo milenio coincide con la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, por la vía del decreto presidencial con rango y fuerza de Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, promulgado dentro del paquete de leyes habilitantes del año 2001. Al margen de la muy rica discusión acerca de lo adecuada que pudiera resultar la sectorización de la ciencia y la tecnología siendo éstas transversales al desempeño humano, o las consecuencias de la eliminación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y su sustitución por un Observatorio y un Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, la LOCTI generó grandes expectativas. Más aún luego de su reglamentación y los resultados auspiciosos logrados en los ejercicios fiscales del 2006 y 2007, únicos años tras los cuales se publicaron cifras, que constituyeron prueba fehaciente, tanto para el sector académico como para el productor de bienes y servicios, del potencial de la LOCTI para la conformación de un verdadero sistema de ciencia, tecnología e innovación en nuestro país, con impacto sostenible para el desarrollo productivo de la sociedad sobre la base del conocimiento.

Secretaria General, me correspondería ahora identificar en forma sucinta la orientación de la política científica en el momento actual. Como veremos, cumplir con este propósito me enfrenta con una tarea que no está exenta de dificultades.

En octubre de 2005 se publicó el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2005-2030. Tuvo existencia efímera y fue relegado al olvido tras el lanzamiento de la Misión Ciencia en febrero de 2006. El sitio web gubernamental que describe las dos o tres docenas de misiones existentes informa que ésta persigue “modelar una nueva cultura científica y tecnológica que aborde la organización colectiva de la ciencia, el diálogo de saberes y la participación de diversidad de actores en el ámbito del desarrollo científico-tecnológico del país, con la finalidad de alcanzar mayores niveles de soberanía”. También establece que la Misión Ciencia persigue realizar el Proyecto Nacional Simón Bolívar Primer Plan Socialista 2007-2013, orientado hacia la construcción del socialismo del siglo XXI a través de siete directrices: (i) nueva ética socialista, (ii) la suprema felicidad social, (iii) democracia protagónica revolucionaria, (iv) modelo productivo socialista, (v) nueva geopolítica nacional, (vi) Venezuela, potencia energética mundial y (vii) nueva geopolítica internacional. El proyecto nacional y socialista del gobierno bolivariano se dio a conocer en septiembre de 2007 y ha venido orientando la gestión pública desde entonces, aun después del referéndum de reforma constitucional conducido en diciembre de ese mismo año, en el que el voto popular rechazó varios de sus contenidos, en particular los referidos a la nueva geometría del poder y el modelo socialista de producción.

Vistos los lineamientos del proyecto nacional y socialista, la política científica actual responde entonces al objetivo de reducir toda la actividad de la sociedad venezolana, circunscribiéndola dentro de los límites impuestos por un sistema económico rígido y cerrado, centralmente planificado, en el que la propiedad y administración de los recursos y los medios de producción ocurra exclusivamente bajo el control del Estado. La política científica actual es por lo tanto esencialmente ideológica y de naturaleza necesariamente sectaria, en la medida que excluye esquemas diferentes o actores distintos a los establecidos por la planificación central.

En enero de 2010 la Asamblea Nacional aprobó en primera discusión la modificación de la LOCTI, para prescindir del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y convertir los aportes económicos de las empresas al desarrollo científico y tecnológico en una tributación directa, generando de esa manera recursos que serían administrados centralizadamente por el FONACIT. Tal como está planteada, la reforma cambia por completo el sentido, fundamentos y alcances de la LOCTI en su concepción actual. Deshace las relaciones de cooperación que ese instrumento legal busca estimular y que comenzaban a construirse entre el sector privado, las universidades y los institutos de investigación, derrumbando además la vieja aspiración de la comunidad científica nacional de participación activa en el proceso de transformación del país mediante el esfuerzo conjunto de creadores y transmisores de conocimiento, el sector productivo y los planes y programas del Estado.

El avance tecnológico requiere de iniciativa, emprendimiento y participación conjunta de creadores, usuarios y beneficiarios del conocimiento. La reforma de la LOCTI propuesta por la Asamblea Nacional va en el sentido contrario, limitando los mecanismos de participación colectiva y convirtiendo los recursos que debieran destinarse en forma amplia al fortalecimiento de la ciencia y la tecnología como bases del desarrollo nacional, en fondos de uso discrecional, dependientes de decisiones exclusivas del Ejecutivo. Restringe las libertades que son fundamentales para la ciencia, la literatura o el arte, igualmente válidas para toda forma de expresión y actuación de las personas y que constituyen la base de nuestra cultura, la democracia y los derechos humanos universalmente aceptados.

Señoras y señores, parece estar clara a estas alturas la enorme disociación entre los conceptos acerca de la ciencia y la tecnología que manejan los miembros de la élite política gubernamental por un lado y la gente y los miembros de comunidad científica por el otro. Los lenguajes son diferentes, pero incluso en muchos casos las informaciones que se manejan son también discordantes, lo cual constituye un serio obstáculo para el avance de la ciencia en el país. Un ejemplo de esto es la magnitud del gasto público en ciencia y tecnología, que según información oficial alcanza el 3% del producto interno bruto. Resulta contradictorio sostener que en Venezuela se estaría invirtiendo el 3% del PIB en investigación y desarrollo o en ciencia y tecnología, cuando los presupuestos de las universidades son precarios, las remuneraciones de los investigadores en Venezuela son bajas estimulando su emigración y las bibliotecas universitarias venezolanas no disponen de recursos que les permitan siquiera pagar las suscripciones.

Sin posibilidad de acceso a equipos, insumos o información científica, no hay posibilidad alguna de sostener actividad en CyT o IyD. ¿Contribuye la compra de textiles en China al desarrollo de la industria textil en Venezuela? A menos que consideremos como inversión en CyT la instalación de productos o servicios tales como satélites de comunicaciones adquiridos en el exterior, los infocentros o la automatización de la gestión gubernamental, la inversión en CyT en Venezuela está muy lejos de ser 3% del producto interno bruto. Todos estos servicios, independientemente de su gran utilidad o su enorme valor social, no constituyen inversiones en IyD ni forman parte de la actividad de la CyT en Venezuela, aunque posiblemente contribuyan a engrosar, junto a la cooperación de toda índole con otros países, ese 3% del PIB como gasto público en CyT que reportan las cifras oficiales.

La panorámica que hemos ofrecido del pasado reciente y el momento actual establece enormes retos y plantea importantes preguntas para AsoVAC luego de cumplidos sus primeros 60 años. La más fundamental de todas posiblemente sea si los programas que mantiene AsoVAC son los apropiados para atender los desafíos que tenemos por delante. Más aún ¿Es adecuada la estructura, organización y operatividad de AsoVAC para afrontar los tiempos que vivimos? Si no estamos en capacidad de responder hoy estas preguntas quedaría confirmada la hipótesis de que la reflexión acerca de ellas es urgente y necesaria.

Estimados colegas y apreciados amigos, mientras preparaba ayer estas palabras ocurría un evento muy significativo. Una dama de 82 años que cuando adolescente sobrevivió los campos de concentración nazis y llegó luego a dirigir el parlamento europeo, se incorporaba a la prestigiosa Académie Francaise. Simone Veil, que consagró su vida a la lucha social y sobre todo al combate por reivindicar los derechos de las mujeres, se convierte en la sexta mujer que ingresa a la Academia Francesa, integrada por cuarenta científicos, artistas e intelectuales. Al acto de incorporación asistió el presidente Sarkozy y recibió la espada ceremonial que distingue a los miembros de esa Academia de manos de dos expresidentes, Jacques Chirac y Valéry Giscard d’Estaing. Entre sus obras se encuentra “Opresión y Libertad”, publicada en 1955. Llama la atención que en su discurso de incorporación afirmara: “El método en las ciencias y la purificación de la vida personal son las dos condiciones de la verdad”. Con el ingreso de Simone Veil a la Academia Francesa la espada de la libertad resplandece como nunca.

La historia, como decíamos al comienzo de estas palabras parafraseando a Hegel, es el relato del desarrollo de la libertad humana. Libertad para desarrollar nuestro espíritu y para perseverar en la generación del conocimiento y la búsqueda de la verdad.

Feliz aniversario, larga vida a AsoVAC y muchas gracias.


Discurso del Presidente de la República ante la Asamblea General del Uruguay el dia de su toma de posesión

Discurso de José "Pepe" Mujica Media:Discurso_de_José_Mujica.pdf


Política de la Decencia (Un homenaje a Óscar Arias)

Fernando Mires (Chile)

1. La decencia en la política

Los políticos son personas representativas. Con su dicción nos representan en ese escenario público que es el de la política. Pero cada persona representada es un pluriverso formado por pasiones, ideales, ideologías e intereses. Es por eso que hay políticos apasionados, idealistas, ideológicos, o simplemente delegados de fracciones de esa ficción necesaria llamada voluntad popular. Ahora, como ocurre en todas las profesiones, hay políticos que actúan de modo indecente y otros que destacan por su decencia. Afirmación que lleva a explicar, primero que nada, que es lo que aquí se entiende por decencia en la política.

Nótese que escribo “decencia en la política” y no “moral en la política”. La elección de la palabra decencia y no de la palabra moral no es casual. Por supuesto, ambas nociones se cruzan y a veces significan lo mismo. No se puede, efectivamente, ser indecente y moral; o inmoral y decente. Sin embargo, hay leves diferencias que para el caso son importantes.

La moral se refiere en general a un determinado código. No hay moral sin un código moral, código que pre-escribe y pre-condiciona el comportamiento de quienes lo acatan. En cambio no hay un código de la decencia. Eso quiere decir que la decencia está mucho más cerca de la práctica cotidiana que la moral. La decencia es siempre decencia con los, y para los demás. Y si a su vez aceptamos que la política tiene lugar a través de un nos-otros y en contra de un vos-otros, la decencia va dirigida principalmente a quienes nos adversan: los otros. Porque convengamos, política es lucha política de unos contra otros.

No hay política sin polémica, sin conflicto, sin antagonismo. La política es lucha por el poder político –lo sabemos desde Maquiavelo, pasando por Weber y Schmitt, hasta llegar a Rancière y Mouffe- y desertar de esa lucha es abandonar la política. Pero ¿cómo conservar la decencia en medio de esa lucha que a veces no da cuartel? La respuesta no puede ser más sencilla: manteniéndonos dentro de los límites de la lucha política. La indecencia en política significaría en ese sentido traspasar los límites de la política. Eso quiere decir que en política todo está permitido si los medios que se usan son políticos. Y si observamos bien el problema, podríamos concluir en que la política no se diferencia demasiado del fútbol, o de otro juego colectivo, o para decirlo al modo de Wittgenstein: la política es un juego cuyo juego implica el conocimiento de las reglas del juego.

De la misma manera que en el fútbol donde si un jugador aplica las reglas del rugby debe hacer abandono del juego, un político que usa en la política los medios del comercio, de la religión, de la vida privada, o – la indecencia más grande- de los ejércitos, debe ser sacado lo más pronto posible del juego. Cada juego tiene sus reglas y cada regla tiene sus juegos. Por lo tanto, la decencia política no es igual a la decencia privada.

En cierto modo la decencia en política puede ser entendida como una traducción de la moral general en el idioma de la política. De ahí se deduce que para ser decente en política no es necesario subordinar la política a la moral general sino que basta regirse por la moral que es propia al juego político.

Un político que subordina la acción política a la moral general puede producir enormes catástrofes. Imaginemos que Churchill y Roosevelt no hubieran aceptado conversar con Stalin debido al hecho de que éste era un asesino tanto o más despiadado que Hitler. Luego, subordinar la política a la moral puede ser algo sumamente inmoral, tan inmoral como subordinar la moral a determinadas correlaciones de fuerza. En este sentido la decencia en la política se caracteriza como una actitud que tiende a mantener el equilibrio entre el dictado moral y la perspectiva política. De tal modo que no sería errado decir que el mantenimiento de ese equilibrio es lo que llamamos decencia política, y eso significa simplemente, actuar con decencia sin que la política deje de ser política.

Ahora bien, creo que pocos políticos han practicado el juego político con tanta decencia como el Presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, decencia que ha quedado de manifiesto en los últimos discursos y declaraciones del gobernante.

2. La amenaza antidemocrática del siglo XXl

Para que quede claro: no me referiré en estas páginas al Óscar Arias mediador que dirigió las conversaciones para pacificar los conflictos militares en América Central, sobre todo en Nicaragua y El Salvador, razón por la cual fue honorado por el premio Nobel de la Paz en 1987. Tampoco me referiré al Óscar Arias de la crisis de Honduras del 2009. Tampoco me referiré a Óscar Arias como gobernante, tarea por la que debe ser evaluado por los costarricenses. En esas diferentes actividades Óscar Arias ha brillado por sus dotes diplomáticas y por su capacidad negociadora; de eso no cabe duda. Sin embargo, ni la diplomacia ni la gobernabilidad son tareas esencialmente políticas, y si lo son, corresponden al espacio menos político de la política.

Como mediador Arias estaba obligado a no tomar partido por ninguna de las partes en conflicto. Y no puede haber algo menos político que no tomar partido. Además, como todo gobernante que se precie de serlo, debía gobernar para todos los ciudadanos de su nación, fueran ellos de gobierno o de oposición. La diplomacia y la gobernabilidad son, desde luego, tareas muy importantes para el mantenimiento del juego político pero no son en sí, políticas. Esto es importante remarcarlo.

Al Óscar Arias a quien me referiré entonces es al gobernante que llegada la hora de despedirse de su cargo, ya liberado de las responsabilidades que implica la mediación y el dialogo, asume una posición defensiva y combativa a la vez, en contra de los nuevos enemigos de la democracia en América Latina.

Pocas veces un Presidente ha sido tan preciso como Arias al momento de marcar el terreno entre las fuerzas que se enfrentan y enfrentarán en el futuro inmediato: las de la democracia y las de la antidemocracia. Se trata de una nueva línea divisoria que tiene poco que ver con la lucha entre las derechas y las izquierdas. Después de todo, ni derechas ni izquierdas tienen en América Latina un pasado democrático que les permita sentirse demasiado orgullosas de sí mismas. La línea que traza Arias en cambio, cruza tangencialmente a izquierdas y derechas. Es, entiéndase bien: “otra” lucha.

Por lo tanto, al Óscar Arias al que me referiré, es al combatiente político que, tomando partido por la democracia y en contra de sus enemigos, propone alinear posiciones en el espacio del juego internacional llamando tácitamente a formar un frente (donde tengan cabida gobiernos de izquierda y de derecha) en contra de la amenaza antidemocrática que representan –digámoslo sin rodeos- los gobiernos del “socialismo del siglo XXl” comandados por Cuba y Venezuela. Gobiernos que si bien, sobre todo en sus fases de ascenso han contado con considerable apoyo popular, portan consigo la impronta de nuevos autoritarismos e incluso de formas dictatoriales que después del fin de la Guerra Fría parecían haber sido superadas.

3. ¿Qué hicimos mal?

El llamado de Óscar Arias comenzó a tomar forma el año 2009 a través de un discurso pronunciado en la Quinta Cumbre de las Américas, en Trinidad Tobago, el 18 de Abril del 2009. En esa ocasión dijo: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el Presidente de los Estados Unidos es para pedirle cosas o reclamarle cosas. Casi siempre es para culpar a los Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros”. Esas frases no pueden ser separadas de su contexto histórico.

Era la primera vez que los gobernantes latinoamericanos se reunían con el Presidente Obama y muchos no querían perder la oportunidad de dar fe pública de vocación anti-imperial. Sobre todo uno, quien obsequió a Obama el quejumbroso libro de Eduardo Galeano “las venas abiertas de América Latina”, libro destinado a demostrar que los latinoamericanos son eternos menores de edad, víctimas inocentes de los EE UU. Pero la alocución de Óscar Arias les aguó definitivamente la fiesta.

Ya la simple pregunta (¿Qué hicimos mal?) desactiva la paranoia anti-imperial de algunos gobernantes. Y escribo paranoia no como metáfora ni como analogía, sino en el exacto sentido del término. Desde esa perspectiva cabe diferenciar los daños que ha causado EE UU en el periodo de la Guerra Fría, que admitámoslo, no son pocos, de la presencia de una potencia destinada a destruir Latinoamérica que es la imagen alucinada que buscan expandir los gobernantes del ALBA.

“¿Qué hicimos mal?" Es una pregunta casi terapeútica pues exige asumir la responsabilidad frente a las miles de desgracias, desgobiernos, dictaduras y otras calamidades que marcan la historia del continente y de las cuales los EE UU no tienen siempre mucho que ver. Y asumir la responsabilidad significa, en exacto sentido, responder. De más está decir que nadie respondió al discurso de Óscar Arias. Para los presidentes latinoamericanos siempre será más cómodo hacer creer que la culpa de todos los desastres – incluyendo los terremotos- la tiene un imperio omnipotente situado más allá de toda historia y de toda realidad.

Vano fue que Arias hubiera pasado lista a una serie de temas que son de responsabilidad exclusiva de los gobiernos: los exiguos presupuestos acordados a la educación en comparación a los gastos en materiales de guerra destinados no a luchar contra “el imperio” sino a asesinarse entre naciones vecinas; la carga tributaria que en algunas naciones alcanza un 12%; los bajos salarios públicos y privados y la miseria académica de las universidades, convertidas algunas en meros centros de formación ideológica.

La creencia en ese imperio del mal que no deja ser a los latinoamericanos lo grande que habrían sido si los EE UU no existieran, tiene profundas raíces psíquicas, lo que es fácilmente entendible puesto que los EE UU son la nación más poderosa de la tierra, no están presentes en la vida cotidiana de los latinoamericanos y están enredados en cruentas y lejanas guerras. Es decir, los EE UU son un objeto ideal de agresión simbólica. Sin embargo, más allá de un notorio y casi colectivo complejo de inferioridad hay, además, una indecente instrumentalización de la noción de “imperio”; y eso ya no tiene nada que ver con la psicología.

El imperio es para los gobernantes “revolucionarios” una tautología: el motivo que justifica la lucha en contra del imperio. Esa, a su vez, es la razón que según ellos obligará a clausurar el juego político en aras de un estado de excepción permanente a fin de criminalizar a los miembros de cualquiera disidencia, no como simples enemigos políticos sino como agentes del imperio.

El caso más patético es el del gobierno de Venezuela, país que no tiene ningún problema político, ni territorial, ni económico con los EE UU. Y sin embargo, no hay nadie que necesite más del imperio que Chávez. En cierto modo es el presidente más pro-imperialista de América Latina. No sólo porque sin las exportaciones a los EE UU la economía petrolera no funciona; no sólo porque al desmantelar la industria nacional y desalentar inversiones externas debe importar hasta alimentos de los EE UU sino, sobre todo, porque sin ese supuesto imperio toda la ideología chavista se viene al suelo. Quizás Chávez, en su inconsciente, quisiera ser agredido por un imperio de verdad. Su sueño no realizado es, como es sabido, repetir la historia cubana en todas sus fases. Necesita con urgencia de otra “Playa Girón”.

Cuba, a la hora de la toma del poder por parte de Castro y los suyos tuvo serios problemas económicos con los EE UU. Las expropiaciones a empresas norteamericanas fueron reales y la respuesta agresiva del gobierno de los EE UU es bastante conocida. En esas condiciones Castro logro aparecer como el auténtico representante de la nación frente al poderoso enemigo externo, áurea semiromántica de la cual todavía profita el cruel régimen que impera en la isla. Que Castro se hubiera unido con el peor enemigo de los EE UU, en ese tiempo la URSS, fue visto fuera de Cuba como un acto de defensa de la soberanía nacional frente a las amenazas de USA. En ese sentido Castro actuó según la lógica de la Guerra Fría. Chávez, a su vez, quiere repetir la historia, pero en condiciones totalmente diferentes.

A fin de convertirse en el héroe nacional que alguna vez fue Castro, Chávez ha injuriado sin cesar a los gobernantes norteamericanos esperando quizás una respuesta militar que lo llevará, en sus delirios, a convertirse en el símbolo heroico del antimperialismo del siglo XXl. Vano intento. En el colmo de su desesperación, busca como Castro unirse con los enemigos potenciales y reales de EE UU como son Rusia, Irán, Libia o las FARC. Hasta en ese punto falla. La alianza de Cuba con la URSS fue el resultado del cisma entre la isla y los EE UU. Chávez en cambio quiere unirse con Irán (y otros) para producir un cisma con los EE UU. Sin embargo, Chávez está dispuesto a tensar el conflicto con los EE UU siempre y cuando no se convierta en un conflicto real, es decir, él quiere jugar con el fuego pero sin quemarse. Ahí reside el fondo de su indecencia política: utilizar su (inexistente) lucha en contra del (inexistente) imperio como pretexto que lo llevará a ejercer un poder dictatorial en nombre de la defensa de una nación agredida por nadie.

De ahí que la pregunta, aparentemente tan inocente de Óscar Arias (¿Qué hicimos mal?) no puede ser respondida por aquellos que necesitan de la existencia de un imperio que concentre en sí mismo toda aquella indecencia de la cual ellos, y nadie más que ellos, son portadores.


4. La verdad política

Si en Bermudas 2009 Arias hizo un llamado a los gobiernos latinoamericanos a asumir la responsabilidad que les corresponde sin recurrir a la coartada de un imperio que ya hace mucho tiempo dejó de actuar en América Latina, en la siguiente reunión de la Cumbre que tuvo lugar en Cancún, México, el 23. 02 de 2010, Óscar Arias decidió pasar directamente a la ofensiva. Su discurso de despedida es, sino un testamento, por lo menos un legado político de indudable interés. En ese discurso no solamente se pronunció Arias en contra de la coartada del imperio imaginario sino, además, delineó en términos precisos el verdadero peligro que amenaza al continente: el aparecimiento de lo que él llamó, gobiernos “tentaculares”.

Las palabras pronunciadas por Arias estaban respaldadas por una experiencia reciente: la de haber servido de mediador en la crisis de Honduras de Junio del 2009. Ahí Arias pudo observar como su proyecto contenido en los siete puntos de su plan fue boicoteado desde Caracas y la Habana, lugares donde era fraguada una insurrección cuyo objetivo era provocar una guerra civil en la nación hondureña. Una guerra que restaurara al peón de Chávez, el derrocado presidente Mel Zelaya, y desalojara el gobierno interino de Roberto Micheletti. Óscar Arias, como todo demócrata, había condenado al golpe de Estado que derribó a Zelaya. Pero como avezado político entendió rápidamente que la tarea fundamental después del golpe era restaurar la democracia en ese país, democracia que no podía ser representada por Zelaya (había violado la Constitución), tampoco por el gobierno interino, y en ningún caso mediante el ascenso directo de los militares al poder.

Al final, como sabemos, los puntos principales del Plan Arias se cumplieron pese a los intentos del castro-chavismo por violentar la política hondureña. La pertinacia y sagacidad de Micheletti, la experiencia de la diplomacia norteamericana y la retirada de la escena de la mayoría de los países latinoamericanos -con la excepción vergonzante de Brasil quien cedió su propia embajada para que fungiera de foco insurreccional chavista-zelayista- aislaron al intervencionismo venezolano. Así, la democracia en Honduras pudo ser reestablecida mediante elecciones libres y secretas, y con una más que amplia participación electoral.

Y sin embargo, gracias a la miseria de la OEA, gracias a la complicidad de Lula, gracias a las maniobras de Chávez, gracias a la apatía de los gobiernos democráticos de la región, la Honduras republicana y demócrata no estaba representada en la Cumbre de Cancún. Sí lo estaba, en cambio, Cuba, país en donde el mismo día que Arias habló, Orlando Zapata Tamayo moría de hambre en las mazmorras de los Castro, asesinado por luchar por su dignidad y la de su pueblo. En medio de una sórdida complicidad con la tiranía castrista, sólo se escucho en Cancún una sola voz decente, la de Óscar Arias. En esa ocasión dijo: “Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos en contra de los otros. Y es también lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se encuentre ausente el gobierno de Honduras, cuyo pueblo es víctima del militarismo y no merece castigo, sino auxilio”.

Todavía Arias no sabía del asesinato cometido a Orlando Zapata Tamayo. Ello lo obligó a hacer una declaración publicada por el diario “El País” el 13 de marzo del 2010. En ese texto podemos leer lo siguiente: “Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país verdaderamente libre uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una “democracia especial” , pero cada preso político niega en la práctica esa afirmación” “ Siempre he luchado por una transición cubana hacia la democracia. Siempre he luchado para que ese régimen de partido único se convierta en un régimen pluralista y deje de ser una excepción en el continente americano. Estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y condenarla a un infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de Raúl Castro” (....)

“Estoy conciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo tipo de acusaciones de parte del régimen cubano. Me acusarán de inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda soy un lacayo del imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a callarme cuando se pone en jaque la vida de los seres humanos por defender a ultranza una causa ideológica que prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad”

Muchos dirán: esas no son las palabras de un político real; esas son las palabras de un predicador. O dirán también: esas son las palabras de alguien que se despide, no de un político que está actuando. En fin, otros dirán, además, que cuando no se tienen responsabilidades que cumplir es muy fácil rendir culto a la verdad.

Vamos por partes. Por cierto, Arias es un político y no un servidor de la verdad absoluta. Basta recordar que durante su gobierno dijo una que otra frase halagadora a los oídos de Chávez. Pero también no fueron pocas las veces que expresó el peligro que representa el castro-chavismo en el contexto latinoamericano. Es cierto sí que como político Arias estaba obligado a mantener relaciones de compromiso, incluso con gobernantes que detestaba. Y que la razón de Estado no es la misma que la razón moral de cada ciudadano es algo que Arias sabe si no por lecturas, por experiencia. A un político, por lo demás, es imposible exigir que diga a cada momento la verdad; basta con que no diga mentiras. Esa es también la diferencia entre un intelectual y un político. Mientras un intelectual está obligado a decir lo que piensa, aunque el mundo se venga abajo, el político debe decir la verdad en el momento propicio y en el lugar preciso. Ahora, lo importante es que Arias la dijo. Hay que recordar, además, que no sólo Arias abandonaba su gobierno; otros gobernantes ahí presentes también debían hacerlo pronto. Pero, a diferencias de Arias, los demás callaron; indecentemente callaron.

Que a veces lo políticos deben callar en aras del cumplimiento de objetivos decisivos, es evidente. Para volver al ejemplo anterior: si Churchill y Roosevelt hubieran enrostrado a Stalin los espantosos crímenes que cometía en la URSS, habrían corrido el peligro de arruinar la alianza militar anti-nazi. Pero esa era una situación límite, en nada parecida a la ocurrida en la Cumbre de Cancún. El mismo Arias, por lo demás, está de acuerdo en cobijar a la antidemocrática Cuba en el espacio latinoamericano pues ahí pertenece histórica y geográficamente. Pero no al precio de silenciar crímenes horribles como los que se cometen en la isla. Raúl Castro puede irse de, y volver a la Cumbre, y América Latina va a seguir existiendo tan bien o tan mal como antes.

La decencia de Arias es una decencia política y no puramente moral, ni mucho menos moralista. Por una parte, no hay mayor decencia en política que decir la verdad, y Arias la dijo. Por otra parte, eligió políticamente el lugar y la hora para decirla. Y, por último, y este es el punto decisivo que separa a la moral pura de la decencia política: Arias dijo la verdad en función de una perspectiva, y con el propósito de polemizar abiertamente con un enemigo político identificado y al que propone derrotar: el castrochavismo y sus seguidores.

En fin, y a riesgo de repetirme, la decencia política, a diferencia de la privada, para que sea política debe atender, en primer lugar, a una perspectiva política, y en segundo lugar, a un enfrentamiento político con un enemigo real y no imaginario. O dicho de otro modo: el discurso que pronunció Arias en Cancún no es sólo la proclamación de un par de verdades. Es, además, una declaración de abierta hostilidad a quienes considera los peores enemigos de la democracia latinoamericana.


5. Gobiernos tentaculares

Siguiendo el discurso de Óscar Arias, la democracia latinoamericana se encuentra amenazada por el surgimiento de diversos gobiernos que reúnen las siguientes características:


1. Son reaccionarios, pues intentan restaurar los discursos y la lógica de la Guerra Fría

2. Son democráticos de origen, pero no de ejercicio

3. Intentan borrar las fronteras entre gobierno, Partido y Estado

4. Proponen sustituir a la democracia representativa por una supuesta democracia participativa.


De acuerdo al primer punto dijo Arias: “A pesar de los discursos y los aplausos lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. Muchos quieren abordar un vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría”.

El carácter restaurativo de dichos gobiernos se deja ver, además, en el hecho de que, o son gobiernos militares, como es el caso de Cuba o Venezuela, o integran a los ejércitos tradicionales en el nuevo aparato de poder. De este modo, el Estado militar que parecía haber desaparecido después de la Guerra Fría, está siendo restaurado; esta vez en nombre de la revolución. En Bolivia, por ejemplo, los militares ya corean la consigna cubana: “Patria o Muerte”. Por supuesto, a los altos oficiales les da lo mismo corear cualquier consigna, sea de izquierda o de derecha. Lo que les importa, y antes que nada, es acceder al poder; y lo están haciendo.

En el segundo punto Arias fue muy preciso: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático para subvertir las bases de la democracia”.

No hay, en verdad, nada más frágil que una democracia. Hasta las más evolucionadas se encuentran expuestas a que en medio de una crisis, de las tantas que vive una democracia normal, bandas bien organizadas logren hacerse del poder apelando a recursos populistas y demagógicos. Incluso la vieja democracia francesa se vio una vez amenazada por los truhanes racistas de Le Pen. Hoy el racismo populista arrecia peligrosamente en Holanda. Con mayor razón, el asalto a la democracia mediante la utilización de medios democráticos es un peligro latente en América Latina, cuna de tantos demagogos.

Según el tercer punto, dijo Arias: “Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la Ley y la vigencia del estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha. (....) Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado sus fronteras entre gobernante, partido y Estado”.

Borrar las fronteras entre gobernante, partido y Estado es un ideal de los gobiernos del socialismo del Siglo XXl. En Venezuela Cuba y Nicaragua ese ideal ya ha sido convertido en realidad. El Partido de Estado ha llegado a ser en esos países la representación partidaria de los deseos del máximo líder. En Bolivia, la desaparición de esas fronteras ha alcanzado incluso un estatuto teórico. El Vicepresidente de la nación, Álvaro García Linera, ha desarrollado, por ejemplo, la teoría del “Estado integral”, teoría según la cual al tener lugar una “revolución en el Estado”, son borrados los límites entre representantes y representados, entre sociedad civil y sociedad política. El integrismo estatal parece ser la versión subdesarrollada y latinoamericana del totalitarismo europeo. A esos gobiernos integristas que se apoderan del Estado hasta convertir al Estado en gobierno y al gobierno en Estado los llama Óscar Arias “gobiernos tentaculares”.

Y de acuerdo al punto cuarto, especificó el ex Presidente: “Y ojalá también sepan (nuestros pueblos) resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica”.

Como es sabido, quienes siguen a los gobiernos integristas (o tentaculares) de nuestro tiempo aducen siempre de que se trata de un nuevo tipo de democracia, a la que llaman democracia participativa en contraposición a la democracia representativa (o burguesa). Aquello que no entienden es que en sentido político no puede haber ninguna contradicción entre participación y representación. La democracia delegativa es de por sí participativa puesto que la elección de los delegados, desde el más modesto concejal hasta llegar al Presidente, implica una abierta participación de los electores, participación que comienza mucho antes de las elecciones.

En una democracia representativa todos tenemos derechos a ser representantes y si no lo somos es porque no podemos o no lo deseamos. La razón es que en una democracia representativa la política es sólo una profesión entre muchas. Hay, además, muchas otras profesiones mediante las cuales participamos en la sociedad. Si no elegimos la profesión política, que es sólo una entre tantas, es porque nos importa más el ejercicio de otra profesión. Es por eso que si no nos interesa ser representantes pagamos con nuestros impuestos a alguien para que juegue ese papel del mismo modo que cuando estamos en pleito pagamos a un abogado para que nos represente ante la justicia. Nadie puede ser obligado, como ocurre en las dictaduras, a formar parte de la llamada democracia participativa.

Por lo demás, la mayoría de los regímenes políticos que defienden la noción de la democracia participativa son simples y miserables dictaduras. Y la razón es obvia: la llamada democracia participativa implica, en la mayoría de los casos, acatar y transmitir las ordenes que han sido tomadas desde el gobierno tentacular. Las llamadas bases, consejos comunales, círculos revolucionarios, comités de defensa de la revolución, misiones, soviets, poder ciudadano, poder popular y otros nombres similares, no pasan de ser apéndices de un Estado integral que organiza la participación desde arriba hacia abajo; jamás desde abajo hacia arriba. En fin; la democracia participativa que ha sido levantada por los regímenes neodictatoriales de América Latina no es más que una crema cosmética del antiguo corporativismo fascista y/o estalinista que fue derrotado en Europa y hoy vuelve a renacer en el continente.

Contra esos peligros y otros, ha llamado a luchar Óscar Arias Sánchez, uno de los políticos más decentes de nuestro tiempo.

mires.fernando5@gmail.com

Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales -Uruguay Feb. 2010

Archivo:Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales.pdf

Materiales de apoyo para el "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles

Discusión sobre lo público y lo privado: Raúl Gonzáles Fabré Temas de formación Sociopolítica‎

El mapa de valores (mapa cultural) del mundo: página de enlace Encuesta Mundial de Valores