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(Pascual Serrano: “El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal”)
(Educar para la trascendencia, por José Tadeo Morales)
 
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=== Documentos de Interes General ===
 
=== Documentos de Interes General ===
  
'''Entrevista / Héctor Silva Michelena, miembro de la Academia Nacional de Ciencias económicas''' tomado de EL UNIVERSAL, domingo 21 de febrero de 2010.
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==== ''' Ultimo Discurso de Carlos Andrés Perez como Presidente de la República''' ====
  
==== '''"Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo"''' ====
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Interesante para los interesados en cultura y politología latinoamericana
  
[[Archivo:Es_absolutamente_demencial_tratar_de_revivir_al_socialismo.pdf‎]]
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[[Archivo:Último_discurso_de_Carlos_Andrés_Pérez_como_Presidente_de_Venezuela.pdf‎ ]]
  
Víctor Salmerón / Vsalmeron@Eluniversal.Com
 
  
EL UNIVERSAL
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==== ''' Educar para la trascendencia, por José Tadeo Morales ''' ====
  
==== '''Protestar es delito''' ====
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Profesor de la Facultad de Educación en la Universidad de Carabobo, Venezuela
En nueve días de manifestaciones resultaron 85 personas detenidas, 100 heridos, 2 fallecidos, un promedio de 3 a 4 protestas por día y 30 estudiantes pasados a tribunales. Por Francisco Olivares, EL UNIVERSAL, domingo 21 de enero de 2010
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De los hechos violentos que se produjeron durante la última semana de enero por las protestas por la salida de RCTVI, sólo el sector estudiantil ha sido reprimido y perseguido por la justicia. (Cortesía Caribe Focus)
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[[Archivo:Educar_para_la_trascendencia.pdf]]
Contenido relacionado
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* Terror en Mérida
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==== ''' Un Contrato Social Amplio, por Francis Fukuyama ''' ====
  
LOCALIZADOR
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Como aparece en el diario El País, publicado el 22-07-10
  
En nueve días de protesta en las calles de varias ciudades del país, entre el 23 y el 31 de enero, 85 estudiantes resultaron detenidos y algunos de ellos pasados a los tribunales de justicia. Durante esos días se produjo la muerte de dos estudiantes, hubo cien heridos como consecuencia de gases lacrimógenos y sustancias prohibidas utilizadas para reprimir manifestaciones, perdigones, disparos de bala y golpes. Igualmente se registraron agresiones armadas contra viviendas, violación de propiedad por parte de grupos armados identificados con el oficialismo, quema de automóviles y ataques a líderes opositores que se extendieron hasta sus viviendas.
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[[Archivo:Fukuyama_en_El_País.pdf‎ ]]
  
Pero de esa semana cargada de violencia donde actuaron sectores estudiantiles y civiles, grupos oficialistas armados, grupos de activistas del PSUV, las policías regionales y la Guardia Nacional, sólo los estudiantes recibieron toda la carga judicial, imputados por los hechos ocurridos aunque participaran diversos actores.
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==== ''' Ley de las Comunas - Aprobada en primera discusión ====
  
Nuevamente el detonante de estas protestas fue el caso del segundo cierre de RCTVI y la defensa de la libertad de expresión a lo que se le sumó el problema eléctrico y el racionamiento que intentó imponer el Gobierno.
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Como aparece en los archivos de la Asamblea Nacional, aprobada en 1a. discusión el 22-06-10
  
De los 85 detenidos 55 lograron salir con libertad plena, pero otros 30 estudiantes fueron pasados a juicio con régimen de presentación cada 30 días y prohibición de participar en protestas públicas.
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[[Archivo:1RA-LEY-DE-LAS-COMUNAS-22-06-10.pdf‎‎]]
  
La listas de detenciones fueron aportadas por una red nacional formada para la defensa de las víctimas en el sector estudiantil llamada Defensores Activos Voluntarios, organizada por la ONG Foro Penal como una manera de asistir jurídicamente en la etapa inicial a quienes fueron detenidos durante esos sucesos.
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==== '''"Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo"''' ====
  
A juicio del abogado del Foro Penal, Alfredo Romero, el Gobierno está utilizando un esquema de represión que criminaliza la protesta que se viene experimentando desde el pasado año.
 
  
La retención como método
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'''Entrevista / Héctor Silva Michelena, miembro de la Academia Nacional de Ciencias económicas''' tomado de EL UNIVERSAL, domingo 21 de febrero de 2010.
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Víctor Salmerón / Vsalmeron@Eluniversal.Com
  
Según explica el abogado, el Foro Penal viene registrando cada uno de estos hechos de violaciones a los derechos humanos en un expediente que se consigna cada seis meses ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya de manera de ir sustanciando lo que a su juicio es una reiterada práctica oficialista que busca impedir la protesta en Venezuela.
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EL UNIVERSAL
  
En virtud de ello han analizando cómo estas situaciones han ido progresando en el tiempo. Y una de las cosas novedosas que se han registrado en los sucesos de enero, es el esquema de retenciones. Las personas son privadas de su libertad, sin existir flagrancia u orden judicial, no son detenidas por la vía ordinaria y omitiendo el derecho a la defensa. Son detenidas en cualquier lugar, en algunos casos incomunicados y liberados posteriormente. En otras situaciones, algunos estudiantes fueron sometidos a torturas, golpes y amenazas a su integridad física, lo que se entiende como un esquema de presión o terrorismo psicológico.
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[[Archivo:Es_absolutamente_demencial_tratar_de_revivir_al_socialismo.pdf‎]]
  
Según el abogado, en su mayoría, aunque son detenidas en las manifestaciones, no lo hacen cuando están con la masa de manifestantes, sino cuando viene el repliegue. Es decir, lanzan las bombas lacrimógenas, lanzan los perdigones, hieren a personas con perdigones, y cuando viene el repliegue las personas son detenidas en una calle aledaña en un café o incluso en el Metro o cuando quedan atrapadas entre las bombas y el cerco policial.
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==== '''Protestar es delito''' ====
 
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En esa estrategia se permite la realización de la marcha pero hasta un punto distinto al solicitado por las organizaciones civiles, en ese punto se colocan las barreras policiales. Una vez que la marcha llega a ese punto, a pesar de que nadie rebase la barrera, se lanzan bombas y perdigones generando un enfrentamiento entre marchistas y el cuerpo policial, y luego del repliegue se realizan las retenciones y detenciones selectivas.
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En general el esquema se ha repetido en todas las regiones donde se registraron protestas: las personas son retenidas, incomunicadas, sometidas a presiones y cuando son imputadas, lo son por delitos exagerados.
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Las imputaciones ya son un esquema preestablecido, como lo son: instigación a delinquir, instigación al odio, agavillamiento, resistencia a la autoridad, obstaculización de las vías públicas y perturbación del orden público. Eso es lo regular. Allí hay penas de 5 años, de 4 años y de 2 a 5 años. Pero cuando se quiere arremeter más fuertemente contra alguien entonces le incluyen: instigación a la guerra civil, instigación a la rebelión, como es el caso de Julio César Rivas, caso en el que estamos hablando de delitos de 20 a 30 años. Eso depende de la importancia de la persona y la intención de atemorizar, explica Romero.
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Para el vocero del Foro Penal el esquema se viene utilizando desde 2004 cuando se produjeron las "guarimbas" pero se ha perfeccionado en el último año. Destaca que este tipo de acciones represivas de profundizaron a partir de la movilización convocada el 22 de agosto de 2009 en contra de la Ley de Educación. En esa oportunidad fueron imputados Julio César Rivas, Oscar Pérez y Richard Blanco.
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Criminalización de la protesta
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Pocas horas después de la marcha ocurrida el 22 de agosto de 2009 se emitieron las órdenes de captura contra Oscar Pérez, Richard Blanco y el estudiante de Carabobo Julio César Rivas. Posteriormente, once funcionarios del la alcaldía fueron imputados por protestar ante el TSJ por la detención del prefecto.
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A Rivas, hasta ese momento un líder poco conocido, lo identifican en un video que difunde el programa La Hojilla en el cual el manifiesta su deseo de llegar a la Asamblea Nacional, de acuerdo a la solicitud que habían hecho los marchistas. Con esa evidencia, el Tribunal 37° de Control de Caracas, alegando que se trataba de un hecho notorio y comunicacional, ordenó la detención del joven de 22 años en la temible cárcel del Rodeo I. La jueza del caso, Leydis Azuaje argumentó que se trataba de delitos de inmensa magnitud porque se alteró la paz social y se produjo una devastación. Los delitos por los cuales fue imputado fueron: "Instigación a la guerra civil y a la devastación, incitación para delinquir, asociación para delinquir, resistencia a la autoridad, daños materiales y uso de armas genérica".
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El dirigente político opositor, Oscar Pérez fue imputado por haber sido el solicitante de los permisos para la marcha y acusado de acciones predeterminadas, según las cuales los manifestantes fueron preparados con artefactos para generar violencia. Entre esos artefactos dijo que en el sitio se encontraron cajas con bombillos llenos de pintura, piedras y palos. Oscar Pérez no pudo ser capturado y actualmente se encuentra en Perú como refugiado político.
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Por su parte, el prefecto Richard Blanco quien también participara el la marcha del 22 de agosto, fue acusado de lesiones en contra del funcionario de la PM, Jonathan Bermúdez, quien se había infiltrado en la marcha opositora y detectado por los manifestantes. Al ser descubierto, los manifestantes reaccionaron y fuer el prefecto quien salió en su defensa.
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Sin embargo, cuatro días después, Blanco fue detenido en el Centro Financiero Latino por 30 funcionarios del Cicpc acusado de agredir al funcionario. Blanco fue recluido en la cárcel de Yare III. Blanco permanece recluido.
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La arenga del coronel
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Cabe destacar la actuación del coronel (GN) Antonio Benavidez Torres, comandante del Comando Regional 5 durante los sucesos de agosto, quien pronunció un discurso, de carácter político ante las tropas comandadas por él que actuaron contra la manifestación.
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Entre otras cosas señaló el uniformado que había que mantenerse alerta porque "sectores de la oposición tratan de crear un clima de desestabilización en el país "(&) "hay que estar pendiente de una secuencia trabajada en laboratorio". Dijo a los efectivos de la GN que "hay que mantener rodilla en tierra, pendiente de la situación de hoy, de ayer y de mañana, porque esta es parte de la agenda de la oposición". Indicó que las consignas "no eran contra la Ley de Educación sino contra Chávez". Concluyó señalando que la Fuerza Armada Bolivariana está con el pueblo y "debe mantenerse leal con nuestro comandante en jefe Hugo Chávez".
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Poco tiempo después y al ser alabado por el propio Presidente de la República, el polémico coronel fue condecorado con la Orden Libertador, en su segunda clase, una de las más importantes del país. "Todo el pueblo aplaude al coronel Benavides" dijo el Presidente en Miraflores al otorgarle la orden a este oficial quien en su haber llevaba también la represión aplicada en 2004 a las marchas que realizara la oposición ante el Consejo Nacional Electoral.
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Hechos relevantes
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Al hacer un balance de las protestas de enero, encontramos que se registraron entre tres y cuatro manifestaciones por día con unos doce detenidos por cada manifestación, dos fallecidos y 100 manifestantes heridos.
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Frente a ellas no se registró ninguna actuación inicial de la Fiscalía ni de la Defensoría del Pueblo.
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Destacó la amenaza que hiciera Chávez a las policías que no actuasen en contra de las manifestaciones. El blanco fue el gobernador Henri Falcón, quien aún siendo un líder importante del PSUV, aceptó dialogar con los manifestantes y apoyó la actuación comedida de la policía regional. "Le hice un reclamo y una advertencia (a Henri Falcón). Si la Policía de Lara no cumple su función voy a tener que intervenirla".
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Otro aspecto ha sido la actuación de grupos armados identificados con el oficialismo en las universidades, en Conatel y especialmente en Mérida, en Carabobo y en Oriente, donde actuaron libremente sin que las autoridades regionales o la GN intervinieran contra estos grupos.
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Las manifestaciones más reprimidas se registraron en los estados donde la policía está bajo el mando de gobernadores del oficialismo.
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folivares@eluniversal.com
 
folivares@eluniversal.com
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Francisco Olivares
 
Francisco Olivares
  
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==== Juramentación del Frente de Juventudes “Bicentenario” 200 desde el teatro Teresa Carreño en Caracas ====
 
==== Juramentación del Frente de Juventudes “Bicentenario” 200 desde el teatro Teresa Carreño en Caracas ====
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[[Archivo:Juramentación_del_Frente_de_Juventudes.pdf]]
 
[[Archivo:Juramentación_del_Frente_de_Juventudes.pdf]]
 
La Haine
 
  
 
==== Texto integro de la Declaracion de Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2009 ====
 
==== Texto integro de la Declaracion de Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2009 ====
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==== QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA, algo que todo joven latinoamericano debería leer ====
 
==== QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA, algo que todo joven latinoamericano debería leer ====
  
Discurso de Óscar Arias Sánchez
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Discurso de Óscar Arias Sánchez
  
 
Presidente de la República de Costa Rica
 
Presidente de la República de Costa Rica
 
Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe
 
  
 
Cancún, México
 
Cancún, México
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22 de febrero de 2010
 
22 de febrero de 2010
  
Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, amigas y amigos:
 
  
Quiero agradecer al Presidente Felipe Calderón, y al pueblo mexicano, por la hospitalidad con que hemos sido recibidos en esta maravillosa esquina del mundo. Como ustedes saben, mi país ha conquistado en estos días un pendón más en la lucha por una mayor inclusión femenina. Tengo el honor de presentar, ante ustedes, a la primera Presidenta de la República de Costa Rica. Doña Laura Chinchilla es una extraña aleación de la política: es el producto de fundir los mejores metales de la prudencia, la honestidad, la inteligencia y la valentía. Presentarla ante ustedes es para mí un inmenso orgullo.
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[[Archivo:QUE_CADA_PALO_AGUANTE_SU_VELA.pdf]]
  
Ésta es mi última participación en una cumbre internacional. No pretendo despedirme de América Latina ni del Caribe. Los sueños de esta región los llevo atados al centro de mi vida. Pero sí debo despedirme de ustedes, colegas, hermanos, compañeros de viaje. Debo despedirme de este auditorio que resume, en un racimo de voces, las esperanzas de más de 600 millones de personas, casi una décima parte de la humanidad. Es en nombre de esa estirpe latinoamericana que quiero compartir con ustedes algunas reflexiones. Es en nombre de la prosapia que habita más allá de estas puertas, y que exige de nosotros la osadía de construir un lugar más digno bajo el sol.
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==== Pascual Serrano: “El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal” ====
  
A pesar de los discursos y de los aplausos, lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. En ciertas áreas, ha caminado resueltamente hacia atrás. Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría. América Latina corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Corre el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad sobre la Tierra. Nos corresponde a nosotros, y a quienes vengan después, evitar que eso suceda. Nos corresponde honrar la deuda con la democracia, con el desarrollo y con la paz de nuestros pueblos, una deuda cuyo plazo venció hace siglos.
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Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la ley y la vigencia del Estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha. Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado las fronteras entre gobernante, partido y Estado. Quiere decir asegurar el disfrute de un núcleo duro de derechos y garantías fundamentales, crónicamente vulnerados en buena parte de la región latinoamericana. Y quiere decir, antes que nada, la utilización del poder político para lograr un mayor desarrollo humano, el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros habitantes y la expansión de las libertades de nuestros ciudadanos.
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No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de coartar libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no cerrando medios de comunicación. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia y la inseguridad ciudadana, y no imperios extranjeros, conspiraciones secretas e invasiones imaginarias. Esta región cansada de promesas huecas y palabras vacías, necesita una legión de estadistas cada vez más tolerantes, y no una legión de populistas cada vez más autoritarios. Es muy fácil defender los derechos de quienes piensan igual que nosotros. Defender los derechos de quienes piensan distinto, ése es el reto del verdadero demócrata. Ojalá nuestros pueblos tengan la sabiduría para elegir gobernantes a quienes no les quede grande la camisa democrática.
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Y ojalá también sepan resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica. Parafraseando a Octavio Paz, me atrevo a decir que en nuestra región la democracia no necesita echar alas, lo que necesita es echar raíces. Antes de vender tiquetes al paraíso, preocupémonos primero por consolidar nuestras endebles instituciones, por resguardar las garantías fundamentales, por asegurar la igualdad de oportunidades para nuestros ciudadanos, por aumentar la transparencia de nuestros gobiernos, y sobre todo, por mejorar la efectividad de nuestras burocracias. Mi experiencia como gobernante me ha comprobado que los nuestros son Estados escleróticos e hipertrofiados, incapaces de satisfacer las necesidades de nuestros pueblos y de brindar los frutos que la democracia está obligada a entregar.
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Esto tiene serias consecuencias sobre nuestra capacidad de honrar la segunda deuda que he querido mencionarles, la deuda con el desarrollo. Una deuda que, repito, tenemos que honrar nosotros. Ni el colonialismo español, ni la falta de recursos naturales, ni la hegemonía de Estados Unidos, ni ninguna otra teoría producto de la victimización eterna de América Latina, explican el hecho de que nos rehusemos a aumentar nuestro gasto en innovación, a cobrarle impuestos a los ricos, a graduar profesionales en ingenierías y ciencias exactas, a promover la competencia, a construir infraestructura o a brindar seguridad jurídica a las empresas. Es hora de que cada palo aguante la vela de su propio progreso.
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¿Con qué derecho se queja América Latina de las desigualdades que dividen a sus pueblos, si cobra casi la mitad de sus tributos en impuestos indirectos, y la carga fiscal de algunas naciones en la región apenas alcanza el 10% del Producto Interno Bruto? ¿Con qué derecho se queja América Latina de su subdesarrollo, si es ella la que demuestra una proverbial resistencia al cambio cada vez que se habla de innovación y de adaptación a nuevas circunstancias? ¿Con qué derecho se queja América Latina de la falta de empleos de calidad, si es ella la que permite que la escolaridad promedio sea de alrededor de 8 años? Y sobre todo, ¿con qué derecho se queja América Latina de su pobreza si gasta, al año, casi 60.000 millones de dólares en armas y soldados?
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La deuda con la paz es la más vergonzosa, porque demuestra la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista, dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos. Demuestra, además, la total incapacidad para establecer prioridades en América Latina, una práctica que impide la concreción de una verdadera agenda para el desarrollo. Hay países que sufren conflictos internos, que pueden justificar un aumento en sus gastos de defensa nacional. Pero en la gran mayoría de nuestras naciones, un mayor gasto militar es inexcusable ante las necesidades de pueblos cuyos verdaderos enemigos son el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la desigualdad, la criminalidad y la degradación del medio ambiente. Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos contra los otros. Y es también lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se encuentre ausente el Gobierno de Honduras, cuyo pueblo es víctima del militarismo y no merece castigo, sino auxilio.
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Si hace veinte años me hubieran dicho que en el 2010 estaría todavía condenando el aumento del gasto militar en América Latina, probablemente me habría sorprendido. ¿Cómo, después de haber visto los cuerpos destrozados de jóvenes y niños heridos en la guerra, podía esta región anhelar un retorno a las armas? ¿Cómo habría de permitir el dantesco desfile de cohetes, misiles y rifles que pasa frente a pupitres desvencijados, loncheras vacías y clínicas sin medicinas? Algunos dirán que me equivoqué al confiar en un futuro de paz. No lo creo. La esperanza nunca es un error, no importa cuántas veces sea defraudada.
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Amigas y amigos Presidentes y Jefes de Gobierno:
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Yo aún espero un nuevo día para América Latina y el Caribe. Espero un futuro de grandeza para nuestros pueblos. Llegará el día en que la democracia, el desarrollo y la paz llenarán las alforjas de la región. Llegará el día en que cesará el recuento de las generaciones perdidas. Puede ser mañana, si nos atrevemos a hacerlo. Puede ser el próximo año, la próxima década o el próximo siglo. Por mi parte, yo seguiré luchando. Sin importar las sombras, seguiré esperando la luz al final del arcoíris. Seguiré luchando hasta que llegue el día.
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Muchas gracias.
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==== Pascual Serrano: “El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal” ====
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[[Archivo:“El_divorcio_entre_la_realidad_y_lo_que_llega_a_los_medios_es_abismal”.pdf]]
 
[[Archivo:“El_divorcio_entre_la_realidad_y_lo_que_llega_a_los_medios_es_abismal”.pdf]]
 
www.linformatiu.com
 
  
 
==== Rómulo Gallegos, la soberanía y los derechos humanos ====
 
==== Rómulo Gallegos, la soberanía y los derechos humanos ====
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sconsalvi @el-nacional. com
 
sconsalvi @el-nacional. com
  
El 29 de junio de 1960, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos eligió a Rómulo Gallegos miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No sé si en otros momentos de su historia tuvo entre sus miembros un personaje de la relevancia intelectual y política de Gallegos. Era un ex presidente de la República, apenas regresaba a su país de una década de exilio, era uno de los grandes novelistas de la lengua castellana, y, por sobre todo eso, un hombre de principios éticos y morales universalmente reconocidos.
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[[Archivo:Rómulo_Gallegos,_la_soberanía_y_los_derechos_humanos._Simon_Alberto_Consalvi.pdf]]
 
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Gallegos prestigiaba con su presencia la CIDH y, además, le confería prestancia y autoridad, necesarias sin duda para combatir la barbarie que aún reinaba en ciertos países de la región. El novelista no era amigo de involucrarse en organismos de esa naturaleza, por su talante de escritor que prefería su estudio y sus papeles. No obstante, consideró que nada era tan prioritario en América Latina como la lucha por los derechos humanos. Sólo esta persuasión lo llevó a aceptar el encargo.
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Si tenía que combatir las dictaduras, también era preciso señalarles a las democracias lo que para el bienestar de los pueblos significaba la libertad de conciencia y su ejercicio.
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No fue extraño que, reunida la comisión, sus otros miembros lo eligieran presidente.
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El 13 de octubre, el Consejo de la OEA hizo una sesión extraordinaria para recibir a los integrantes de la comisión. Tomó la palabra Gallegos, pronunció un discurso que significó un hito en la historia de las luchas por los derechos humanos y por las prerrogativas del individuo en América Latina. El discurso de Gallegos marcó época y definió el futuro de la CIDH.
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La tesis fundamental del novelista puede sintetizarse en estas palabras: "La soberanía nacional es materia de obvia y primordial importancia, pero no lo es menos la persona humana en sí, objetivo final ­muchas veces olvidado­ de la acción del Estado y de todas las empresas de engrandecimiento colectivo".
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Hasta entonces, en el seno de la CIDH sólo tenían voz los gobiernos. Sobre esto dijo Gallegos: "Lamentable es ­cabe aquí mencionarlo­ que las personas, sujetos reales de los derechos que se nos ha encomendado proteger, no hayan sido dotadas de la capacidad requerida para denunciar los atropellos de que hayan sido víctimas".
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El escritor definió lo que iba a ser propósito de su misión como presidente: "Abrigo la esperanza de que la institución que integramos progresará en este y otros aspectos hasta coincidir con lo que los pueblos nuestros reclaman y necesitan". Notó que el propio Estatuto de la Comisión señala caminos para su perfeccionamiento. "De nosotros, de nuestro tesón y de nuestro valor moral, dependerá en mucho el porvenir de esta conquista, aún incipiente, que han puesto en nuestras manos los gobiernos del hemisferio.
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Pues, el respeto a la dignidad del hombre, la efectiva defensa de sus fueros debe ser la ocupación fundamental de nuestros propósitos".
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Me parece indispensable citar in extenso algunos de los principios postulados por el gran escritor en ese momento, porque contribuyen a definirlo a él y el encargo que se ponía en sus manos. "En las altas esferas del espíritu, donde se mueve el pensamiento conductor de la experiencia humana hacia las realizaciones de la fraternidad universal por encima de las aspiraciones mezquinas, de los egoísmos intransigentes y, más aún, de las apetencias de zarpazo y dentellada que todavía puedan estar permitiendo que el hombre sea lobo para el hombre, tanto en el orden individual como en el colectivo de los pueblos... Toda actividad que sea ejercicio de buena calidad responsable debe dedicarse a procurar que la inmensa familia humana, sin distingos de razas, de credos religiosos o políticos, tenga una igual, una misma posibilidad de disfrutar del bien de la vida, al amparo del orden jurídico estrictamente respetado en todos los pueblos".
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Rómulo Gallegos no se rindió en su propuesta de abrir la CIDH a la gente. En un momento manifestó su decisión de renunciar al organismo si no se avanzaba y si la CIDH no abría sus puertas para que la gente, los ciudadanos comunes pudieran "denunciar los atropellos de que hayan sido víctimas".
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No cabe duda de la significación del paso de Gallegos por el órgano destinado a velar por los derechos humanos. En el principio estaba la Decla ración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre aprobada en 1948 en Bogotá ­simultáneamente con la Carta de la OEA­, cuyo texto consagra las normas de la convivencia democrática y del respeto al individuo como sujeto de derecho.
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Reconozcamos la gran deuda de los latinoamericanos y caribeños con don Rómulo Gallegos. Su palabra ejemplar se alzó contra la barbarie sobreviviente en la región, barbarie que en el curso del tiempo se fue metamorfoseando sin dejar de ser barbarie. Cincuenta años después, el Gobierno militar del país de Gallegos pretende abolir tan extraordinaria conquista.
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==== La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino ====
 
==== La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino ====
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Auditorio Tobías Lasser, Facultad de Ciencias, UCV, 19 de Marzo de 2010
 
Auditorio Tobías Lasser, Facultad de Ciencias, UCV, 19 de Marzo de 2010
  
Amigos todos:
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[[Archivo: En_ocasión_del_60_aniversario_de_AsoVAC_por_Benjamín_Scharifker.pdf‎]]
  
Hay quienes sostienen que la historia es el relato del desarrollo de la libertad humana. Si ese es el sentido de la historia, ¿Cuál es la dirección en que nos hemos venido moviendo en Venezuela?
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==== Discurso del Presidente de la República ante la Asamblea General del Uruguay el dia de su toma de posesión ====
  
Que el sentido de la historia debía ser hacia la libertad humana estaba claro en la Venezuela de 1950. El 20 de marzo de ese año, 56 firmas suscribieron el acta constitutiva de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia. Sus estatutos sostendrían, más o menos literalmente, que “con el desarrollo científico en el país se contribuiría a crear bienestar material y moral que, asociado a estas mismas ventajas en las demás naciones, formaría un orden social nuevo, constituido por factores humanos libres de prejuicios y supersticiones, de dogmatismos y esclavitudes, de personalismos incondicionales, conquistando así el goce de una vida en que se disfrutaría de entera libertad espiritual, sin que las opiniones dispares fueran motivos de discordias; una vida que sería campo fértil para cultivar toda semilla, por exótica que fuera, de bien y progreso universales”.
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Discurso de José "Pepe" Mujica  [[Media:Discurso_de_José_Mujica.pdf]]
  
La promoción de la ciencia y la organización de la actividad científica era a mediados del siglo XX venezolano una necesidad. Con la fundación de AsoVAC se daba inicio a la concreción de una utopía, la ciencia concebida no sólo como un método para la búsqueda de la verdad sino también como una vía para alcanzar bienestar. Precedían sus inicios a los de varias otras instituciones, que surgirían bajo condiciones más favorables a partir de la instauración de la democracia en 1958. Me refiero a la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela en la que nos encontramos en este momento, al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, al Instituto Oceanográfico de la Universidad de Oriente, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, la Universidad Simón Bolívar, así como a la plétora de institutos y laboratorios que nacerían a lo largo de varias décadas. Algunos florecieron y otros incluso fructificaron y sembraron semillas de capacidad y conocimientos en otros lugares, contribuyendo ciertamente a crear bienestar material y moral en nuestra nación.
 
  
Hoy nos hemos reunido en este hermoso auditorio para conmemorar los 60 años de la creación de AsoVAC. La ocasión pudiera ser propicia para ofrecer un detallado recuento de los acontecimientos y circunstancias resaltantes que tuvieron que ver con el desarrollo de la ciencia en este período. Alcanzar ese balance sería muy apropiado y provechoso, pero no sería yo capaz de hacer justicia histórica si lo intentara. Por ello refiero al interesado, a los varios excelentes trabajos que desde diversos puntos de vista han abordado la historia de la ciencia en nuestro país durante este período. Mi intención con estas breves palabras es mucho más modesta, aprovechando la ocasión para estimular una muy breve e incompleta reflexión acerca de la dirección en la que nos estamos moviendo.
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==== Política de la Decencia (Un homenaje a Óscar Arias) ====
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Fernando Mires  (Chile).
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mires.fernando5@gmail.com
  
Si en 1950 la promoción de la ciencia y la organización de la actividad científica eran prioridad, no lo son menos ahora. En esa época la oficina de patentes de los Estados Unidos de América otorgaba cerca de 40.000 patentes de invención al año. Medio siglo después, en el año 2000, esa misma oficina otorgó 180.000 patentes. Para 1950 teníamos muy pocos investigadores en nuestro país y apenas un puñado de trabajos realizados en laboratorios venezolanos alcanzaban algún impacto en los diferentes campos del saber. Treinta años más tarde, en 1980, la labor científica había crecido aceleradamente y las publicaciones científicas que aparecían anualmente en los medios de reconocido prestigio internacional alcanzaban el medio millar. Detrás de México, Argentina y Brasil, países mucho más grandes y poblados que el nuestro, Venezuela había ganado un lugar entre los países líderes de la región en la investigación científica de las diversas disciplinas, al tiempo que prosperaban nuestras instituciones en calidad, cantidad y variedad.
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[[Archivo:Política_de_la_Decencia_(Un_homenaje_a_Oscar_Arias).pdf‎]]
  
Como complemento a nuestra visión idílica del pasado, en la década comprendida entre 1996 y 2006 la producción científica de Brasil, medida por las publicaciones originadas en ese país reseñadas en la base de datos Scopus, se triplicó al pasar de 8.000 a 25.000 artículos al año. Pero en ese mismo período y según la misma fuente, la producción científica venezolana apenas pasó de 1000 a 1400 artículos, para un modesto aumento de apenas 40%. Colombia por su parte, en esa misma década, aumentó su producción científica en más de 200%, sobrepasando a la de nuestro país en los últimos años. La producción científica crece en Colombia o Brasil a una tasa cinco veces mayor que en Venezuela. El Dr. Manuel Bemporad, ilustre profesor iniciador de los estudios de computación en esta facultad y que por un tiempo se desempeñó como director ejecutivo del Capítulo Caracas, mantuvo durante varios años en AsoVAC una base de datos acerca de la producción científica venezolana publicada en revistas cubiertas por el Science Citation Index. Los datos compilados en vida por el profesor Bemporad arrojan resultados similares, un modesto crecimiento de la producción científica venezolana de poco más del 30% entre mediados de la década de los 90 y mediados de la década del 2000, en contraste con la explosión de conocimiento ocurrida en el mismo período a nivel mundial.
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==== Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales -Uruguay Feb. 2010 ====
  
Si además de ver los indicadores de producción nos fijamos también en aquellos que tienen que ver con la innovación y el uso del conocimiento en la sociedad, los resultados se muestran aún menos halagadores. A mediados de los años 90 del siglo pasado, por ejemplo, la oficina de patentes de Venezuela otorgaba unas dos mil patentes de invención al año y México otorgaba alrededor de cuatro mil. A mediados de la década del 2000 México había duplicado el número de patentes para llevarlas a ocho mil, al tiempo que Venezuela las había reducido a casi cero.
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[[Archivo:Discurso_de_Pepe_Mujica_a_los_intelectuales.pdf]]
  
Estos y otros indicadores muestran que si bien en un principio el surgimiento de instituciones científicas propició la investigación, a lo largo de las últimas décadas la relación que hemos establecido entre progreso, producción de conocimientos y generación de bienestar ha sido a lo sumo, precaria.
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==== Venezuela: la salida será por el centro, por Fernando Mires ====
  
¿Hasta qué punto los postulados que motivaron el nacimiento de AsoVAC y que se expresaron a través del surgimiento de las diversas instituciones operadoras de la actividad científica en Venezuela han resultado exitosos? ¿Cuáles son las razones?
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Fernando Mires  (Chile)
  
Este es el planteamiento que hemos considerado oportuno exponer ante ustedes en esta ocasión. Nuestra intención en la conmemoración de esta importante efeméride es motivar nuestra reflexión sobre estos asuntos de fundamental importancia para nosotros, en la búsqueda de las razones que subyacen y justifican el desempeño de nuestra labor en el campo de la ciencia.
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1. Elecciones parlamentarias son en una democracia un procedimiento formal en donde perdiendo o ganando es posible reordenar la correlación política de fuerzas mediante sustituciones y nuevas alianzas. No ocurre lo mismo en un marco determinado por una dictadura militar. En esas circunstancias las elecciones son llevadas a cabo en un ambiente lleno de miedos, incertidumbres y dudas, y por si fuera poco, en un espacio extremadamente polarizado donde no caben alternativas intermedias
  
Centremos entonces nuestra atención en la política científica.
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Las elecciones bajo una dictadura no cumplen, luego, la función de reordenar el juego político. Mediante elecciones, muchas veces fraudulentas, los dictadores buscan obtener una nueva carta que les permita aumentar su poder, esta vez por la vía de la legitimación pública. No son las elecciones, como en las democracias, un fin en sí. Son un simple medio de un proyecto que culminará con la toma del poder total. De ahí que para los dictadores las elecciones son sólo batallas que hay que ganar para, en un momento dado, destruir políticamente a sus enemigos. Esa es la razón por la cual los dictadores, en las raras ocasiones en que pierden elecciones, no reconocen los resultados.
  
Bajo la inspiración de las motivaciones expresadas por los fundadores de AsoVAC hace 60 años, se estableció en nuestro país una clara política de expansión de la capacidad humana y la infraestructura para la labor científica y técnica, extendida a lo largo del tercer cuarto del siglo pasado. Durante ese período surgieron y se desarrollaron las instituciones ya mencionadas así como los Consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico en las universidades, el programa Gran Mariscal de Ayacucho y, coincidiendo con la nacionalización de los hidrocarburos al final de ese período, también Intevep, el instituto de tecnología del petróleo.
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Mas, por otro lado, la pérdida de legitimación política – y este es el riesgo que corren los dictadores al convocar a elecciones- ha sido en muchas ocasiones el comienzo del fin de cada dictadura, a menos de que la dictadura acepte la chance de la democratización del poder, decidiéndose a compartir algunas partes de ese poder, con la oposición. Está quizás de más decir que en la historia no hay ni un solo ejemplo parecido. En efecto, es mucho más fácil que una democracia se convierta en una dictadura a que una dictadura se convierta en una democracia. Ese es también el dilema que probablemente enfrentará el gobierno militar de Chávez a partir del 26 de septiembre del 2010. Naturalmente no faltará quien opine que ese dilema es falso porque el gobierno de Chávez no es en sentido estricto una dictadura, o por lo menos, no es una dictadura clásica.
  
El objetivo fundamental de la política científica en ese lapso comprendido desde el nacimiento de AsoVAC hasta principios de los años 80 fue el de aumentar la oferta de servicios en ciencia y tecnología. Creció la oferta, pero sin que hubiera crecido en forma proporcional la demanda de esos servicios por parte de la sociedad. A pesar que desde sus inicios AsoVAC había propiciado alianzas entre el sector productor de bienes y servicios y el sector académico a través de la instauración de estructuras tales como por ejemplo FundaVAC, acercándose ya el final del siglo parecía que en Venezuela la capacidad de crear o innovar no fuera necesaria para satisfacer las necesidades de la sociedad. La producción de bienes y la provisión de servicios iban por un lado, por así decirlo, mientras que la investigación científica andaba por otro.  
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En sentido estricto, una dictadura se caracteriza por la militarización de poder político y por la concentración bajo un solo mando de los tres poderes del Estado. En el caso de Venezuela basta observar la hegemonía de los cuadros militares en los aparatos de poder, o la extrema militarización que han alcanzado las organizaciones sociales de las cuales las llamadas “guerrillas comunicacionales” son sólo el último ejemplo. La celebración de efemérides civiles con paradas militares al estilo norcoreano es otro ejemplo. La verdad, ni siquiera las dictaduras del Cono Sur llevaron a cabo una militarización tan detallada de las instituciones públicas y de las organizaciones sociales como la que está teniendo lugar en la Venezuela de Chávez.
  
Estas realidades estaban claras a principios de los 90 cuando surgieron iniciativas para acercar a todos los “factores humanos libres de prejuicios y supersticiones”, como rezaban los estatutos de AsoVAC de 1950, con el fin de “crear bienestar material y moral”, como también prometían esos mismos estatutos. Apareció el Programa de Activación, Movilización y Modernización del Sector Científico y Tecnológico Nacional, o Programa de Nuevas Tecnologías BID-CONICIT como también se lo conoció. El objetivo no era otro sino el de alinear las capacidades científicas y tecnológicas con los intereses de quienes pudieran aprovecharlas, para generar valor económico y social sobre la base de tecnologías como la informática, la biotecnología, los nuevos materiales o la química fina.
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En cuanto a la concentración autocrática del poder, y más allá de que la AN haya sido regalada a Chávez por una errática oposición, el hecho objetivo es que la AN es una dependencia más del ejecutivo. Del poder judicial ni el más empecinado chavista podría negar que se encuentra al servicio de las decisiones y ocurrencias del presidente. Los presos políticos son, por último, el trágico testimonio de la existencia de una dictadura pues como dijo una vez el ex Presidente de Costa Rica, Oscar Arias: “en una democracia no hay presos políticos”. De tal modo, no veo ningún impedimento ni político ni politológico para referirse al gobierno de Venezuela como a una dictadura militar, una más de las tantas que han asolado nuestro desdichado continente.
  
La comunidad científica se fue haciendo más compleja a medida que crecía y se diversificaba. Surgió en la UCV la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria, APIU, y la Sociedad Galileana en la USB. Hacia el último cuarto del siglo XX, cerca de dos tercios del conocimiento científico originado en Venezuela provenía de las universidades; las comunidades de investigadores, conjuntamente con AsoVAC, fueron identificando nuevos problemas y oportunidades. Una severa crisis universitaria ocurrida a finales de la década de los 80 reveló la necesidad de lograr mayor reconocimiento social a la labor de generación de conocimiento científico. De la conjunción de ese interés con el de aumentar la productividad de la investigación científica nació en 1990 el Programa de Promoción del Investigador. Habiendo contribuido en efecto al aumento de la producción científica en nuestro país, suponemos que este programa aún existe, aun cuando las convocatorias no hayan ocurrido y el pago de becas a los investigadores acreditados tampoco.
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Después de todo, la gran mayoría de las dictaduras han sido plebiscitarias. Se argumentará quizás que el gobierno de Chávez no es dictadura porque no es plebiscitario sino electoral. Falsa afirmación: Chávez ha convertido cada elección en un plebiscito en torno a su persona. En Venezuela se vota a favor o en contra de Chávez; así de simple.
  
Los procesos de acercamiento de la oferta científica con la demanda social continuaron avanzando por diversas vías. Hubo fondos provenientes de la privatización de empresas públicas y ruedas de negociación, por ejemplo, cada una de estas rutas alcanzando su propia nota en la calificación de los resultados alcanzados. Pero entre las características más resaltantes del período finisecular estuvieron las agendas de innovación, un mecanismo para involucrar a investigadores, usuarios y beneficiarios del conocimiento como actores sociales diversos que, concertando acuerdos y compromisos, armonizaran intereses en torno a problemas comunes para generar conocimientos, tecnologías e innovación. Como lo expresaba el presidente del Conicit de la época, se trataba de incluir a los pares y a los impares en la atención de problemas complejos de carácter social, económico, político o ambiental.
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2. No obstante, todas las dictaduras alcanzan, tarde o temprano, su periodo de descenso. En ese sentido algunos comentaristas venezolanos, basados en recientes encuestas, opinan que la dictadura de Chávez ha comenzado a vivir su fase terminal. Sin embargo, basar opiniones en encuestas es en política algo arriesgado, sobre todo si estamos hablando de un líder como Chávez quien ha demostrado, y más de una vez, capacidad para revertir encuestas, aún al precio de amenazar con prisión a los contrincantes. Recursos monetarios le sobran, y los medios de propaganda y coerción que maneja, son múltiples.
  
En ese marco de referencia, nuestra entrada al nuevo milenio coincide con la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, por la vía del decreto presidencial con rango y fuerza de Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, promulgado dentro del paquete de leyes habilitantes del año 2001. Al margen de la muy rica discusión acerca de lo adecuada que pudiera resultar la sectorización de la ciencia y la tecnología siendo éstas transversales al desempeño humano, o las consecuencias de la eliminación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y su sustitución por un Observatorio y un Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, la LOCTI generó grandes expectativas. Más aún luego de su reglamentación y los resultados auspiciosos logrados en los ejercicios fiscales del 2006 y 2007, únicos años tras los cuales se publicaron cifras, que constituyeron prueba fehaciente, tanto para el sector académico como para el productor de bienes y servicios, del potencial de la LOCTI para la conformación de un verdadero sistema de ciencia, tecnología e innovación en nuestro país, con impacto sostenible para el desarrollo productivo de la sociedad sobre la base del conocimiento.
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Hay que reconocer, no obstante, que para Septiembre del 2010 los candidatos que enviará Chávez a la palestra pública no las tendrán todas consigo. No sólo porque el país atraviesa una profunda crisis económica y energética, irrecuperable a corto plazo. No sólo porque sus candidatos ostentan un bajísimo nivel político. No sólo porque después de 11 años el mandatario no ha podido, quizás no ha querido, resolver los problemas más inmediatos de la sociedad venezolana, entre ellos el sistema hospitalario y la seguridad pública. Además, y por si fuera poco, Chávez ha unido el destino de su nación al de otra nación en bancarrota económica, política y moral: la Cuba de los Castro, hasta el punto que el siniestro hermano menor opina que Venezuela y Cuba son cada vez más “la misma cosa”.
  
Secretaria General, me correspondería ahora identificar en forma sucinta la orientación de la política científica en el momento actual. Como veremos, cumplir con este propósito me enfrenta con una tarea que no está exenta de dificultades.
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Intentar ganar elecciones ofreciendo como alternativa el modelo cubano es un desatino increíble. Pero además de eso, el más grave problema para Chávez es que no sólo necesita ganar. Para que su proyecto de totalización del poder pueda ser posible, necesita, sobre todo, ganar de un modo abrumador, o como dice en su tierno lenguaje, necesita “pulverizar a la oposición”. Y ese objetivo, por lo menos hasta el día en que se escriben estas líneas, parece inalcanzable. Veamos:
  
En octubre de 2005 se publicó el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2005-2030. Tuvo existencia efímera y fue relegado al olvido tras el lanzamiento de la Misión Ciencia en febrero de 2006. El sitio web gubernamental que describe las dos o tres docenas de misiones existentes informa que ésta persigue “modelar una nueva cultura científica y tecnológica que aborde la organización colectiva de la ciencia, el diálogo de saberes y la participación de diversidad de actores en el ámbito del desarrollo científico-tecnológico del país, con la finalidad de alcanzar mayores niveles de soberanía”. También establece que la Misión Ciencia persigue realizar el Proyecto Nacional Simón Bolívar Primer Plan Socialista 2007-2013, orientado hacia la construcción del socialismo del siglo XXI a través de siete directrices: (i) nueva ética socialista, (ii) la suprema felicidad social, (iii) democracia protagónica revolucionaria, (iv) modelo productivo socialista, (v) nueva geopolítica nacional, (vi) Venezuela, potencia energética mundial y (vii) nueva geopolítica internacional. El proyecto nacional y socialista del gobierno bolivariano se dio a conocer en septiembre de 2007 y ha venido orientando la gestión pública desde entonces, aun después del referéndum de reforma constitucional conducido en diciembre de ese mismo año, en el que el voto popular rechazó varios de sus contenidos, en particular los referidos a la nueva geometría del poder y el modelo socialista de producción.
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De las elecciones de Septiembre del 2010 pueden surgir cuatro alternativas. La primera es que efectivamente Chávez obtenga una mayoría abrumadora. Si esto ocurre el destino de la nación tendrá sus días contados. El de la oposición, y sobre todo el de la disidencia, también. Ya hablaremos de eso.
  
Vistos los lineamientos del proyecto nacional y socialista, la política científica actual responde entonces al objetivo de reducir toda la actividad de la sociedad venezolana, circunscribiéndola dentro de los límites impuestos por un sistema económico rígido y cerrado, centralmente planificado, en el que la propiedad y administración de los recursos y los medios de producción ocurra exclusivamente bajo el control del Estado. La política científica actual es por lo tanto esencialmente ideológica y de naturaleza necesariamente sectaria, en la medida que excluye esquemas diferentes o actores distintos a los establecidos por la planificación central.
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La segunda alternativa es que la oposición pierda, pero obteniendo un porcentaje respetable de votos, digamos, no menos o alrededor del 45%. Si eso ocurre, se mantendrá hasta el 2012 -cuando tengan lugar las elecciones presidenciales- el neurótico empate que caracteriza la vida política de Venezuela. En esa dirección, aún perdiendo, la oposición podría obtener algunas ganancias relativas: aumentar por ejemplo su presencia discutitiva en la AN, o abrirse a futuras deserciones que ocurrirán en el campo chavista, y no por último, como siempre sucede en elecciones parlamentarias, generar nuevos liderazgos con vistas al 2012.
  
En enero de 2010 la Asamblea Nacional aprobó en primera discusión la modificación de la LOCTI, para prescindir del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y convertir los aportes económicos de las empresas al desarrollo científico y tecnológico en una tributación directa, generando de esa manera recursos que serían administrados centralizadamente por el FONACIT. Tal como está planteada, la reforma cambia por completo el sentido, fundamentos y alcances de la LOCTI en su concepción actual. Deshace las relaciones de cooperación que ese instrumento legal busca estimular y que comenzaban a construirse entre el sector privado, las universidades y los institutos de investigación, derrumbando además la vieja aspiración de la comunidad científica nacional de participación activa en el proceso de transformación del país mediante el esfuerzo conjunto de creadores y transmisores de conocimiento, el sector productivo y los planes y programas del Estado.  
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La tercera alternativa sería muy buena para la oposición, y es que, dado el sistema truculento que inventaron los secuaces de Chávez para hacer imposible un triunfo de la oposición (Ley Orgánica de Procesos Electorales), podría ser posible que la oposición obtenga la mayoría nacional, pero no la mayoría parlamentaria. En esas condiciones la pérdida de legitimidad no sólo de la AN sino, además, del propio gobierno, sería enorme.
  
El avance tecnológico requiere de iniciativa, emprendimiento y participación conjunta de creadores, usuarios y beneficiarios del conocimiento. La reforma de la LOCTI propuesta por la Asamblea Nacional va en el sentido contrario, limitando los mecanismos de participación colectiva y convirtiendo los recursos que debieran destinarse en forma amplia al fortalecimiento de la ciencia y la tecnología como bases del desarrollo nacional, en fondos de uso discrecional, dependientes de decisiones exclusivas del Ejecutivo. Restringe las libertades que son fundamentales para la ciencia, la literatura o el arte, igualmente válidas para toda forma de expresión y actuación de las personas y que constituyen la base de nuestra cultura, la democracia y los derechos humanos universalmente aceptados.
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La cuarta alternativa significaría para la oposición un verdadero triunfo histórico: obtener la mayoría nacional y la mayoría parlamentaria a la vez. Se trata, por cierto, de un objetivo dificilísimo, mas no absolutamente imposible. Si eso ocurriera, la dictadura, aunque no el gobierno de Chávez, habría llegado a su fin.
  
Señoras y señores, parece estar clara a estas alturas la enorme disociación entre los conceptos acerca de la ciencia y la tecnología que manejan los miembros de la élite política gubernamental por un lado y la gente y los miembros de comunidad científica por el otro. Los lenguajes son diferentes, pero incluso en muchos casos las informaciones que se manejan son también discordantes, lo cual constituye un serio obstáculo para el avance de la ciencia en el país. Un ejemplo de esto es la magnitud del gasto público en ciencia y tecnología, que según información oficial alcanza el 3% del producto interno bruto. Resulta contradictorio sostener que en Venezuela se estaría invirtiendo el 3% del PIB en investigación y desarrollo o en ciencia y tecnología, cuando los presupuestos de las universidades son precarios, las remuneraciones de los investigadores en Venezuela son bajas estimulando su emigración y las bibliotecas universitarias venezolanas no disponen de recursos que les permitan siquiera pagar las suscripciones.  
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En síntesis, de las cuatro alternativas Chávez tiene solo una positiva. La oposición en cambio cuenta con una sola alternativa muy mala, con una buena, con una ni tan buena ni tan mala y con una extraordinaria. Vale la pena jugarse.
  
Sin posibilidad de acceso a equipos, insumos o información científica, no hay posibilidad alguna de sostener actividad en CyT o IyD. ¿Contribuye la compra de textiles en China al desarrollo de la industria textil en Venezuela? A menos que consideremos como inversión en CyT la instalación de productos o servicios tales como satélites de comunicaciones adquiridos en el exterior, los infocentros o la automatización de la gestión gubernamental, la inversión en CyT en Venezuela está muy lejos de ser 3% del producto interno bruto. Todos estos servicios, independientemente de su gran utilidad o su enorme valor social, no constituyen inversiones en IyD ni forman parte de la actividad de la CyT en Venezuela, aunque posiblemente contribuyan a engrosar, junto a la cooperación de toda índole con otros países, ese 3% del PIB como gasto público en CyT que reportan las cifras oficiales.
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O para decirlo en pocas palabras: las probabilidades de que la dictadura de Chávez no quede bien parada después de Septiembre del 2006 y que a partir de esa fecha comience su fase de descenso, no son pocas. Lo cierto es que el resultado de las elecciones del 2010 será muy decisivo para el año 2012
  
La panorámica que hemos ofrecido del pasado reciente y el momento actual establece enormes retos y plantea importantes preguntas para AsoVAC luego de cumplidos sus primeros 60 años. La más fundamental de todas posiblemente sea si los programas que mantiene AsoVAC son los apropiados para atender los desafíos que tenemos por delante. Más aún ¿Es adecuada la estructura, organización y operatividad de AsoVAC para afrontar los tiempos que vivimos? Si no estamos en capacidad de responder hoy estas preguntas quedaría confirmada la hipótesis de que la reflexión acerca de ellas es urgente y necesaria.
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Pensar en el 2012 en medio del 2010 es, por supuesto, un error político. Pero no es un error politológico, y vale la pena aclarar la diferencia. Desde el punto de vista político lo único que debe hacer la oposición es concentrar todos sus esfuerzos para obtener un triunfo electoral. No tiene por lo demás otra alternativa. Desde el punto de vista politológico, que no es el de los políticos sino el de los analistas de la política, hay que barajar todas las posibilidades, analizar todos los escenarios y extraer todas las consecuencias posibles. El analista que escribe sólo de acuerdo al escenario político inmediato es un mal analista, de la misma manera que el político que piensa en plazos demasiado largos es un mal político. La política es presente y nada más que presente.
  
Estimados colegas y apreciados amigos, mientras preparaba ayer estas palabras ocurría un evento muy significativo. Una dama de 82 años que cuando adolescente sobrevivió los campos de concentración nazis y llegó luego a dirigir el parlamento europeo, se incorporaba a la prestigiosa Académie Francaise. Simone Veil, que consagró su vida a la lucha social y sobre todo al combate por reivindicar los derechos de las mujeres, se convierte en la sexta mujer que ingresa a la Academia Francesa, integrada por cuarenta científicos, artistas e intelectuales. Al acto de incorporación asistió el presidente Sarkozy y recibió la espada ceremonial que distingue a los miembros de esa Academia de manos de dos expresidentes, Jacques Chirac y Valéry Giscard d’Estaing. Entre sus obras se encuentra “Opresión y Libertad”, publicada en 1955. Llama la atención que en su discurso de incorporación afirmara: “El método en las ciencias y la purificación de la vida personal son las dos condiciones de la verdad”. Con el ingreso de Simone Veil a la Academia Francesa la espada de la libertad resplandece como nunca.  
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Ahora, desde el punto de vista politológico, y no desde el político, es posible suponer que a partir de las elecciones de septiembre del 2010 existirán condiciones para que comience, definitivamente, el periodo de descenso de la dictadura de Chávez.
  
La historia, como decíamos al comienzo de estas palabras parafraseando a Hegel, es el relato del desarrollo de la libertad humana. Libertad para desarrollar nuestro espíritu y para perseverar en la generación del conocimiento y la búsqueda de la verdad.
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Mi otra afirmación – que es a la vez la tesis central del presente artículo- es que la redemocratización de la política venezolana deberá ocurrir a través del centro político y no a través del polo que representa el anti-chavismo más radical. ¿En qué baso esa afirmación? Primero, en muchas experiencias históricas. Segundo, en que en Venezuela no sólo existe una oposición políticamente constituida sino, además, una disidencia representada en estos momentos por los sectores que siguen al chavismo constitucional del gobernador del Estado Lara, Henry Falcón. Esto significa que en Venezuela se dan todas las condiciones para que –más temprano que tarde- tenga lugar una relación dialéctica entre oposición y disidencia, relación que es, a la vez, el preámbulo del descenso de toda dictadura. La tercera razón es que el ambiente internacional, sobre todo el latinoamericano, es y será cada vez más desfavorable para un proyecto radical y polarizante como el que representa Hugo Chávez. Vamos entonces por partes.
  
Feliz aniversario, larga vida a AsoVAC y muchas gracias.
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3. Antes que nada hay que constatar que el tema relativo al descenso de las dictaduras no ha sido una ocupación predilecta de la teoría política. A diferencia de la abundante literatura que existe acerca del tema de la articulación y ascenso de los movimientos nacionalistas y populistas que han llevado al establecimiento de dictaduras, el del descenso y de la desarticulación política de las dictaduras ha sido tratado con cierto descuido. Razón inexplicable pues acerca de ese tema existe un nutrido aporte historiográfico.
  
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Uno de los pocos autores que ha tratado el tema del descenso dictatorial desde una lúcida perspectiva teórica ha sido Nicos Poulantzas en su ya antiguo pero siempre actual libro “La crisis de las dictaduras: Portugal, Grecia y España”. En ese texto Poulantzas hace algunas constataciones básicas que son perfectamente traspasables a otras experiencias históricas. Una de ellas es que la condición del descenso dictatorial surge cuando en el “bloque en el poder” aparecen notorias fracciones o rupturas (disidencias). Otra, es que esas fracciones se articulen con la oposición democrática al régimen, teniendo lugar así una alternativa “centrista”. Por último, para Poulantzas –marxista al fin- el proceso de democratización política es inseparable de la modernización económica que tiene lugar a nivel internacional. Todas esas condiciones se dieron efectivamente en el descenso de las dictaduras sur-europeas.
  
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Si no hubiese aparecido la disidencia interfranquista representada por el habilidoso falangista Adolfo Suárez; si no hubiese aparecido la disidencia militar al interior del ejército colonial de Oliveira Salazar; si la oficialidad joven de Grecia no hubiese desobedecido a los “coroneles”, la democratización de esas naciones no habría sido posible sin pasar por los traumas de cruentas guerras civiles. En todos esos casos la salida ocurrió no por los extremos sino por el centro.
  
==== Discurso del Presidente de la República ante la Asamblea General del Uruguay el dia de su toma de posesión ====
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Del mismo modo, la segunda ola democratizadora (Hungtinton) que fue la ocurrida en la URSS y en sus satélites de Europa Central y del Este, también fue posible gracias a las disidencias que tuvieron lugar al interior de las Nomenklaturas (clases dominantes de Estado).
  
Discurso de José "Pepe" Mujica  [[Media:Discurso_de_José_Mujica.pdf]]
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La caída de las dictaduras comunistas comenzó a vislumbrarse desde el momento en que al interior del Partido Comunista Soviético, Gorbachov, un hombre del régimen, pasó a ser el portador de una disidencia intra-dictatorial. No fue, por lo tanto, la heroica resistencia anticomunista sino el pragmatismo gorbachiano el hecho que permitió el enlace entre la oposición interna y la disidencia externa. De igual manera, en Polonia, la alianza entre Iglesia y Solidarnosc no habría servido de nada si es que algunos miembros de la Nomenklatura, entre ellos el propio general Jaruzelski, no hubiesen tomado contacto con la masiva resistencia democrática de la nación. Pero quizás el caso más dramático ocurrió en la RDA, cuando el dirigente comunista Egon Krenz mandó abrir el nefasto muro de Berlín oponiéndose así a las decisiones genocidas de Honecker y su esposa Margot. Tanto en ese, como en otros casos (habría que agregar Hungría y Checoeslovaquia) la salida fue por el centro, o lo que es parecido: de ese enlace, muchas veces fortuito, entre la disidencia interna y la oposición externa.
  
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De la misma manera, la tercera ola democratizadora del siglo veinte, que fue la ocurrida en América Latina de los años ochenta del pasado siglo, sobre todo durante el declive de las dictaduras del Cono Sur, tuvo como portadores a estadistas representantes del centro político. El demócrata-cristiano chileno Patricio Alwyn fue incluso uno de los impulsores del golpe de Estado de Pinochet, pero a la vez tuvo que ponerse, mucho después, a la cabeza de la democratización del país. En Argentina, la democratización no podía ser llevada a cabo por los peronistas, eternos contrincantes del Ejército. Fue Raul Alfonsín, del Partido Radical, quien tuvo que asumir la salida institucional centrista de la nación. Lo mismo ocurrió en el Uruguay de José María Sanguinetti. En todos estos casos, la salida ocurrió por el centro y no desde la oposición radical.
  
==== Política de la Decencia (Un homenaje a Óscar Arias) ====
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Que la salida de una dictadura ocurra por el centro y no por los extremos, es el motivo por el cual algunos dictadores, dándose cuenta del peligro que representan las posiciones centristas, han atacado con más furia a los representantes del centro político que a la propia oposición. Recordemos que en Nicaragua, Pedro Joaquín Chamorro fue enviado a asesinar por la dictadura somocista. Lo mismo ocurrió en Filipinas con el político centrista Benigno Aquino, enviado asesinar por la dictadura de Ferdinand Marcos. En El Salvador, el asesinado Monseñor Óscar Arnulfo Romero representaba las posiciones del centro democrático y no las ultra-radicales del Frente Farabundo Martí, y así sucesivamente.
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Fernando Mires  (Chile)
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1. La decencia en la política
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4. También Hugo Chávez, a quien nadie puede negar su casi innata astucia política, ha advertido el peligro que porta consigo la disidencia interna “centrista” que representa, entre otros, el gobernador Henry Falcón.
  
Los políticos son personas representativas. Con su dicción nos representan en ese escenario público que es el de la política. Pero cada persona representada es un pluriverso formado por pasiones, ideales, ideologías e intereses. Es por eso que hay políticos apasionados, idealistas, ideológicos, o simplemente delegados de fracciones de esa ficción necesaria llamada voluntad popular. Ahora, como ocurre en todas las profesiones, hay políticos que actúan de modo indecente y otros que destacan por su decencia. Afirmación que lleva a explicar, primero que nada, que es lo que aquí se entiende por decencia en la política.
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La brutalidad con que Chávez ataca a su antiguo aliado ya no tiene límites. Su propósito nada oculto es sacarlo de su camino lo más pronto posible. Quizás, desde los rincones más oscuros de su inconsciente político, advierte Chávez que Falcón, atrincherado en el PPT, puede llegar a convertirse en el catalizador de una creciente disidencia interna la que si logra enlazar con la oposición externa llevará al fin de la era chavista. O quizás presiente Chávez que Falcón puede ser el tumor visible de un cáncer cuyas metastasis se ramifican al interior del organismo del régimen, tumor que hay que extirpar lo más pronto posible. En cualquier caso, con Falcón o sin Falcón, no podrá evitar Chávez que su descenso sea signado por el acuerdo que logre alcanzar la oposición externa con la disidencia interna (o inter-chavista). La salida será, nuevamente, por el centro.
  
Nótese que escribo “decencia en la política” y no “moral en la política”. La elección de la palabra decencia y no de la palabra moral no es casual. Por supuesto, ambas nociones se cruzan y a veces significan lo mismo. No se puede, efectivamente, ser indecente y moral; o inmoral y decente. Sin embargo, hay leves diferencias que para el caso son importantes.
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Falcón y quienes les siguen puede que sepan que el momento para comenzar el juego dialéctico entre disidencia y oposición todavía no ha comenzado. Ese juego deberá darse a partir de los resultados de Septiembre del 2010. Lo que sí seguramente saben, es que la salida será por el centro. Lo que por otra parte nadie sabe, es si la disidencia cautivará el corazón de la oposición o será la oposición la que atraiga hacia sí a la disidencia. Eso dependerá de factores que en estos momentos son imposibles de pronosticar. Pero si Falcón posee al menos la mitad del instinto político de Chávez, podrá darse cuenta que lo peor que puede suceder tanto a él como al PPT, es que los candidatos de Chávez obtengan una mayoría abrumadora en las elecciones de Septiembre. Si eso ocurre, Chávez aprovechará el momento para “depurar” sus fuerzas, y enviar a PPT a la oposición a formar otro partido socialdemócrata, de los que ya abundan en Venezuela. A Falcón le imputarán cualquier delito (conspiración, corrupción, magnicidio) y el Presidente, como ya es su costumbre, dictará sentencia desde la televisión, la que ejecutarán en un santiamén sus solícitos jueces (así funciona “la democracia” en Venezuela)
  
La moral se refiere en general a un determinado código. No hay moral sin un código moral, código que pre-escribe y pre-condiciona el comportamiento de quienes lo acatan. En cambio no hay un código de la decencia. Eso quiere decir que la decencia está mucho más cerca de la práctica cotidiana que la moral. La decencia es siempre decencia con los, y para los demás. Y si a su vez aceptamos que la política tiene lugar a través de un nos-otros y en contra de un vos-otros, la decencia va dirigida principalmente a quienes nos adversan: los otros. Porque convengamos, política es lucha política de unos contra otros.
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Pero por otra parte es imposible dejar de advertir que en la Venezuela de nuestro tiempo, la primera gran derrota electoral de Chávez, ocurrida en el referendum del 2007, estuvo precedida por dos quebraduras disidentes de alta significación. Una política y otra militar. La política fue la deserción de Podemos y de su líder Ismael García. La militar fue la del general Raúl Isaías Baduel quien todavía paga su osadía en prisión. Ahora, las elecciones parlamentarias del 2010 ya están precedidas por dos, si no deserciones, por lo menos dos disidencias de tanta o mayor magnitud que las ocurridas el año 2007: la de Henry Falcón y la del general Antonio Rivero. Si bien este último carece del carisma que poseía Baduel al interior del Ejército, las razones de su disidencia son muchísimo más graves: la entrega de la soberanía nacional a militares cubanos. De tal manera que si uno creyera en cábalas, podría pensarse que las disidencias nombradas anuncian una nueva derrota de Chávez. Pero el análisis político no tiene nada que ver con cábalas. Lo único que es posible advertir es que todo indica que la salida será, alguna vez, por el centro. Las condiciones ya están dadas.
  
No hay política sin polémica, sin conflicto, sin antagonismo. La política es lucha por el poder político –lo sabemos desde Maquiavelo, pasando por Weber y Schmitt, hasta llegar a Rancière y Mouffe- y desertar de esa lucha es abandonar la política. Pero ¿cómo conservar la decencia en medio de esa lucha que a veces no da cuartel? La respuesta no puede ser más sencilla: manteniéndonos dentro de los límites de la lucha política. La indecencia en política significaría en ese sentido traspasar los límites de la política. Eso quiere decir que en política todo está permitido si los medios que se usan son políticos. Y si observamos bien el problema, podríamos concluir en que la política no se diferencia demasiado del fútbol, o de otro juego colectivo, o para decirlo al modo de Wittgenstein: la política es un juego cuyo juego implica el conocimiento de las reglas del juego.
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Por si fuera poco existe al interior de la oposición un fuerte potencial centrista. La hegemonía política de la oposición no está formada, en efecto, por partidos de derecha sino más bien por partidos que en cualquiera democracia normal serían calificados como partidos de centro izquierda y centro-centro. La derecha a la que se refiere Chávez con tanto ahínco, tiene una existencia política altamente precaria. Tampoco existe en Venezuela una oligarquía económica. Hay por cierto, como en todo país, personas adineradas, de las cuales muchas son chavistas, pero están lejos de constituir una oligarquía o una burguesía en el sentido social del término. En fin, en Venezuela no hay fuertes corporaciones agrarias como las del “interior” de Argentina o las asociaciones cafetaleras de Colombia, ni tampoco un empresariado pujante como en Brasil o Chile. En un Estado rentista, como es el venezolano, la única oligarquía posible es la “clase de Estado” que controla el petróleo, clase a la que los venezolanos llaman “chavo-burguesía”. Y Hugo Chávez es el máximo oponente de esa nueva “clase en el poder” (oligarquía de Estado), de las que nos habla el mencionado texto de Poulantzas.
  
De la misma manera que en el fútbol donde si un jugador aplica las reglas del rugby debe hacer abandono del juego, un político que usa en la política los medios del comercio, de la religión, de la vida privada, o – la indecencia más grande- de los ejércitos, debe ser sacado lo más pronto posible del juego. Cada juego tiene sus reglas y cada regla tiene sus juegos. Por lo tanto, la decencia política no es igual a la decencia privada.
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5. Para Poulantzas, la última razón que lleva al descenso de las dictaduras reside en el contexto internacional. De acuerdo a su visión teórica marxista, el desarrollo de la economía capitalista a escala mundial había penetrado al interior de países como España, Portugal y Grecia, produciéndose así una inadecuación entre la superestructura política equivalente a estructuras agro-oligárquicas, y la modernización económica.
  
En cierto modo la decencia en política puede ser entendida como una traducción de la moral general en el idioma de la política. De ahí se deduce que para ser decente en política no es necesario subordinar la política a la moral general sino que basta regirse por la moral que es propia al juego político.
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Dejando de lado ciertas interpretaciones mecanicistas en las que incurrió Poulantzas, hay que rescatar la idea de que en el contexto europeo los gobiernos dictatoriales que regían esos países constituían una rémora difícil de soportar. Ampliando esa interpretación hacia las revoluciones anticomunistas de 1979-1980, es posible convenir que lo que buscó Gorbachov, en una primera instancia, no fue el fin del comunismo, sino la europeización económica y tecnológica de la URSS, hecho que pasaba por la modernización de las arcaicas estructuras correspondientes al periodo de la industrialización pesada, pero no al de la industria digital, plano en que la URSS se encontraba muy atrasada. Y nuevamente ampliando la interpretación de Poulantzas, esta vez hacia el caso latinoamericano, podemos advertir que el descenso de las dictaduras del Cono Sur comenzó a tener lugar cuando éstas dejaron de cumplir un papel funcional en la lucha en contra de un enemigo que ya no existía más: el comunismo. En fin, en los tres casos mencionados hay una cierta relación de correspondencia entre los imperativos que demanda el contexto internacional y la existencia de estructuras políticas arcaicas.
  
Un político que subordina la acción política a la moral general puede producir enormes catástrofes. Imaginemos que Churchill y Roosevelt no hubieran aceptado conversar con Stalin debido al hecho de que éste era un asesino tanto o más despiadado que Hitler. Luego, subordinar la política a la moral puede ser algo sumamente inmoral, tan inmoral como subordinar la moral a determinadas correlaciones de fuerza. En este sentido la decencia en la política se caracteriza como una actitud que tiende a mantener el equilibrio entre el dictado moral y la perspectiva política. De tal modo que no sería errado decir que el mantenimiento de ese equilibrio es lo que llamamos decencia política, y eso significa simplemente, actuar con decencia sin que la política deje de ser política.
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Ahora bien, si se analiza el discurso político supuestamente “antimperialista” de los Castro, Chávez, y sus aliados del ALBA, lo primero que salta a la vista es el enorme grado de regresividad histórica que comporta. En efecto, tanto los hermanos Castro como Chávez representan gobiernos de la Guerra Fría, pero sin Guerra Fría. Si ese discurso antagonista de Guerra Fría pareció funcionar durante la era de Bush, con Obama funciona de modo muy defectuoso. Debido a esa razón Chávez ha decidido trasladar sus imaginarios antagonismos ya no tanto en contra de “el imperio”, sino en contra de Colombia.
  
Ahora bien, creo que pocos políticos han practicado el juego político con tanta decencia como el Presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, decencia que ha quedado de manifiesto en los últimos discursos y declaraciones del gobernante.
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En los momentos en que escribo estas líneas, Chávez se encuentra interviniendo directamente en las elecciones presidenciales del vecino país, atacando al candidato del uribismo, Juan Manuel Santos, quien habla el mismo lenguaje agresivo y militar de Chávez. Resulta así evidente que lo que más podría convenir a Chávez, a fin de impedir una salida democrática “centrista” en su país, es erigirse como el salvador de la patria amenazada por la “intervención” extranjera. En ese sentido, Santos se adapta perfectamente al rol del agresor que requiere Chávez, del mismo modo como Chávez se adapta al rol del agresor que requiere Santos. Y al llegar a este punto, permítaseme jugar con una hipótesis: ¿Contra quién va a dirigir Chávez su política agresiva sin en lugar de Santos llega a la presidencia de Colombia el extraño candidato Aurelijus Rutenis Antanás Mockus quién, además, habla un lenguaje políticamente centrista, o por lo menos despolarizante, lenguaje que Chávez no entiende? Analizando el tema desde esas perspectiva, lo peor que podría ocurrir a Chávez es que las elecciones colombianas no sean ganadas por Santos. Estaríamos así frente a una muy interesante ironía histórica. Si se da tal situación, la salida por el centro quedaría mucho más abierta que antes. Pero esa es sólo una hipótesis y, en ningún caso, una tesis.
  
2. La amenaza antidemocrática del siglo XXl
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Para que quede claro: no me referiré en estas páginas al Óscar Arias mediador que dirigió las conversaciones para pacificar los conflictos militares en América Central, sobre todo en Nicaragua y El Salvador, razón por la cual fue honorado por el premio Nobel de la Paz en 1987. Tampoco me referiré al Óscar Arias de la crisis de Honduras del 2009. Tampoco me referiré a Óscar Arias como gobernante, tarea por la que debe ser evaluado por los costarricenses. En esas diferentes actividades Óscar Arias ha brillado por sus dotes diplomáticas y por su capacidad negociadora; de eso no cabe duda. Sin embargo, ni la diplomacia ni la gobernabilidad son tareas esencialmente políticas, y si lo son, corresponden al espacio menos político de la política.
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PS.      Puede que deba una explicación, y es la siguiente: el centro en política no tiene nada que ver con un centro geométrico. Tampoco tiene que ver con una práctica de concesiones mutuas, ni mucho menos con una política de la ambigüedad. El centro en política es un punto de encuentro entre dos fuerzas –en este caso, la disidencia y la oposición- que descubren que para seguir existiendo deben unirse frente a un enemigo común. Luego, ese centro no está dado. Debe ser buscado.
  
Como mediador Arias estaba obligado a no tomar partido por ninguna de las partes en conflicto. Y no puede haber algo menos político que no tomar partido. Además, como todo gobernante que se precie de serlo, debía gobernar para todos los ciudadanos de su nación, fueran ellos de gobierno o de oposición. La diplomacia y la gobernabilidad son, desde luego, tareas muy importantes para el mantenimiento del juego político pero no son en sí, políticas. Esto es importante remarcarlo.
 
  
Al Óscar Arias a quien me referiré entonces es al gobernante que llegada la hora de despedirse de su cargo, ya liberado de las responsabilidades que implica la mediación y el dialogo, asume una posición defensiva y combativa a la vez, en contra de los nuevos enemigos de la democracia en América Latina.
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==== Sector_agropecuario_Cuba.pdf‎ ====
  
Pocas veces un Presidente ha sido tan preciso como Arias al momento de marcar el terreno entre las fuerzas que se enfrentan y enfrentarán en el futuro inmediato: las de la democracia y las de la antidemocracia. Se trata de una nueva línea divisoria que tiene poco que ver con la lucha entre las derechas y las izquierdas. Después de todo, ni derechas ni izquierdas tienen en América Latina un pasado democrático que les permita sentirse demasiado orgullosas de sí mismas. La línea que traza Arias en cambio, cruza tangencialmente a izquierdas y derechas. Es, entiéndase bien: “otra” lucha.
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Por lo tanto, al Óscar Arias al que me referiré, es al combatiente político que, tomando partido por la democracia y en contra de sus enemigos, propone alinear posiciones en el espacio del juego internacional llamando tácitamente a formar un frente (donde tengan cabida gobiernos de izquierda y de derecha) en contra de la amenaza antidemocrática que representan –digámoslo sin rodeos- los gobiernos del “socialismo del siglo XXl” comandados por Cuba y Venezuela. Gobiernos que si bien, sobre todo en sus fases de ascenso han contado con considerable apoyo popular, portan consigo la impronta de nuevos autoritarismos e incluso de formas dictatoriales que después del fin de la Guerra Fría parecían haber sido superadas.
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3. ¿Qué hicimos mal?
 
  
El llamado de Óscar Arias comenzó a tomar forma el año 2009 a través de un discurso pronunciado en la Quinta Cumbre de las Américas, en Trinidad Tobago, el 18 de Abril del 2009. En esa ocasión dijo: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el Presidente de los Estados Unidos es para pedirle cosas o reclamarle cosas. Casi siempre es para culpar a los Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros”. Esas frases no pueden ser separadas de su contexto histórico.
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==== Discurso de recepción ====
  
Era la primera vez que los gobernantes latinoamericanos se reunían con el Presidente Obama y muchos no querían perder la oportunidad de dar fe pública de vocación anti-imperial. Sobre todo uno, quien obsequió a Obama el quejumbroso libro de Eduardo Galeano “las venas abiertas de América Latina”, libro destinado a demostrar que los latinoamericanos son eternos menores de edad, víctimas inocentes de los EE UU. Pero la alocución de Óscar Arias les aguó definitivamente la fiesta.
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Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Úslar Pietri 2010
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Novela ganadora: Blue Label /Etiqueta Azul
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Por Eduardo Sánchez Rugeles
  
Ya la simple pregunta (¿Qué hicimos mal?) desactiva la paranoia anti-imperial de algunos gobernantes. Y escribo paranoia no como metáfora ni como analogía, sino en el exacto sentido del término. Desde esa perspectiva cabe diferenciar los daños que ha causado EE UU en el periodo de la Guerra Fría, que admitámoslo, no son pocos, de la presencia de una potencia destinada a destruir Latinoamérica que es la imagen alucinada que buscan expandir los gobernantes del ALBA.
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Asuntos urgentes demandan nuestra reflexión. En esta oportunidad, no me pronunciaré en torno a los posibles méritos o deficiencias de una novela llamada Blue Label/Etiqueta Azul. El difícil arte que supone hablar de sí mismo exige un sentido de la humildad, la economía de medios y la autocrítica que, en ocasiones, dada la ambigüedad de las actitudes humanas, suele confundirse con la prepotencia. Si Arturo Uslar Pietri, con fina ironía, declinó hablar de sus Las Lanzas Coloradas en el ensayo Hombres y letras de Venezuela, no pretendo refutar esa lección. En esta ceremonia, podría improvisar una sugerente reflexión sobre los motivos, complejos, pesquisas e intuiciones que, actualmente, configuran la escritura en América; podría, en ejercicio lúdico, ofrecer un desmontaje pseudoerudito del canon de nuestra historia literaria; podría imitar los ejemplos de Roberto Bolaño, Vila-Matas o Vallejo y, alternativamente, exponer transgresiones sagaces, ironías metaliterarias o invectivas tremendistas. Los últimos sucesos, sin embargo, me obligan a utilizar la literatura como mero contexto. Hoy debo hablar de otros asuntos. La revisión fragmentaria de los ensayos de Arturo Uslar Pietri permite apreciar, a primera vista, los avatares de una obsesión; obsesión que ha sido el epicentro de recientes insomnios, monólogos inconclusos, refutaciones silentes y paradigmas revocados. En esta oportunidad, sin falsos entusiasmos ni militancia maniquea, pretendo ofrecer algunas consideraciones en relación con la más aguda de todas las mortificaciones de Arturo Uslar Pietri: hoy, debo hablar de Venezuela. Desde las limitaciones del ingenio, utilizaré este espacio para improvisar un Pizarrón.
  
“¿Qué hicimos mal?" Es una pregunta casi terapeútica pues exige asumir la responsabilidad frente a las miles de desgracias, desgobiernos, dictaduras y otras calamidades que marcan la historia del continente y de las cuales los EE UU no tienen siempre mucho que ver. Y asumir la responsabilidad significa, en exacto sentido, responder. De más está decir que nadie respondió al discurso de Óscar Arias. Para los presidentes latinoamericanos siempre será más cómodo hacer creer que la culpa de todos los desastres – incluyendo los terremotos- la tiene un imperio omnipotente situado más allá de toda historia y de toda realidad.
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Hablar de Venezuela es un ejercicio complicado. Nuestra idiosincrasia está ensamblada sobre una frágil estructura de prejuicios, de mitos de creación, resentimientos fundacionales e hipersensibles narcisismos que, en la mayoría de los casos, distorsionan el sentido de la reflexión y la intención. La autocrítica, en distintos contextos, se percibe como ofensa. La Naturaleza y el pasado legendario suelen ser los argumentos sobre los cuales fundamos nuestra epopeya. La condición humana, sin embargo, se pierde de vista, se esquiva, se parodia. Si bien la crisis de hombres ha sido una constante discursiva en la ensayística venezolana aún, públicamente, resulta espinoso reconocer nuestra cultura imperfecta. El fracaso social sigue siendo un tabú. Cecilio Acosta, Briceño Iragorry, Picón Salas y, en ocasiones, el propio Uslar son pensadores antipáticos, incómodos; su transgresora lucidez atenta contra nuestra irrefutable cultura de la grandeza.
  
Vano fue que Arias hubiera pasado lista a una serie de temas que son de responsabilidad exclusiva de los gobiernos: los exiguos presupuestos acordados a la educación en comparación a los gastos en materiales de guerra destinados no a luchar contra “el imperio” sino a asesinarse entre naciones vecinas; la carga tributaria que en algunas naciones alcanza un 12%; los bajos salarios públicos y privados y la miseria académica de las universidades, convertidas algunas en meros centros de formación ideológica.
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Pasados diez años del siglo XXI, dejando de lado esencialismos románticos, hemos de reconocer la contundencia de la derrota. Venezuela, hoy día, es una hipótesis no resuelta. El presente, en sus múltiples facetas, es un indicio claro de que no sabemos vivir en sociedad. La tradición, de alguna forma, ha naturalizado la violencia; sin darnos cuenta nos acostumbramos a la discutible dignidad del insulto y al conformismo mediocre. Esta situación ha dado lugar a que las nuevas generaciones sean herederas de una idiosincrasia falsa, de una virtud supuesta. Solemos definirnos, públicamente, como un pueblo alegre; esta alegría espontánea, esta integridad del ser dicharachero nos ha permitido configurar una especie de humorismo trágico, de carcajada nerviosa. Quizás, como salubre ejercicio de madurez y catarsis, sea necesario reconocer que nuestra verdadero patrimonio es el de la tristeza; una tristeza que se funda en la imposibilidad del diálogo, en el elogio permanente de la burla, en el miedo a los otros, la espontánea desconfianza y la feliz ignorancia que ha dado lugar a aquello que, con orgullo impostado, hemos definido como viveza; dudoso atributo que, en el fondo, no es otra cosa que la lenta agonía de nuestra eticidad.
  
La creencia en ese imperio del mal que no deja ser a los latinoamericanos lo grande que habrían sido si los EE UU no existieran, tiene profundas raíces psíquicas, lo que es fácilmente entendible puesto que los EE UU son la nación más poderosa de la tierra, no están presentes en la vida cotidiana de los latinoamericanos y están enredados en cruentas y lejanas guerras. Es decir, los EE UU son un objeto ideal de agresión simbólica. Sin embargo, más allá de un notorio y casi colectivo complejo de inferioridad hay, además, una indecente instrumentalización de la noción de “imperio”; y eso ya no tiene nada que ver con la psicología.
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La cultura política ha convertido el siglo XIX en una ética. La escuela nos enseña que el pasado es algo así como un destino manifiesto; que el retroceso, desde cierto punto de vista, es una forma de avance. El ideario decimonónico ha sido una invasiva referencia de excelencia, de verdad incuestionable, de teología pagana. Intuyo que nuestro estancamiento sociocultural está en clara relación con la dependencia enfermiza de ese imaginario mundano. A este respecto, con las manos atadas en el paradigma romántico descrito con lucidez por Luis Castro Leiva, me gustaría presentar a la juventud venezolana una modesta propuesta: convertir el siglo XIX en documento. Nuestro mundo es otro, las formas de lo real han cambiado de manera rotunda. Lo diré sin ambages ni eufemismos: la pretensión de ser bolivariano en nuestros días, además de un vago anacronismo, es una ingenuidad; ingenuidad condicionada por el peso inevitable del tiempo, por el orden del mundo, por la relación frenética e incomprendida entre el desarrollo tecnológico, los modos de la rutina y los complejos escenarios de lo contemporáneo. Si bien, en su contexto, reconozco el valor, la belleza, la originalidad y la necesidad histórica de plantear esas inquietudes, afirmo, con profunda responsabilidad, que los intereses de la Venezuela contemporánea no aparecen descritos en la Carta de Jamaica.
  
El imperio es para los gobernantes “revolucionarios” una tautología: el motivo que justifica la lucha en contra del imperio. Esa, a su vez, es la razón que según ellos obligará a clausurar el juego político en aras de un estado de excepción permanente a fin de criminalizar a los miembros de cualquiera disidencia, no como simples enemigos políticos sino como agentes del imperio.
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Esa historia política, contemplativa y acrítica, ha sido la responsable de la vulgarización de las palabras. Una revisión superficial de los manuales de historia de Venezuela nos habla, por ejemplo, del deterioro conceptual de la palabra revolución. Desde 1830 hasta nuestros días asistimos a una especie de Rock en Río o concierto popular de revoluciones: azules, amarillas, libertadoras, restauradoras, rojas, de abril, de octubre, de reformas y un largo etcétera de inabarcables vergüenzas. A este respecto, con súbita intuición, Ramón Díaz Sánchez expresó en su olvidado e inolvidable ensayo sobre Antonio Leocadio Guzmán que los venezolanos, por revolución, entienden cualquier impulso animal de rebeldía, subversión o atropello brutal de la ley. Hoy, en 2010, creo que es legítimo tomar posición ante este descolorido sustantivo. Yo no creo en revoluciones; sí creo, por otro lado, en la necesidad de una profunda revisión, de un examen de conciencia común –una especie de psicoanálisis social- en el que podamos confrontar los orígenes del conflicto y tratar de justificar nuestra sucesiva incapacidad para constituirnos como un colectivo si no armónico, al menos, tolerante y sostenible. Insisto, aún corriendo el riesgo de la redundancia, en el hecho de que debemos adaptarnos a la cronología. La historia es sólo historia, experiencia, teoría, referente, acopio cultural, enseñanza y estímulo, pero es necesario entender que el presente y el futuro son categorías distintas. A pesar del auge tecnológico, del I-pad y la dependencia enfermiza del BlackBerry seguimos siendo una sociedad feudal y mitológica. La escuela venezolana sigue contando nuestro pasado a través del esquema de los grandes relatos, historias que complacen, de la manera más superficial, el fanatismo de la pertenencia pero que, con el paso del tiempo, y quizás por el abuso del discurso político, han dejado de constituir un arraigo. La cultura del mito trasciende la cuestión decimonónica; una sucesiva estructura de mitos modernos ha pasado a ser la marca referencial de nuestra historia contemporánea. Miguel Otero Silva, a este respecto, subrayó con furia en un prólogo posterior a la publicación de Fiebre las posibles perversiones que podían suceder tras la mitificación de la llamada de Generación del 28; aquella reflexión, como el Mensaje sin destino de Briceño Iragorry, se perdió en el tiempo. La disciplina histórica, en este contexto, colapsa. De manera binaria encontramos, permanentemente, la vulgarización de la memoria: 18 de octubre de 1945; mito, de nuevo la palabra revolución; la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, mito, relato preciosista sobre la magnificencia de la infraestructura y el orden; luego, entre distintas escaramuzas, se conformó una burda mitificación del afán libertario de los años sesenta, la guerrilla, la capucha, el terrorismo ingenuo y la transgresión banal se constituyeron en nuestro imaginario como un referente de lucha, de libertad posible. La historia, en este ir y venir de epopeyas de serie B, no deja de ser una nota al margen; la experiencia, las vivencias, aparentemente, no importan.
  
El caso más patético es el del gobierno de Venezuela, país que no tiene ningún problema político, ni territorial, ni económico con los EE UU. Y sin embargo, no hay nadie que necesite más del imperio que Chávez. En cierto modo es el presidente más pro-imperialista de América Latina. No sólo porque sin las exportaciones a los EE UU la economía petrolera no funciona; no sólo porque al desmantelar la industria nacional y desalentar inversiones externas debe importar hasta alimentos de los EE UU sino, sobre todo, porque sin ese supuesto imperio toda la ideología chavista se viene al suelo. Quizás Chávez, en su inconsciente, quisiera ser agredido por un imperio de verdad. Su sueño no realizado es, como es sabido, repetir la historia cubana en todas sus fases. Necesita con urgencia de otra “Playa Girón”.
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A pesar del entorno hostil, a pesar del rencor institucionalizado, he logrado aprehender la posibilidad de una esperanza; esperanza real, ajena al universo pueril de las buenas intenciones y el optimismo fatuo. Distintas experiencias me han hecho apostar por la idea de futuro. Durante tres años tuve la oportunidad de trabajar como docente en el difícil marco de la Educación Media caraqueña. Aquella fue una elección personal que, más allá de la pírrica remuneración, me trajo satisfacciones inmensas. Esa elección fue censurada por muchos compañeros de profesión, licenciados en disciplinas humanísticas. Con ese tipo de sarcasmo cruel y fascinante con el que letrados y filósofos empapelan sus mundos, muchas veces fui interpelado por la supuesta vulgaridad de mi oficio. Para muchos de mis compañeros, yo no era más que el pobre pana que sólo quedó para dar clases en bachillerato, aquel cuyas aspiraciones –al aceptar el innoble ejercicio de la docencia- parecían estancarse, conformarse con el escándalo infantil e insignificante de un aula de clase. Nunca di respuestas a estos señalamientos; mi temperamento siempre evitó el tener que justificar algo que, entonces, no sabía expresar con palabras. En esta oportunidad, respaldado por el perfil pedagógico de Uslar, creo que podría intentar responder a esas denuncias y, al mismo tiempo, justificar mi credo por la idea de futuro. Tal vez parezca cursi o romántico pero entiendo que, hoy día, la cuestión de la enseñanza no es más que un ejercicio de miradas. Sé que los jóvenes de la Venezuela del siglo XXI sólo necesitan que alguien se tome la molestia de verlos a los ojos y entender la infinita sucesión de paradojas que se confrontan en la adolescencia. En las miradas de los estudiantes con los que tuve la oportunidad de trabajar vi algo que, por lo general, echo de menos en los rostros de mi generación; algo sencillo, algo simple, algo que nuestra tradición de fracasos e improvisaciones ha convertido en anécdota chistosa, algo que la ignorancia denuncia y que por una especie de determinismo social o mecanismo de defensa, pareciera sano excluir. En aquellos ojos había, simplemente, sueños. Y educar, a mi humilde criterio, no es más que saber canalizar e interpretar las posibilidades de esos sueños. “A mitad del camino de la vida, ausente y extraviado en mi selva particular” aún desconozco la mayoría de las cosas del mundo. A veces, cuando la realidad ofrece su rostro más visceral, cuando la muerte y la miseria imponen su criterio, dudo de la existencia de Dios, otras veces cuestiono su bondad. Mi realidad se sostiene sobre una infinita sucesión de dudas, contradicciones y dos o tres certezas. Una de esas certezas se funda en la necesidad de reforzar y constituir el valor humano y trascendental de la enseñanza.
  
Cuba, a la hora de la toma del poder por parte de Castro y los suyos tuvo serios problemas económicos con los EE UU. Las expropiaciones a empresas norteamericanas fueron reales y la respuesta agresiva del gobierno de los EE UU es bastante conocida. En esas condiciones Castro logro aparecer como el auténtico representante de la nación frente al poderoso enemigo externo, áurea semiromántica de la cual todavía profita el cruel régimen que impera en la isla. Que Castro se hubiera unido con el peor enemigo de los EE UU, en ese tiempo la URSS, fue visto fuera de Cuba como un acto de defensa de la soberanía nacional frente a las amenazas de USA. En ese sentido Castro actuó según la lógica de la Guerra Fría. Chávez, a su vez, quiere repetir la historia, pero en condiciones totalmente diferentes.
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Hablar de optimismo en Venezuela puede resultar un ejercicio vano. El verbo soñar, incluso, inscrito en una larga tradición de descreimiento y parodia, podría dar a mis palabras lecturas sensibleras o asimilar esta ponencia a slogans de religiones postmodernas, inspiradas en una especie de paganismo mercantil. Sé que las nuevas generaciones, aquellas que heredarán el descalabro del presente, sólo necesitan inspiración, algo en qué creer, algo que se parezca a lo que aspiran, a lo que el mundo real les exige en lugar de la fábula festiva de los héroes amistosos que de mutuo acuerdo fundaron, a la manera de los mundos de Leibniz, el mejor de los países posibles.
  
A fin de convertirse en el héroe nacional que alguna vez fue Castro, Chávez ha injuriado sin cesar a los gobernantes norteamericanos esperando quizás una respuesta militar que lo llevará, en sus delirios, a convertirse en el símbolo heroico del antimperialismo del siglo XXl. Vano intento. En el colmo de su desesperación, busca como Castro unirse con los enemigos potenciales y reales de EE UU como son Rusia, Irán, Libia o las FARC. Hasta en ese punto falla. La alianza de Cuba con la URSS fue el resultado del cisma entre la isla y los EE UU. Chávez en cambio quiere unirse con Irán (y otros) para producir un cisma con los EE UU. Sin embargo, Chávez está dispuesto a tensar el conflicto con los EE UU siempre y cuando no se convierta en un conflicto real, es decir, él quiere jugar con el fuego pero sin quemarse. Ahí reside el fondo de su indecencia política: utilizar su (inexistente) lucha en contra del (inexistente) imperio como pretexto que lo llevará a ejercer un poder dictatorial en nombre de la defensa de una nación agredida por nadie.
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Resulta vergonzoso apreciar cómo, a lo largo del siglo XX, los líderes políticos utilizaron a conveniencia el recurso retórico de la patria. Desde esta tribuna, sin tener inferencias precisas, me pregunto: ¿Qué es la patria? ¿Qué significa, en el siglo XXI, esa noción abstracta y alienante? Mis convicciones vacilan a este respecto. Intuyo, sin embargo, que si tuviera que elegir entre la prostituida espada de un héroe viejo y una visión de país constituida por el bienestar de sus gentes, la calidad de vida o la utópica perspectiva de un fin de semana sin asesinatos inútiles no tendría mucho qué discernir. Las espadas, a fin de cuentas, no son más que piezas de museo, objetos de un siglo que caducó. Creo con firmeza que este país sólo tendrá un desarrollo posible cuando logremos arrancar de nuestro imaginario toda esa retórica baldía de bayonetas, caballos moribundos y escaramuzas devenidas en épica. Entiendo que, a la luz del paradigma oficial, hacer patria supone expresar una sentida indignación porque la armada invencible de una potencia extranjera utilice los puertos de Curazao para repostar combustible. Probablemente, el hacer patria exige gritar injurias o fingir agravios ante el mundo por la noticia de que un avión invisible sobrevoló el espacio aéreo de San Antonio del Táchira. O, quizás, esa idea de patria exija aplaudir la compra desmedida de armamento a las antiguas repúblicas soviéticas que, procurándose un futuro más o menos digno, buscan en el mercado internacional obtener un beneficio rentable de su chatarra. Si eso es hacer patria, entonces manifiesto mi desinterés y, de ser necesario, mi renuncia. Antes que esa visión vulgar y rastrera del arraigo me conformo con hacer literatura y, protegido por la dignidad de las aulas, desarmado, asistido únicamente por la voluntad y el valor del estudio, empeñarme en decirle a un grupo de adolescentes que someter a crítica la memoria histórica de un país es el deber natural de toda generación que aspire a la excelencia; sugerirles que la vida sólo vale la pena ser vivida si se tiene un mínimo sentido del significado del respeto, la paz y aquello que otras culturas entienden por la palabra libertad.
  
De ahí que la pregunta, aparentemente tan inocente de Óscar Arias (¿Qué hicimos mal?) no puede ser respondida por aquellos que necesitan de la existencia de un imperio que concentre en sí mismo toda aquella indecencia de la cual ellos, y nadie más que ellos, son portadores.
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A mediados del siglo pasado, Miguel Ángel Asturias inició un fascinante ciclo que la crítica literaria ha definido como novelas de dictadores. También Arturo Uslar Pietri, con su Oficio de difuntos, tomó posición en torno al relato de las sistemáticas violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo por regímenes de fuerza. Las dictaduras, por fortuna, son parte del pasado de América. Existe una excepción insular, es cierto, excepción que de manera curiosa es el modelo político de ciertos gobiernos. Hoy día, valdría la pena plantear a los creadores de ficciones, artistas plásticos, músicos y demás ingenieros del espíritu, la posibilidad de constituir el ciclo narrativo de las democracias artificiales. Aquellas que, tras una vulgarización y vigilancia opresiva del voto, propugnan ideologías sin ideas, socialismos asociales e inventan banales efemérides con el fin de promover conflictos innecesarios y hacer apología de la guerra. La persistencia del discurso político por avanzar hacia el pasado produce insoportables alergias. Asombra contemplar cómo la década perdida, aquella que se inició con la tragedia de La Guaira, ha representado el retorno a epidemias de paludismo, malaria y mal de Chagas; a la paulatina desaparición del agua potable y la luz eléctrica; a la reivindicación del trueque y la indolencia creciente ante al bandolerismo de nuestras autopistas, convertidas en caminos de tierra.
  
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Hoy, a través de este reconocimiento, quisiera tomar posición a favor del futuro. Creo firmemente en el poder de las palabras. Tengo la convicción de que la literatura es inmune a la censura y al agravio, al grito feraz del ignorante. El poder, el pobre poder, podrá utilizar sus ministerios para amedrentar al pensamiento libre; se podrán cerrar medios de comunicación e intimidar la voluntad de hombres y mujeres con fusiles y ballenas pero, difícilmente, pueda constituirse algún decreto que silencie el empeño de la voluntad, la promiscuidad de los sueños y la invulnerabilidad de las palabras. Esa idea, justamente, es la que pretendo infundir en el aliento mortificado de las nuevas generaciones. Mi arenga a la juventud apuesta por el retorno a lo esencial, a la dignidad del lenguaje. Simplemente, lean, vuelvan a leer, piensen, sean autocríticos. La tolerancia sólo se construye con el ejercicio cotidiano de la paciencia y el diálogo. Aprendan a escucharse a sí mismos, a refutarse, a administrar con madurez la sucesión humana del subir y el caer. Pido disculpas al auditorio por la posible pedantería de mi estilo didáctico, no he perdido el hábito del aula y la retórica, mal acostumbrada a las franelas beiges de los estudiantes, imita el gesto vocativo de mi oficio. No pretendo decir a nadie lo que tiene que hacer o, mucho menos, cómo debe vivir. Mi relación con la enseñanza es un conflicto no resuelto, un argumento lacerante del insomnio, una cruzada particular que, probablemente, a la luz de alguna legislación a la carta pueda ser tipificada como delito. No es de extrañar que el humilde deseo de que este país pueda ser un lugar mejor, según el criterio fanático de algún ministerio iletrado, sea previsto como una inaceptable falta que merezca ser castigada con la rueda o el potro.
  
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Tras este magma irresoluto de consideraciones intempestivas tengo el afable deber de exponer algunos agradecimientos. Agradezco, en principio, a la Fundación Arturo Uslar Pietri por su exagerada diligencia en todo lo que ha representado la organización y convocatoria de este Premio Iberoamericano de Novela. Subrayo, en este contexto, la abusiva bondad de mi amigo Níkola Krestonosich quien, en estos días saturados de diligencias y nuevas experiencias, se ha convertido en una especie de Virgilio, abandonado en el averno caraqueño. Más allá del respaldo a la novela quisiera dar un reconocimiento a la Fundación por la encomiable labor que realizan con el Sistema de Niños y Jóvenes Escritores de Venezuela, una gesta que, sin duda, procurará grandes beneficios. De igual forma, agradezco a los miembros del jurado por la lectura crítica y amable que hicieron no sólo de Blue Label/Etiqueta Azul sino también de mi incomprendida Transilvania. Cuando, hace un año aproximadamente, comencé a redactar Blue Label nunca imaginé que aquel trabajo solitario, aquel ejercicio de otredades, transgresiones lúdicas, retóricas juveniles y recuerdos inconexos podría tener la potencialidad de convertirse en texto publicado. Mis objetivos literarios, obstinadamente, estaban enfocados en otro proyecto. Aprendí a creer en Blue Label gracias al apoyo y el estímulo de algunas personas cercanas a mi entorno. En este sentido, agradezco el oficio lector de mi esposa, Beatriz Castro, quien hizo severas lecturas del manuscrito y, con suma pertinencia, denunció gazapos, redundancias, cacofonías y defectos puntuales que mis primeras lecturas no alcanzaron a precisar; a Cecilia Egan por su fe incuestionable en la novela; por el mensaje de texto que, en una madrugada de octubre, me hizo llegar para decirme que Blue Label, a pesar de estar hablada en venezolano, había logrado tropezar con el lenguaje universal que supone el vértigo de la adolescencia. Debo expresar también un sentido agradecimiento a Luis Yslas, Rodrigo Blanco y a todo el equipo de mi casa virtual, el portal ReLectura. Hay otros agradecimientos que, intuyendo la fragilidad de mi temperamento, preferiría hacer de manera privada. Mi familia, en sus dos vertientes, desciende de una legendaria estirpe de sensibleros que, inevitablemente, me ha hecho depositario de un espíritu blando. La conciencia de mi debilidad, la vergüenza y el respeto por las formas solemnes no me permiten pronunciar algunos nombres que, por demás, sé que no hace falta mencionar.
  
4. La verdad política
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Quisiera cerrar esta intervención haciendo referencia a un conflicto irresoluble y omnipresente en las distintas discusiones sobre el pasado, el presente y el futuro de Venezuela; conflicto que, últimamente, he tropezado en múltiples foros y tertulias. Me refiero al álgido debate sobre la venezolanidad. Hay un empeño casi fanático en demostrar la pureza del folklore, la autenticidad de la tradición y el hermetismo de nuestra esencia. En distintos contextos, existe una urgente necesidad por descubrir un origen supuesto, una raíz común, un patrimonio telúrico. Esa abstracción imaginada, en ocasiones, se enfrenta de bruces contra la refutación de lo real. La venezolanidad es un asunto que, particularmente, no me crea conflicto. Tengo la convicción de que la condición humana es anterior a la idea de nación y que, seguramente, sólo lograremos ser un país digno cuando, haciendo a un lado el juego de la idiosincrasia perfecta, trabajemos con humildad y paciencia en la reconstrucción de aquello que Uslar Pietri definía con la sencilla y compleja noción de valores humanos. Quizás, a los ojos del mundo, podamos convertirnos en un referente virtuoso el día que la virtud se practique de manera espontánea en lugar de ejercer la excelencia por encargo o la ética por turnos a la que cierta indolencia social nos ha mal acostumbrado. El arraigo, probablemente, sea algo indefinible; palpable, perceptible a los sentidos, pero que trasciende las formas esenciales del lenguaje. Siempre he pensado que la venezolanidad ha de ser algo así como esos cotidianos olvidos domésticos, como aquellos episodios en los que la prisa o el estrés nos hacen perder de vista, por ejemplo, las llaves de la casa. La impaciencia, en esas circunstancias, nos obliga a buscar en lugares remotos, a remover papeles y desordenar la casa. Tarde caemos en cuenta, con justificada vergüenza, que las llaves las teníamos en la mano o que, distraídamente, las habíamos colocado en otro bolsillo. Tengo la convicción de que nos encontraremos el día que dejemos de buscarnos. Algo me dice que, perdidos, desorientados, humillados y ofendidos, aún estamos ahí y, que de alguna forma, a pesar del envilecimiento innegable, siempre hemos estado ahí.
  
Si en Bermudas 2009 Arias hizo un llamado a los gobiernos latinoamericanos a asumir la responsabilidad que les corresponde sin recurrir a la coartada de un imperio que ya hace mucho tiempo dejó de actuar en América Latina, en la siguiente reunión de la Cumbre que tuvo lugar en Cancún, México, el 23. 02 de 2010, Óscar Arias decidió pasar directamente a la ofensiva. Su discurso de despedida es, sino un testamento, por lo menos un legado político de indudable interés. En ese discurso no solamente se pronunció Arias en contra de la coartada del imperio imaginario sino, además, delineó en términos precisos el verdadero peligro que amenaza al continente: el aparecimiento de lo que él llamó, gobiernos “tentaculares”.
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Apelo, como corolario a esta reflexión desesperada, a la autoridad poética. Quisiera prologar el punto final citando las palabras de William Carlos Williams en su prefacio al Aullido de Ginsgberg. Allí, el autor dice algo que a pesar de la diferencia de los contextos nacionales redunda y simpatiza con aquello que Cesare Pavese describió con gran tino como el oficio de vivir. Cedo la palabra al bardo para luego volver a la guarida del silencio. Dice el poeta, también americano: “A pesar de las experiencias más degradantes que la vida pueda ofrecer a un hombre, el espíritu del amor sobrevivirá para ennoblecer nuestras vidas si y sólo si somos capaces de conservar la inteligencia, el valor, la fe y el arte de perseverar”.
  
Las palabras pronunciadas por Arias estaban respaldadas por una experiencia reciente: la de haber servido de mediador en la crisis de Honduras de Junio del 2009. Ahí Arias pudo observar como su proyecto contenido en los siete puntos de su plan fue boicoteado desde Caracas y la Habana, lugares donde era fraguada una insurrección cuyo objetivo era provocar una guerra civil en la nación hondureña. Una guerra que restaurara al peón de Chávez, el derrocado presidente Mel Zelaya, y desalojara el gobierno interino de Roberto Micheletti. Óscar Arias, como todo demócrata, había condenado al golpe de Estado que derribó a Zelaya. Pero como avezado político entendió rápidamente que la tarea fundamental después del golpe era restaurar la democracia en ese país, democracia que no podía ser representada por Zelaya (había violado la Constitución), tampoco por el gobierno interino, y en ningún caso mediante el ascenso directo de los militares al poder.
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Gracias por su atención. Buenas noches.
  
Al final, como sabemos, los puntos principales del Plan Arias se cumplieron pese a los intentos del castro-chavismo por violentar la política hondureña. La pertinacia y sagacidad de Micheletti, la experiencia de la diplomacia norteamericana y la retirada de la escena de la mayoría de los países latinoamericanos -con la excepción vergonzante de Brasil quien cedió su propia embajada para que fungiera de foco insurreccional chavista-zelayista- aislaron al intervencionismo venezolano. Así, la democracia en Honduras pudo ser reestablecida mediante elecciones libres y secretas, y con una más que amplia participación electoral.
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Caracas, 14 de mayo de 2010
  
Y sin embargo, gracias a la miseria de la OEA, gracias a la complicidad de Lula, gracias a las maniobras de Chávez, gracias a la apatía de los gobiernos democráticos de la región, la Honduras republicana y demócrata no estaba representada en la Cumbre de Cancún. Sí lo estaba, en cambio, Cuba, país en donde el mismo día que Arias habló, Orlando Zapata Tamayo moría de hambre en las mazmorras de los Castro, asesinado por luchar por su dignidad y la de su pueblo. En medio de una sórdida complicidad con la tiranía castrista, sólo se escucho en Cancún una sola voz decente, la de Óscar Arias. En esa ocasión dijo: “Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos en contra de los otros. Y es también lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se encuentre ausente el gobierno de Honduras, cuyo pueblo es víctima del militarismo y no merece castigo, sino auxilio”.
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Palabras pronunciadas en la Cámara Andina de Fomento
  
Todavía Arias no sabía del asesinato cometido a Orlando Zapata Tamayo. Ello lo obligó a hacer una declaración publicada por el diario “El País” el 13 de marzo del 2010. En ese texto podemos leer lo siguiente: “Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país verdaderamente libre uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una “democracia especial” , pero cada preso político niega en la práctica esa afirmación” “ Siempre he luchado por una transición cubana hacia la democracia. Siempre he luchado para que ese régimen de partido único se convierta en un régimen pluralista y deje de ser una excepción en el continente americano. Estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y condenarla a un infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de Raúl Castro” (....)
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tomado de: http://www.relectura.org/cms/content/view/836/84/
  
“Estoy conciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo tipo de acusaciones de parte del régimen cubano. Me acusarán de inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda soy un lacayo del imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a callarme cuando se pone en jaque la vida de los seres humanos por defender a ultranza una causa ideológica que prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad”
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==== Relaciones_civico-militares_en_la_región_andina.pdf‎ ====
  
Muchos dirán: esas no son las palabras de un político real; esas son las palabras de un predicador. O dirán también: esas son las palabras de alguien que se despide, no de un político que está actuando. En fin, otros dirán, además, que cuando no se tienen responsabilidades que cumplir es muy fácil rendir culto a la verdad.
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[[Archivo: Relaciones_civico-militares_en_la_región_andina.pdf‎]]
  
Vamos por partes. Por cierto, Arias es un político y no un servidor de la verdad absoluta. Basta recordar que durante su gobierno dijo una que otra frase halagadora a los oídos de Chávez. Pero también no fueron pocas las veces que expresó el peligro que representa el castro-chavismo en el contexto latinoamericano. Es cierto sí que como político Arias estaba obligado a mantener relaciones de compromiso, incluso con gobernantes que detestaba. Y que la razón de Estado no es la misma que la razón moral de cada ciudadano es algo que Arias sabe si no por lecturas, por experiencia. A un político, por lo demás, es imposible exigir que diga a cada momento la verdad; basta con que no diga mentiras. Esa es también la diferencia entre un intelectual y un político. Mientras un intelectual está obligado a decir lo que piensa, aunque el mundo se venga abajo, el político debe decir la verdad en el momento propicio y en el lugar preciso. Ahora, lo importante es que Arias la dijo. Hay que recordar, además, que no sólo Arias abandonaba su gobierno; otros gobernantes ahí presentes también debían hacerlo pronto. Pero, a diferencias de Arias, los demás callaron; indecentemente callaron.
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Documento del 2009 elaborado para Agencia Canadiense
  
Que a veces lo políticos deben callar en aras del cumplimiento de objetivos decisivos, es evidente. Para volver al ejemplo anterior: si Churchill y Roosevelt hubieran enrostrado a Stalin los espantosos crímenes que cometía en la URSS, habrían corrido el peligro de arruinar la alianza militar anti-nazi. Pero esa era una situación límite, en nada parecida a la ocurrida en la Cumbre de Cancún. El mismo Arias, por lo demás, está de acuerdo en cobijar a la antidemocrática Cuba en el espacio latinoamericano pues ahí pertenece histórica y geográficamente. Pero no al precio de silenciar crímenes horribles como los que se cometen en la isla. Raúl Castro puede irse de, y volver a la Cumbre, y América Latina va a seguir existiendo tan bien o tan mal como antes.
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=== Materiales de apoyo para el Curso "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles" ===
  
La decencia de Arias es una decencia política y no puramente moral, ni mucho menos moralista. Por una parte, no hay mayor decencia en política que decir la verdad, y Arias la dijo. Por otra parte, eligió políticamente el lugar y la hora para decirla. Y, por último, y este es el punto decisivo que separa a la moral pura de la decencia política: Arias dijo la verdad en función de una perspectiva, y con el propósito de polemizar abiertamente con un enemigo político identificado y al que propone derrotar: el castrochavismo y sus seguidores.
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====Inscripción====
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La pagina apropiada de Integrating Technology es :  www.integrating-technology.org. Hay un problema en la localizacion del curso, ya no nos encontramos dentro de "eLearning Communitie of learners" , ahora estamos en "Cursos en Español".
  
En fin, y a riesgo de repetirme, la decencia política, a diferencia de la privada, para que sea política debe atender, en primer lugar, a una perspectiva política, y en segundo lugar, a un enfrentamiento político con un enemigo real y no imaginario. O dicho de otro modo: el discurso que pronunció Arias en Cancún no es sólo la proclamación de un par de verdades. Es, además, una declaración de abierta hostilidad a quienes considera los peores enemigos de la democracia latinoamericana.
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Inscripción en Integrating Technology (Cada paso contiene informacion gráfica, asegúrate de abrir cada pagina en un enlace a ventana nueva), Si tienes algun problema con el tutorial en fotos puedes  accesar al siguiente enlace para observar el tutorial de la incripcion por  video [http://www.youtube.com/watch?v=Xym7MCY9ups Registro en  video]
  
  
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating1.png Paso 1]
  
5. Gobiernos tentaculares
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating2.png Paso 2]
  
Siguiendo el discurso de Óscar Arias, la democracia latinoamericana se encuentra amenazada por el surgimiento de diversos gobiernos que reúnen las siguientes características:
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating3.png Paso 3]
  
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating4.png Paso 4]
  
1. Son reaccionarios, pues intentan restaurar los discursos y la lógica de la Guerra Fría
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating5.png Paso 5]
  
2. Son democráticos de origen, pero no de ejercicio
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating6.png Paso 6]
  
3. Intentan borrar las fronteras entre gobierno, Partido y Estado
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[http://es.wikieducator.org/Archivo:Integrating7.png Paso 7]
  
4. Proponen sustituir a la democracia representativa por una supuesta democracia participativa.
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====Biblioteca====
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Aqui colocaremos enlaces a todos los  documentos que utilizarás dentro del curso "Comunicacion Digital para Organizaciones Estudiantiles".
  
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===== Texto "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles" =====
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Escrito por Luis Ordoñez, te brindará toda la orientación teórica que necesitarás en el curso. [http://www.integrating-technology.org/file.php/104/Biblioteca/Comunicacion_Digital.pdf Libro en pdf]
  
De acuerdo al primer punto dijo Arias: “A pesar de los discursos y los aplausos lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. Muchos quieren abordar un vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría”.
 
  
El carácter restaurativo de dichos gobiernos se deja ver, además, en el hecho de que, o son gobiernos militares, como es el caso de Cuba o Venezuela, o integran a los ejércitos tradicionales en el nuevo aparato de poder. De este modo, el Estado militar que parecía haber desaparecido después de la Guerra Fría, está siendo restaurado; esta vez en nombre de la revolución. En Bolivia, por ejemplo, los militares ya corean la consigna cubana: “Patria o Muerte”. Por supuesto, a los altos oficiales les da lo mismo corear cualquier consigna, sea de izquierda o de derecha. Lo que les importa, y antes que nada, es acceder al poder; y lo están haciendo.
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===== Programa del curso " Introducción a la Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles" =====
  
En el segundo punto Arias fue muy preciso: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático para subvertir las bases de la democracia”.
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Escrito por Carmen Mota, te señalará con precisión todo sobre el curso. [http://www.integrating-technology.org/file.php/104/Biblioteca/Programa_del_Curso_Introduccion_a_la_Comunicacion_Digital.pdf Programa en pdf]
  
No hay, en verdad, nada más frágil que una democracia. Hasta las más evolucionadas se encuentran expuestas a que en medio de una crisis, de las tantas que vive una democracia normal, bandas bien organizadas logren hacerse del poder apelando a recursos populistas y demagógicos. Incluso la vieja democracia francesa se vio una vez amenazada por los truhanes racistas de Le Pen. Hoy el racismo populista arrecia peligrosamente en Holanda. Con mayor razón, el asalto a la democracia mediante la utilización de medios democráticos es un peligro latente en América Latina, cuna de tantos demagogos.
 
  
Según el tercer punto, dijo Arias: “Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la Ley y la vigencia del estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha. (....) Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado sus fronteras entre gobernante, partido y Estado”.
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==== Página del Mapa Mundial de Valores ====
  
Borrar las fronteras entre gobernante, partido y Estado es un ideal de los gobiernos del socialismo del Siglo XXl. En Venezuela Cuba y Nicaragua ese ideal ya ha sido convertido en realidad. El Partido de Estado ha llegado a ser en esos países la representación partidaria de los deseos del máximo líder. En Bolivia, la desaparición de esas fronteras ha alcanzado incluso un estatuto teórico. El Vicepresidente de la nación, Álvaro García Linera, ha desarrollado, por ejemplo, la teoría del “Estado integral”, teoría según la cual al tener lugar una “revolución en el Estado”, son borrados los límites entre representantes y representados, entre sociedad civil y sociedad política. El integrismo estatal parece ser la versión subdesarrollada y latinoamericana del totalitarismo europeo. A esos gobiernos integristas que se apoderan del Estado hasta convertir al Estado en gobierno y al gobierno en Estado los llama Óscar Arias “gobiernos tentaculares”.
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El mapa de valores (mapa cultural) del mundo: página de enlace [http://www.worldvaluessurvey.org/ Encuesta Mundial de Valores]
  
Y de acuerdo al punto cuarto, especificó el ex Presidente: “Y ojalá también sepan (nuestros pueblos) resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica”.
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==== Temas_de_Formacion_Sociopolitica_N_43.pdf‎ ====
  
Como es sabido, quienes siguen a los gobiernos integristas (o tentaculares) de nuestro tiempo aducen siempre de que se trata de un nuevo tipo de democracia, a la que llaman democracia participativa en contraposición a la democracia representativa (o burguesa). Aquello que no entienden es que en sentido político no puede haber ninguna contradicción entre participación y representación. La democracia delegativa es de por sí participativa puesto que la elección de los delegados, desde el más modesto concejal hasta llegar al Presidente, implica una abierta participación de los electores, participación que comienza mucho antes de las elecciones.
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Discusión sobre lo público y lo privado, [[Archivo: Temas_de_Formacion_Sociopolitica_N_43.pdf‎ | Raúl Gonzales Fabré]]
  
En una democracia representativa todos tenemos derechos a ser representantes y si no lo somos es porque no podemos o no lo deseamos. La razón es que en una democracia representativa la política es sólo una profesión entre muchas. Hay, además, muchas otras profesiones mediante las cuales participamos en la sociedad. Si no elegimos la profesión política, que es sólo una entre tantas, es porque nos importa más el ejercicio de otra profesión. Es por eso que si no nos interesa ser representantes pagamos con nuestros impuestos a alguien para que juegue ese papel del mismo modo que cuando estamos en pleito pagamos a un abogado para que nos represente ante la justicia. Nadie puede ser obligado, como ocurre en las dictaduras, a formar parte de la llamada democracia participativa.
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==== Capítulo de libro de Augusto Mijares ====
  
Por lo demás, la mayoría de los regímenes políticos que defienden la noción de la democracia participativa son simples y miserables dictaduras. Y la razón es obvia: la llamada democracia participativa implica, en la mayoría de los casos, acatar y transmitir las ordenes que han sido tomadas desde el gobierno tentacular. Las llamadas bases, consejos comunales, círculos revolucionarios, comités de defensa de la revolución, misiones, soviets, poder ciudadano, poder popular y otros nombres similares, no pasan de ser apéndices de un Estado integral que organiza la participación desde arriba hacia abajo; jamás desde abajo hacia arriba. En fin; la democracia participativa que ha sido levantada por los regímenes neodictatoriales de América Latina no es más que una crema cosmética del antiguo corporativismo fascista y/o estalinista que fue derrotado en Europa y hoy vuelve a renacer en el continente.
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Los adolescentes,¿Cómo lo haremos? ¿Quién lo hará?  [[Archivo: LosAdolescentes_Americanismos.pdf | Augusto Mijares]]
 
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Contra esos peligros y otros, ha llamado a luchar Óscar Arias Sánchez, uno de los políticos más decentes de nuestro tiempo.
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mires.fernando5@gmail.com
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==== Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales -Uruguay Feb. 2010 ====
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[[Archivo:Discurso_de_Pepe_Mujica_a_los_intelectuales.pdf]]
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=== Materiales de apoyo para el "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles ===
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Discusión sobre lo público y lo privado: Raúl Gonzáles Fabré [[Media:Temas_de_Formacion_Sociopolitica_N_43.pdf | Temas de formación Sociopolítica‎]]
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El mapa de valores (mapa cultural) del mundo: página de enlace [http://www.worldvaluessurvey.org/ Encuesta Mundial de Valores]
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Última revisión de 07:22 9 oct 2011

Contenido

Documentos de Interes General

Ultimo Discurso de Carlos Andrés Perez como Presidente de la República

Interesante para los interesados en cultura y politología latinoamericana

Archivo:Último discurso de Carlos Andrés Pérez como Presidente de Venezuela.pdf


Educar para la trascendencia, por José Tadeo Morales

Profesor de la Facultad de Educación en la Universidad de Carabobo, Venezuela

Archivo:Educar para la trascendencia.pdf

Un Contrato Social Amplio, por Francis Fukuyama

Como aparece en el diario El País, publicado el 22-07-10

Archivo:Fukuyama en El País.pdf

Ley de las Comunas - Aprobada en primera discusión

Como aparece en los archivos de la Asamblea Nacional, aprobada en 1a. discusión el 22-06-10

Archivo:1RA-LEY-DE-LAS-COMUNAS-22-06-10.pdf

"Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo"

Entrevista / Héctor Silva Michelena, miembro de la Academia Nacional de Ciencias económicas tomado de EL UNIVERSAL, domingo 21 de febrero de 2010. Víctor Salmerón / Vsalmeron@Eluniversal.Com

EL UNIVERSAL

Archivo:Es absolutamente demencial tratar de revivir al socialismo.pdf

Protestar es delito

folivares@eluniversal.com

Francisco Olivares

Archivo:Protestar es delito.pdf

Juramentación del Frente de Juventudes “Bicentenario” 200 desde el teatro Teresa Carreño en Caracas

x Francisco González en La Haine.org

Archivo:Juramentación del Frente de Juventudes.pdf

Texto integro de la Declaracion de Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2009

DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA 2009 Internet: http://www.cidh.org E‐mail: cidhoea@oas.org COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Democracia y Derechos Humanos en Venezuela, 30 Dic. 2009

QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA, algo que todo joven latinoamericano debería leer

Discurso de Óscar Arias Sánchez

Presidente de la República de Costa Rica

Cancún, México

22 de febrero de 2010


Archivo:QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA.pdf

Pascual Serrano: “El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal”

www.linformatiu.com

Archivo:“El divorcio entre la realidad y lo que llega a los medios es abismal”.pdf

Rómulo Gallegos, la soberanía y los derechos humanos

http://impresodigital.el-nacional.com/ediciones/2010/03/07/images/20100307_SIET33_7_1_A1.jpg

SIMÓN ALBERTO CONSALVI sconsalvi @el-nacional. com

Archivo:Rómulo Gallegos, la soberanía y los derechos humanos. Simon Alberto Consalvi.pdf

La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino

Carlos Sabino es profesor de historia, economía y sociología para la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). La Democracia del Siglo XXI por Carlos Sabino

En ocasión del 60 aniversario de AsoVAC por Benjamín Scharifker

Palabras en ocasión del 60 aniversario de AsoVAC Auditorio Tobías Lasser, Facultad de Ciencias, UCV, 19 de Marzo de 2010

Archivo:En ocasión del 60 aniversario de AsoVAC por Benjamín Scharifker.pdf

Discurso del Presidente de la República ante la Asamblea General del Uruguay el dia de su toma de posesión

Discurso de José "Pepe" Mujica Media:Discurso_de_José_Mujica.pdf


Política de la Decencia (Un homenaje a Óscar Arias)

Fernando Mires (Chile). mires.fernando5@gmail.com

Archivo:Política de la Decencia (Un homenaje a Oscar Arias).pdf

Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales -Uruguay Feb. 2010

Archivo:Discurso de Pepe Mujica a los intelectuales.pdf

Venezuela: la salida será por el centro, por Fernando Mires

Fernando Mires (Chile)

1. Elecciones parlamentarias son en una democracia un procedimiento formal en donde perdiendo o ganando es posible reordenar la correlación política de fuerzas mediante sustituciones y nuevas alianzas. No ocurre lo mismo en un marco determinado por una dictadura militar. En esas circunstancias las elecciones son llevadas a cabo en un ambiente lleno de miedos, incertidumbres y dudas, y por si fuera poco, en un espacio extremadamente polarizado donde no caben alternativas intermedias

Las elecciones bajo una dictadura no cumplen, luego, la función de reordenar el juego político. Mediante elecciones, muchas veces fraudulentas, los dictadores buscan obtener una nueva carta que les permita aumentar su poder, esta vez por la vía de la legitimación pública. No son las elecciones, como en las democracias, un fin en sí. Son un simple medio de un proyecto que culminará con la toma del poder total. De ahí que para los dictadores las elecciones son sólo batallas que hay que ganar para, en un momento dado, destruir políticamente a sus enemigos. Esa es la razón por la cual los dictadores, en las raras ocasiones en que pierden elecciones, no reconocen los resultados.

Mas, por otro lado, la pérdida de legitimación política – y este es el riesgo que corren los dictadores al convocar a elecciones- ha sido en muchas ocasiones el comienzo del fin de cada dictadura, a menos de que la dictadura acepte la chance de la democratización del poder, decidiéndose a compartir algunas partes de ese poder, con la oposición. Está quizás de más decir que en la historia no hay ni un solo ejemplo parecido. En efecto, es mucho más fácil que una democracia se convierta en una dictadura a que una dictadura se convierta en una democracia. Ese es también el dilema que probablemente enfrentará el gobierno militar de Chávez a partir del 26 de septiembre del 2010. Naturalmente no faltará quien opine que ese dilema es falso porque el gobierno de Chávez no es en sentido estricto una dictadura, o por lo menos, no es una dictadura clásica.

En sentido estricto, una dictadura se caracteriza por la militarización de poder político y por la concentración bajo un solo mando de los tres poderes del Estado. En el caso de Venezuela basta observar la hegemonía de los cuadros militares en los aparatos de poder, o la extrema militarización que han alcanzado las organizaciones sociales de las cuales las llamadas “guerrillas comunicacionales” son sólo el último ejemplo. La celebración de efemérides civiles con paradas militares al estilo norcoreano es otro ejemplo. La verdad, ni siquiera las dictaduras del Cono Sur llevaron a cabo una militarización tan detallada de las instituciones públicas y de las organizaciones sociales como la que está teniendo lugar en la Venezuela de Chávez.

En cuanto a la concentración autocrática del poder, y más allá de que la AN haya sido regalada a Chávez por una errática oposición, el hecho objetivo es que la AN es una dependencia más del ejecutivo. Del poder judicial ni el más empecinado chavista podría negar que se encuentra al servicio de las decisiones y ocurrencias del presidente. Los presos políticos son, por último, el trágico testimonio de la existencia de una dictadura pues como dijo una vez el ex Presidente de Costa Rica, Oscar Arias: “en una democracia no hay presos políticos”. De tal modo, no veo ningún impedimento ni político ni politológico para referirse al gobierno de Venezuela como a una dictadura militar, una más de las tantas que han asolado nuestro desdichado continente.

Después de todo, la gran mayoría de las dictaduras han sido plebiscitarias. Se argumentará quizás que el gobierno de Chávez no es dictadura porque no es plebiscitario sino electoral. Falsa afirmación: Chávez ha convertido cada elección en un plebiscito en torno a su persona. En Venezuela se vota a favor o en contra de Chávez; así de simple.

2. No obstante, todas las dictaduras alcanzan, tarde o temprano, su periodo de descenso. En ese sentido algunos comentaristas venezolanos, basados en recientes encuestas, opinan que la dictadura de Chávez ha comenzado a vivir su fase terminal. Sin embargo, basar opiniones en encuestas es en política algo arriesgado, sobre todo si estamos hablando de un líder como Chávez quien ha demostrado, y más de una vez, capacidad para revertir encuestas, aún al precio de amenazar con prisión a los contrincantes. Recursos monetarios le sobran, y los medios de propaganda y coerción que maneja, son múltiples.

Hay que reconocer, no obstante, que para Septiembre del 2010 los candidatos que enviará Chávez a la palestra pública no las tendrán todas consigo. No sólo porque el país atraviesa una profunda crisis económica y energética, irrecuperable a corto plazo. No sólo porque sus candidatos ostentan un bajísimo nivel político. No sólo porque después de 11 años el mandatario no ha podido, quizás no ha querido, resolver los problemas más inmediatos de la sociedad venezolana, entre ellos el sistema hospitalario y la seguridad pública. Además, y por si fuera poco, Chávez ha unido el destino de su nación al de otra nación en bancarrota económica, política y moral: la Cuba de los Castro, hasta el punto que el siniestro hermano menor opina que Venezuela y Cuba son cada vez más “la misma cosa”.

Intentar ganar elecciones ofreciendo como alternativa el modelo cubano es un desatino increíble. Pero además de eso, el más grave problema para Chávez es que no sólo necesita ganar. Para que su proyecto de totalización del poder pueda ser posible, necesita, sobre todo, ganar de un modo abrumador, o como dice en su tierno lenguaje, necesita “pulverizar a la oposición”. Y ese objetivo, por lo menos hasta el día en que se escriben estas líneas, parece inalcanzable. Veamos:

De las elecciones de Septiembre del 2010 pueden surgir cuatro alternativas. La primera es que efectivamente Chávez obtenga una mayoría abrumadora. Si esto ocurre el destino de la nación tendrá sus días contados. El de la oposición, y sobre todo el de la disidencia, también. Ya hablaremos de eso.

La segunda alternativa es que la oposición pierda, pero obteniendo un porcentaje respetable de votos, digamos, no menos o alrededor del 45%. Si eso ocurre, se mantendrá hasta el 2012 -cuando tengan lugar las elecciones presidenciales- el neurótico empate que caracteriza la vida política de Venezuela. En esa dirección, aún perdiendo, la oposición podría obtener algunas ganancias relativas: aumentar por ejemplo su presencia discutitiva en la AN, o abrirse a futuras deserciones que ocurrirán en el campo chavista, y no por último, como siempre sucede en elecciones parlamentarias, generar nuevos liderazgos con vistas al 2012.

La tercera alternativa sería muy buena para la oposición, y es que, dado el sistema truculento que inventaron los secuaces de Chávez para hacer imposible un triunfo de la oposición (Ley Orgánica de Procesos Electorales), podría ser posible que la oposición obtenga la mayoría nacional, pero no la mayoría parlamentaria. En esas condiciones la pérdida de legitimidad no sólo de la AN sino, además, del propio gobierno, sería enorme.

La cuarta alternativa significaría para la oposición un verdadero triunfo histórico: obtener la mayoría nacional y la mayoría parlamentaria a la vez. Se trata, por cierto, de un objetivo dificilísimo, mas no absolutamente imposible. Si eso ocurriera, la dictadura, aunque no el gobierno de Chávez, habría llegado a su fin.

En síntesis, de las cuatro alternativas Chávez tiene solo una positiva. La oposición en cambio cuenta con una sola alternativa muy mala, con una buena, con una ni tan buena ni tan mala y con una extraordinaria. Vale la pena jugarse.

O para decirlo en pocas palabras: las probabilidades de que la dictadura de Chávez no quede bien parada después de Septiembre del 2006 y que a partir de esa fecha comience su fase de descenso, no son pocas. Lo cierto es que el resultado de las elecciones del 2010 será muy decisivo para el año 2012

Pensar en el 2012 en medio del 2010 es, por supuesto, un error político. Pero no es un error politológico, y vale la pena aclarar la diferencia. Desde el punto de vista político lo único que debe hacer la oposición es concentrar todos sus esfuerzos para obtener un triunfo electoral. No tiene por lo demás otra alternativa. Desde el punto de vista politológico, que no es el de los políticos sino el de los analistas de la política, hay que barajar todas las posibilidades, analizar todos los escenarios y extraer todas las consecuencias posibles. El analista que escribe sólo de acuerdo al escenario político inmediato es un mal analista, de la misma manera que el político que piensa en plazos demasiado largos es un mal político. La política es presente y nada más que presente.

Ahora, desde el punto de vista politológico, y no desde el político, es posible suponer que a partir de las elecciones de septiembre del 2010 existirán condiciones para que comience, definitivamente, el periodo de descenso de la dictadura de Chávez.

Mi otra afirmación – que es a la vez la tesis central del presente artículo- es que la redemocratización de la política venezolana deberá ocurrir a través del centro político y no a través del polo que representa el anti-chavismo más radical. ¿En qué baso esa afirmación? Primero, en muchas experiencias históricas. Segundo, en que en Venezuela no sólo existe una oposición políticamente constituida sino, además, una disidencia representada en estos momentos por los sectores que siguen al chavismo constitucional del gobernador del Estado Lara, Henry Falcón. Esto significa que en Venezuela se dan todas las condiciones para que –más temprano que tarde- tenga lugar una relación dialéctica entre oposición y disidencia, relación que es, a la vez, el preámbulo del descenso de toda dictadura. La tercera razón es que el ambiente internacional, sobre todo el latinoamericano, es y será cada vez más desfavorable para un proyecto radical y polarizante como el que representa Hugo Chávez. Vamos entonces por partes.

3. Antes que nada hay que constatar que el tema relativo al descenso de las dictaduras no ha sido una ocupación predilecta de la teoría política. A diferencia de la abundante literatura que existe acerca del tema de la articulación y ascenso de los movimientos nacionalistas y populistas que han llevado al establecimiento de dictaduras, el del descenso y de la desarticulación política de las dictaduras ha sido tratado con cierto descuido. Razón inexplicable pues acerca de ese tema existe un nutrido aporte historiográfico.

Uno de los pocos autores que ha tratado el tema del descenso dictatorial desde una lúcida perspectiva teórica ha sido Nicos Poulantzas en su ya antiguo pero siempre actual libro “La crisis de las dictaduras: Portugal, Grecia y España”. En ese texto Poulantzas hace algunas constataciones básicas que son perfectamente traspasables a otras experiencias históricas. Una de ellas es que la condición del descenso dictatorial surge cuando en el “bloque en el poder” aparecen notorias fracciones o rupturas (disidencias). Otra, es que esas fracciones se articulen con la oposición democrática al régimen, teniendo lugar así una alternativa “centrista”. Por último, para Poulantzas –marxista al fin- el proceso de democratización política es inseparable de la modernización económica que tiene lugar a nivel internacional. Todas esas condiciones se dieron efectivamente en el descenso de las dictaduras sur-europeas.

Si no hubiese aparecido la disidencia interfranquista representada por el habilidoso falangista Adolfo Suárez; si no hubiese aparecido la disidencia militar al interior del ejército colonial de Oliveira Salazar; si la oficialidad joven de Grecia no hubiese desobedecido a los “coroneles”, la democratización de esas naciones no habría sido posible sin pasar por los traumas de cruentas guerras civiles. En todos esos casos la salida ocurrió no por los extremos sino por el centro.

Del mismo modo, la segunda ola democratizadora (Hungtinton) que fue la ocurrida en la URSS y en sus satélites de Europa Central y del Este, también fue posible gracias a las disidencias que tuvieron lugar al interior de las Nomenklaturas (clases dominantes de Estado).

La caída de las dictaduras comunistas comenzó a vislumbrarse desde el momento en que al interior del Partido Comunista Soviético, Gorbachov, un hombre del régimen, pasó a ser el portador de una disidencia intra-dictatorial. No fue, por lo tanto, la heroica resistencia anticomunista sino el pragmatismo gorbachiano el hecho que permitió el enlace entre la oposición interna y la disidencia externa. De igual manera, en Polonia, la alianza entre Iglesia y Solidarnosc no habría servido de nada si es que algunos miembros de la Nomenklatura, entre ellos el propio general Jaruzelski, no hubiesen tomado contacto con la masiva resistencia democrática de la nación. Pero quizás el caso más dramático ocurrió en la RDA, cuando el dirigente comunista Egon Krenz mandó abrir el nefasto muro de Berlín oponiéndose así a las decisiones genocidas de Honecker y su esposa Margot. Tanto en ese, como en otros casos (habría que agregar Hungría y Checoeslovaquia) la salida fue por el centro, o lo que es parecido: de ese enlace, muchas veces fortuito, entre la disidencia interna y la oposición externa.

De la misma manera, la tercera ola democratizadora del siglo veinte, que fue la ocurrida en América Latina de los años ochenta del pasado siglo, sobre todo durante el declive de las dictaduras del Cono Sur, tuvo como portadores a estadistas representantes del centro político. El demócrata-cristiano chileno Patricio Alwyn fue incluso uno de los impulsores del golpe de Estado de Pinochet, pero a la vez tuvo que ponerse, mucho después, a la cabeza de la democratización del país. En Argentina, la democratización no podía ser llevada a cabo por los peronistas, eternos contrincantes del Ejército. Fue Raul Alfonsín, del Partido Radical, quien tuvo que asumir la salida institucional centrista de la nación. Lo mismo ocurrió en el Uruguay de José María Sanguinetti. En todos estos casos, la salida ocurrió por el centro y no desde la oposición radical.

Que la salida de una dictadura ocurra por el centro y no por los extremos, es el motivo por el cual algunos dictadores, dándose cuenta del peligro que representan las posiciones centristas, han atacado con más furia a los representantes del centro político que a la propia oposición. Recordemos que en Nicaragua, Pedro Joaquín Chamorro fue enviado a asesinar por la dictadura somocista. Lo mismo ocurrió en Filipinas con el político centrista Benigno Aquino, enviado asesinar por la dictadura de Ferdinand Marcos. En El Salvador, el asesinado Monseñor Óscar Arnulfo Romero representaba las posiciones del centro democrático y no las ultra-radicales del Frente Farabundo Martí, y así sucesivamente.

4. También Hugo Chávez, a quien nadie puede negar su casi innata astucia política, ha advertido el peligro que porta consigo la disidencia interna “centrista” que representa, entre otros, el gobernador Henry Falcón.

La brutalidad con que Chávez ataca a su antiguo aliado ya no tiene límites. Su propósito nada oculto es sacarlo de su camino lo más pronto posible. Quizás, desde los rincones más oscuros de su inconsciente político, advierte Chávez que Falcón, atrincherado en el PPT, puede llegar a convertirse en el catalizador de una creciente disidencia interna la que si logra enlazar con la oposición externa llevará al fin de la era chavista. O quizás presiente Chávez que Falcón puede ser el tumor visible de un cáncer cuyas metastasis se ramifican al interior del organismo del régimen, tumor que hay que extirpar lo más pronto posible. En cualquier caso, con Falcón o sin Falcón, no podrá evitar Chávez que su descenso sea signado por el acuerdo que logre alcanzar la oposición externa con la disidencia interna (o inter-chavista). La salida será, nuevamente, por el centro.

Falcón y quienes les siguen puede que sepan que el momento para comenzar el juego dialéctico entre disidencia y oposición todavía no ha comenzado. Ese juego deberá darse a partir de los resultados de Septiembre del 2010. Lo que sí seguramente saben, es que la salida será por el centro. Lo que por otra parte nadie sabe, es si la disidencia cautivará el corazón de la oposición o será la oposición la que atraiga hacia sí a la disidencia. Eso dependerá de factores que en estos momentos son imposibles de pronosticar. Pero si Falcón posee al menos la mitad del instinto político de Chávez, podrá darse cuenta que lo peor que puede suceder tanto a él como al PPT, es que los candidatos de Chávez obtengan una mayoría abrumadora en las elecciones de Septiembre. Si eso ocurre, Chávez aprovechará el momento para “depurar” sus fuerzas, y enviar a PPT a la oposición a formar otro partido socialdemócrata, de los que ya abundan en Venezuela. A Falcón le imputarán cualquier delito (conspiración, corrupción, magnicidio) y el Presidente, como ya es su costumbre, dictará sentencia desde la televisión, la que ejecutarán en un santiamén sus solícitos jueces (así funciona “la democracia” en Venezuela)

Pero por otra parte es imposible dejar de advertir que en la Venezuela de nuestro tiempo, la primera gran derrota electoral de Chávez, ocurrida en el referendum del 2007, estuvo precedida por dos quebraduras disidentes de alta significación. Una política y otra militar. La política fue la deserción de Podemos y de su líder Ismael García. La militar fue la del general Raúl Isaías Baduel quien todavía paga su osadía en prisión. Ahora, las elecciones parlamentarias del 2010 ya están precedidas por dos, si no deserciones, por lo menos dos disidencias de tanta o mayor magnitud que las ocurridas el año 2007: la de Henry Falcón y la del general Antonio Rivero. Si bien este último carece del carisma que poseía Baduel al interior del Ejército, las razones de su disidencia son muchísimo más graves: la entrega de la soberanía nacional a militares cubanos. De tal manera que si uno creyera en cábalas, podría pensarse que las disidencias nombradas anuncian una nueva derrota de Chávez. Pero el análisis político no tiene nada que ver con cábalas. Lo único que es posible advertir es que todo indica que la salida será, alguna vez, por el centro. Las condiciones ya están dadas.

Por si fuera poco existe al interior de la oposición un fuerte potencial centrista. La hegemonía política de la oposición no está formada, en efecto, por partidos de derecha sino más bien por partidos que en cualquiera democracia normal serían calificados como partidos de centro izquierda y centro-centro. La derecha a la que se refiere Chávez con tanto ahínco, tiene una existencia política altamente precaria. Tampoco existe en Venezuela una oligarquía económica. Hay por cierto, como en todo país, personas adineradas, de las cuales muchas son chavistas, pero están lejos de constituir una oligarquía o una burguesía en el sentido social del término. En fin, en Venezuela no hay fuertes corporaciones agrarias como las del “interior” de Argentina o las asociaciones cafetaleras de Colombia, ni tampoco un empresariado pujante como en Brasil o Chile. En un Estado rentista, como es el venezolano, la única oligarquía posible es la “clase de Estado” que controla el petróleo, clase a la que los venezolanos llaman “chavo-burguesía”. Y Hugo Chávez es el máximo oponente de esa nueva “clase en el poder” (oligarquía de Estado), de las que nos habla el mencionado texto de Poulantzas.

5. Para Poulantzas, la última razón que lleva al descenso de las dictaduras reside en el contexto internacional. De acuerdo a su visión teórica marxista, el desarrollo de la economía capitalista a escala mundial había penetrado al interior de países como España, Portugal y Grecia, produciéndose así una inadecuación entre la superestructura política equivalente a estructuras agro-oligárquicas, y la modernización económica.

Dejando de lado ciertas interpretaciones mecanicistas en las que incurrió Poulantzas, hay que rescatar la idea de que en el contexto europeo los gobiernos dictatoriales que regían esos países constituían una rémora difícil de soportar. Ampliando esa interpretación hacia las revoluciones anticomunistas de 1979-1980, es posible convenir que lo que buscó Gorbachov, en una primera instancia, no fue el fin del comunismo, sino la europeización económica y tecnológica de la URSS, hecho que pasaba por la modernización de las arcaicas estructuras correspondientes al periodo de la industrialización pesada, pero no al de la industria digital, plano en que la URSS se encontraba muy atrasada. Y nuevamente ampliando la interpretación de Poulantzas, esta vez hacia el caso latinoamericano, podemos advertir que el descenso de las dictaduras del Cono Sur comenzó a tener lugar cuando éstas dejaron de cumplir un papel funcional en la lucha en contra de un enemigo que ya no existía más: el comunismo. En fin, en los tres casos mencionados hay una cierta relación de correspondencia entre los imperativos que demanda el contexto internacional y la existencia de estructuras políticas arcaicas.

Ahora bien, si se analiza el discurso político supuestamente “antimperialista” de los Castro, Chávez, y sus aliados del ALBA, lo primero que salta a la vista es el enorme grado de regresividad histórica que comporta. En efecto, tanto los hermanos Castro como Chávez representan gobiernos de la Guerra Fría, pero sin Guerra Fría. Si ese discurso antagonista de Guerra Fría pareció funcionar durante la era de Bush, con Obama funciona de modo muy defectuoso. Debido a esa razón Chávez ha decidido trasladar sus imaginarios antagonismos ya no tanto en contra de “el imperio”, sino en contra de Colombia.

En los momentos en que escribo estas líneas, Chávez se encuentra interviniendo directamente en las elecciones presidenciales del vecino país, atacando al candidato del uribismo, Juan Manuel Santos, quien habla el mismo lenguaje agresivo y militar de Chávez. Resulta así evidente que lo que más podría convenir a Chávez, a fin de impedir una salida democrática “centrista” en su país, es erigirse como el salvador de la patria amenazada por la “intervención” extranjera. En ese sentido, Santos se adapta perfectamente al rol del agresor que requiere Chávez, del mismo modo como Chávez se adapta al rol del agresor que requiere Santos. Y al llegar a este punto, permítaseme jugar con una hipótesis: ¿Contra quién va a dirigir Chávez su política agresiva sin en lugar de Santos llega a la presidencia de Colombia el extraño candidato Aurelijus Rutenis Antanás Mockus quién, además, habla un lenguaje políticamente centrista, o por lo menos despolarizante, lenguaje que Chávez no entiende? Analizando el tema desde esas perspectiva, lo peor que podría ocurrir a Chávez es que las elecciones colombianas no sean ganadas por Santos. Estaríamos así frente a una muy interesante ironía histórica. Si se da tal situación, la salida por el centro quedaría mucho más abierta que antes. Pero esa es sólo una hipótesis y, en ningún caso, una tesis.


PS. Puede que deba una explicación, y es la siguiente: el centro en política no tiene nada que ver con un centro geométrico. Tampoco tiene que ver con una práctica de concesiones mutuas, ni mucho menos con una política de la ambigüedad. El centro en política es un punto de encuentro entre dos fuerzas –en este caso, la disidencia y la oposición- que descubren que para seguir existiendo deben unirse frente a un enemigo común. Luego, ese centro no está dado. Debe ser buscado.


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Discurso de recepción

Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Úslar Pietri 2010 Novela ganadora: Blue Label /Etiqueta Azul Por Eduardo Sánchez Rugeles

Asuntos urgentes demandan nuestra reflexión. En esta oportunidad, no me pronunciaré en torno a los posibles méritos o deficiencias de una novela llamada Blue Label/Etiqueta Azul. El difícil arte que supone hablar de sí mismo exige un sentido de la humildad, la economía de medios y la autocrítica que, en ocasiones, dada la ambigüedad de las actitudes humanas, suele confundirse con la prepotencia. Si Arturo Uslar Pietri, con fina ironía, declinó hablar de sus Las Lanzas Coloradas en el ensayo Hombres y letras de Venezuela, no pretendo refutar esa lección. En esta ceremonia, podría improvisar una sugerente reflexión sobre los motivos, complejos, pesquisas e intuiciones que, actualmente, configuran la escritura en América; podría, en ejercicio lúdico, ofrecer un desmontaje pseudoerudito del canon de nuestra historia literaria; podría imitar los ejemplos de Roberto Bolaño, Vila-Matas o Vallejo y, alternativamente, exponer transgresiones sagaces, ironías metaliterarias o invectivas tremendistas. Los últimos sucesos, sin embargo, me obligan a utilizar la literatura como mero contexto. Hoy debo hablar de otros asuntos. La revisión fragmentaria de los ensayos de Arturo Uslar Pietri permite apreciar, a primera vista, los avatares de una obsesión; obsesión que ha sido el epicentro de recientes insomnios, monólogos inconclusos, refutaciones silentes y paradigmas revocados. En esta oportunidad, sin falsos entusiasmos ni militancia maniquea, pretendo ofrecer algunas consideraciones en relación con la más aguda de todas las mortificaciones de Arturo Uslar Pietri: hoy, debo hablar de Venezuela. Desde las limitaciones del ingenio, utilizaré este espacio para improvisar un Pizarrón.

Hablar de Venezuela es un ejercicio complicado. Nuestra idiosincrasia está ensamblada sobre una frágil estructura de prejuicios, de mitos de creación, resentimientos fundacionales e hipersensibles narcisismos que, en la mayoría de los casos, distorsionan el sentido de la reflexión y la intención. La autocrítica, en distintos contextos, se percibe como ofensa. La Naturaleza y el pasado legendario suelen ser los argumentos sobre los cuales fundamos nuestra epopeya. La condición humana, sin embargo, se pierde de vista, se esquiva, se parodia. Si bien la crisis de hombres ha sido una constante discursiva en la ensayística venezolana aún, públicamente, resulta espinoso reconocer nuestra cultura imperfecta. El fracaso social sigue siendo un tabú. Cecilio Acosta, Briceño Iragorry, Picón Salas y, en ocasiones, el propio Uslar son pensadores antipáticos, incómodos; su transgresora lucidez atenta contra nuestra irrefutable cultura de la grandeza.

Pasados diez años del siglo XXI, dejando de lado esencialismos románticos, hemos de reconocer la contundencia de la derrota. Venezuela, hoy día, es una hipótesis no resuelta. El presente, en sus múltiples facetas, es un indicio claro de que no sabemos vivir en sociedad. La tradición, de alguna forma, ha naturalizado la violencia; sin darnos cuenta nos acostumbramos a la discutible dignidad del insulto y al conformismo mediocre. Esta situación ha dado lugar a que las nuevas generaciones sean herederas de una idiosincrasia falsa, de una virtud supuesta. Solemos definirnos, públicamente, como un pueblo alegre; esta alegría espontánea, esta integridad del ser dicharachero nos ha permitido configurar una especie de humorismo trágico, de carcajada nerviosa. Quizás, como salubre ejercicio de madurez y catarsis, sea necesario reconocer que nuestra verdadero patrimonio es el de la tristeza; una tristeza que se funda en la imposibilidad del diálogo, en el elogio permanente de la burla, en el miedo a los otros, la espontánea desconfianza y la feliz ignorancia que ha dado lugar a aquello que, con orgullo impostado, hemos definido como viveza; dudoso atributo que, en el fondo, no es otra cosa que la lenta agonía de nuestra eticidad.

La cultura política ha convertido el siglo XIX en una ética. La escuela nos enseña que el pasado es algo así como un destino manifiesto; que el retroceso, desde cierto punto de vista, es una forma de avance. El ideario decimonónico ha sido una invasiva referencia de excelencia, de verdad incuestionable, de teología pagana. Intuyo que nuestro estancamiento sociocultural está en clara relación con la dependencia enfermiza de ese imaginario mundano. A este respecto, con las manos atadas en el paradigma romántico descrito con lucidez por Luis Castro Leiva, me gustaría presentar a la juventud venezolana una modesta propuesta: convertir el siglo XIX en documento. Nuestro mundo es otro, las formas de lo real han cambiado de manera rotunda. Lo diré sin ambages ni eufemismos: la pretensión de ser bolivariano en nuestros días, además de un vago anacronismo, es una ingenuidad; ingenuidad condicionada por el peso inevitable del tiempo, por el orden del mundo, por la relación frenética e incomprendida entre el desarrollo tecnológico, los modos de la rutina y los complejos escenarios de lo contemporáneo. Si bien, en su contexto, reconozco el valor, la belleza, la originalidad y la necesidad histórica de plantear esas inquietudes, afirmo, con profunda responsabilidad, que los intereses de la Venezuela contemporánea no aparecen descritos en la Carta de Jamaica.

Esa historia política, contemplativa y acrítica, ha sido la responsable de la vulgarización de las palabras. Una revisión superficial de los manuales de historia de Venezuela nos habla, por ejemplo, del deterioro conceptual de la palabra revolución. Desde 1830 hasta nuestros días asistimos a una especie de Rock en Río o concierto popular de revoluciones: azules, amarillas, libertadoras, restauradoras, rojas, de abril, de octubre, de reformas y un largo etcétera de inabarcables vergüenzas. A este respecto, con súbita intuición, Ramón Díaz Sánchez expresó en su olvidado e inolvidable ensayo sobre Antonio Leocadio Guzmán que los venezolanos, por revolución, entienden cualquier impulso animal de rebeldía, subversión o atropello brutal de la ley. Hoy, en 2010, creo que es legítimo tomar posición ante este descolorido sustantivo. Yo no creo en revoluciones; sí creo, por otro lado, en la necesidad de una profunda revisión, de un examen de conciencia común –una especie de psicoanálisis social- en el que podamos confrontar los orígenes del conflicto y tratar de justificar nuestra sucesiva incapacidad para constituirnos como un colectivo si no armónico, al menos, tolerante y sostenible. Insisto, aún corriendo el riesgo de la redundancia, en el hecho de que debemos adaptarnos a la cronología. La historia es sólo historia, experiencia, teoría, referente, acopio cultural, enseñanza y estímulo, pero es necesario entender que el presente y el futuro son categorías distintas. A pesar del auge tecnológico, del I-pad y la dependencia enfermiza del BlackBerry seguimos siendo una sociedad feudal y mitológica. La escuela venezolana sigue contando nuestro pasado a través del esquema de los grandes relatos, historias que complacen, de la manera más superficial, el fanatismo de la pertenencia pero que, con el paso del tiempo, y quizás por el abuso del discurso político, han dejado de constituir un arraigo. La cultura del mito trasciende la cuestión decimonónica; una sucesiva estructura de mitos modernos ha pasado a ser la marca referencial de nuestra historia contemporánea. Miguel Otero Silva, a este respecto, subrayó con furia en un prólogo posterior a la publicación de Fiebre las posibles perversiones que podían suceder tras la mitificación de la llamada de Generación del 28; aquella reflexión, como el Mensaje sin destino de Briceño Iragorry, se perdió en el tiempo. La disciplina histórica, en este contexto, colapsa. De manera binaria encontramos, permanentemente, la vulgarización de la memoria: 18 de octubre de 1945; mito, de nuevo la palabra revolución; la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, mito, relato preciosista sobre la magnificencia de la infraestructura y el orden; luego, entre distintas escaramuzas, se conformó una burda mitificación del afán libertario de los años sesenta, la guerrilla, la capucha, el terrorismo ingenuo y la transgresión banal se constituyeron en nuestro imaginario como un referente de lucha, de libertad posible. La historia, en este ir y venir de epopeyas de serie B, no deja de ser una nota al margen; la experiencia, las vivencias, aparentemente, no importan.

A pesar del entorno hostil, a pesar del rencor institucionalizado, he logrado aprehender la posibilidad de una esperanza; esperanza real, ajena al universo pueril de las buenas intenciones y el optimismo fatuo. Distintas experiencias me han hecho apostar por la idea de futuro. Durante tres años tuve la oportunidad de trabajar como docente en el difícil marco de la Educación Media caraqueña. Aquella fue una elección personal que, más allá de la pírrica remuneración, me trajo satisfacciones inmensas. Esa elección fue censurada por muchos compañeros de profesión, licenciados en disciplinas humanísticas. Con ese tipo de sarcasmo cruel y fascinante con el que letrados y filósofos empapelan sus mundos, muchas veces fui interpelado por la supuesta vulgaridad de mi oficio. Para muchos de mis compañeros, yo no era más que el pobre pana que sólo quedó para dar clases en bachillerato, aquel cuyas aspiraciones –al aceptar el innoble ejercicio de la docencia- parecían estancarse, conformarse con el escándalo infantil e insignificante de un aula de clase. Nunca di respuestas a estos señalamientos; mi temperamento siempre evitó el tener que justificar algo que, entonces, no sabía expresar con palabras. En esta oportunidad, respaldado por el perfil pedagógico de Uslar, creo que podría intentar responder a esas denuncias y, al mismo tiempo, justificar mi credo por la idea de futuro. Tal vez parezca cursi o romántico pero entiendo que, hoy día, la cuestión de la enseñanza no es más que un ejercicio de miradas. Sé que los jóvenes de la Venezuela del siglo XXI sólo necesitan que alguien se tome la molestia de verlos a los ojos y entender la infinita sucesión de paradojas que se confrontan en la adolescencia. En las miradas de los estudiantes con los que tuve la oportunidad de trabajar vi algo que, por lo general, echo de menos en los rostros de mi generación; algo sencillo, algo simple, algo que nuestra tradición de fracasos e improvisaciones ha convertido en anécdota chistosa, algo que la ignorancia denuncia y que por una especie de determinismo social o mecanismo de defensa, pareciera sano excluir. En aquellos ojos había, simplemente, sueños. Y educar, a mi humilde criterio, no es más que saber canalizar e interpretar las posibilidades de esos sueños. “A mitad del camino de la vida, ausente y extraviado en mi selva particular” aún desconozco la mayoría de las cosas del mundo. A veces, cuando la realidad ofrece su rostro más visceral, cuando la muerte y la miseria imponen su criterio, dudo de la existencia de Dios, otras veces cuestiono su bondad. Mi realidad se sostiene sobre una infinita sucesión de dudas, contradicciones y dos o tres certezas. Una de esas certezas se funda en la necesidad de reforzar y constituir el valor humano y trascendental de la enseñanza.

Hablar de optimismo en Venezuela puede resultar un ejercicio vano. El verbo soñar, incluso, inscrito en una larga tradición de descreimiento y parodia, podría dar a mis palabras lecturas sensibleras o asimilar esta ponencia a slogans de religiones postmodernas, inspiradas en una especie de paganismo mercantil. Sé que las nuevas generaciones, aquellas que heredarán el descalabro del presente, sólo necesitan inspiración, algo en qué creer, algo que se parezca a lo que aspiran, a lo que el mundo real les exige en lugar de la fábula festiva de los héroes amistosos que de mutuo acuerdo fundaron, a la manera de los mundos de Leibniz, el mejor de los países posibles.

Resulta vergonzoso apreciar cómo, a lo largo del siglo XX, los líderes políticos utilizaron a conveniencia el recurso retórico de la patria. Desde esta tribuna, sin tener inferencias precisas, me pregunto: ¿Qué es la patria? ¿Qué significa, en el siglo XXI, esa noción abstracta y alienante? Mis convicciones vacilan a este respecto. Intuyo, sin embargo, que si tuviera que elegir entre la prostituida espada de un héroe viejo y una visión de país constituida por el bienestar de sus gentes, la calidad de vida o la utópica perspectiva de un fin de semana sin asesinatos inútiles no tendría mucho qué discernir. Las espadas, a fin de cuentas, no son más que piezas de museo, objetos de un siglo que caducó. Creo con firmeza que este país sólo tendrá un desarrollo posible cuando logremos arrancar de nuestro imaginario toda esa retórica baldía de bayonetas, caballos moribundos y escaramuzas devenidas en épica. Entiendo que, a la luz del paradigma oficial, hacer patria supone expresar una sentida indignación porque la armada invencible de una potencia extranjera utilice los puertos de Curazao para repostar combustible. Probablemente, el hacer patria exige gritar injurias o fingir agravios ante el mundo por la noticia de que un avión invisible sobrevoló el espacio aéreo de San Antonio del Táchira. O, quizás, esa idea de patria exija aplaudir la compra desmedida de armamento a las antiguas repúblicas soviéticas que, procurándose un futuro más o menos digno, buscan en el mercado internacional obtener un beneficio rentable de su chatarra. Si eso es hacer patria, entonces manifiesto mi desinterés y, de ser necesario, mi renuncia. Antes que esa visión vulgar y rastrera del arraigo me conformo con hacer literatura y, protegido por la dignidad de las aulas, desarmado, asistido únicamente por la voluntad y el valor del estudio, empeñarme en decirle a un grupo de adolescentes que someter a crítica la memoria histórica de un país es el deber natural de toda generación que aspire a la excelencia; sugerirles que la vida sólo vale la pena ser vivida si se tiene un mínimo sentido del significado del respeto, la paz y aquello que otras culturas entienden por la palabra libertad.

A mediados del siglo pasado, Miguel Ángel Asturias inició un fascinante ciclo que la crítica literaria ha definido como novelas de dictadores. También Arturo Uslar Pietri, con su Oficio de difuntos, tomó posición en torno al relato de las sistemáticas violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo por regímenes de fuerza. Las dictaduras, por fortuna, son parte del pasado de América. Existe una excepción insular, es cierto, excepción que de manera curiosa es el modelo político de ciertos gobiernos. Hoy día, valdría la pena plantear a los creadores de ficciones, artistas plásticos, músicos y demás ingenieros del espíritu, la posibilidad de constituir el ciclo narrativo de las democracias artificiales. Aquellas que, tras una vulgarización y vigilancia opresiva del voto, propugnan ideologías sin ideas, socialismos asociales e inventan banales efemérides con el fin de promover conflictos innecesarios y hacer apología de la guerra. La persistencia del discurso político por avanzar hacia el pasado produce insoportables alergias. Asombra contemplar cómo la década perdida, aquella que se inició con la tragedia de La Guaira, ha representado el retorno a epidemias de paludismo, malaria y mal de Chagas; a la paulatina desaparición del agua potable y la luz eléctrica; a la reivindicación del trueque y la indolencia creciente ante al bandolerismo de nuestras autopistas, convertidas en caminos de tierra.

Hoy, a través de este reconocimiento, quisiera tomar posición a favor del futuro. Creo firmemente en el poder de las palabras. Tengo la convicción de que la literatura es inmune a la censura y al agravio, al grito feraz del ignorante. El poder, el pobre poder, podrá utilizar sus ministerios para amedrentar al pensamiento libre; se podrán cerrar medios de comunicación e intimidar la voluntad de hombres y mujeres con fusiles y ballenas pero, difícilmente, pueda constituirse algún decreto que silencie el empeño de la voluntad, la promiscuidad de los sueños y la invulnerabilidad de las palabras. Esa idea, justamente, es la que pretendo infundir en el aliento mortificado de las nuevas generaciones. Mi arenga a la juventud apuesta por el retorno a lo esencial, a la dignidad del lenguaje. Simplemente, lean, vuelvan a leer, piensen, sean autocríticos. La tolerancia sólo se construye con el ejercicio cotidiano de la paciencia y el diálogo. Aprendan a escucharse a sí mismos, a refutarse, a administrar con madurez la sucesión humana del subir y el caer. Pido disculpas al auditorio por la posible pedantería de mi estilo didáctico, no he perdido el hábito del aula y la retórica, mal acostumbrada a las franelas beiges de los estudiantes, imita el gesto vocativo de mi oficio. No pretendo decir a nadie lo que tiene que hacer o, mucho menos, cómo debe vivir. Mi relación con la enseñanza es un conflicto no resuelto, un argumento lacerante del insomnio, una cruzada particular que, probablemente, a la luz de alguna legislación a la carta pueda ser tipificada como delito. No es de extrañar que el humilde deseo de que este país pueda ser un lugar mejor, según el criterio fanático de algún ministerio iletrado, sea previsto como una inaceptable falta que merezca ser castigada con la rueda o el potro.

Tras este magma irresoluto de consideraciones intempestivas tengo el afable deber de exponer algunos agradecimientos. Agradezco, en principio, a la Fundación Arturo Uslar Pietri por su exagerada diligencia en todo lo que ha representado la organización y convocatoria de este Premio Iberoamericano de Novela. Subrayo, en este contexto, la abusiva bondad de mi amigo Níkola Krestonosich quien, en estos días saturados de diligencias y nuevas experiencias, se ha convertido en una especie de Virgilio, abandonado en el averno caraqueño. Más allá del respaldo a la novela quisiera dar un reconocimiento a la Fundación por la encomiable labor que realizan con el Sistema de Niños y Jóvenes Escritores de Venezuela, una gesta que, sin duda, procurará grandes beneficios. De igual forma, agradezco a los miembros del jurado por la lectura crítica y amable que hicieron no sólo de Blue Label/Etiqueta Azul sino también de mi incomprendida Transilvania. Cuando, hace un año aproximadamente, comencé a redactar Blue Label nunca imaginé que aquel trabajo solitario, aquel ejercicio de otredades, transgresiones lúdicas, retóricas juveniles y recuerdos inconexos podría tener la potencialidad de convertirse en texto publicado. Mis objetivos literarios, obstinadamente, estaban enfocados en otro proyecto. Aprendí a creer en Blue Label gracias al apoyo y el estímulo de algunas personas cercanas a mi entorno. En este sentido, agradezco el oficio lector de mi esposa, Beatriz Castro, quien hizo severas lecturas del manuscrito y, con suma pertinencia, denunció gazapos, redundancias, cacofonías y defectos puntuales que mis primeras lecturas no alcanzaron a precisar; a Cecilia Egan por su fe incuestionable en la novela; por el mensaje de texto que, en una madrugada de octubre, me hizo llegar para decirme que Blue Label, a pesar de estar hablada en venezolano, había logrado tropezar con el lenguaje universal que supone el vértigo de la adolescencia. Debo expresar también un sentido agradecimiento a Luis Yslas, Rodrigo Blanco y a todo el equipo de mi casa virtual, el portal ReLectura. Hay otros agradecimientos que, intuyendo la fragilidad de mi temperamento, preferiría hacer de manera privada. Mi familia, en sus dos vertientes, desciende de una legendaria estirpe de sensibleros que, inevitablemente, me ha hecho depositario de un espíritu blando. La conciencia de mi debilidad, la vergüenza y el respeto por las formas solemnes no me permiten pronunciar algunos nombres que, por demás, sé que no hace falta mencionar.

Quisiera cerrar esta intervención haciendo referencia a un conflicto irresoluble y omnipresente en las distintas discusiones sobre el pasado, el presente y el futuro de Venezuela; conflicto que, últimamente, he tropezado en múltiples foros y tertulias. Me refiero al álgido debate sobre la venezolanidad. Hay un empeño casi fanático en demostrar la pureza del folklore, la autenticidad de la tradición y el hermetismo de nuestra esencia. En distintos contextos, existe una urgente necesidad por descubrir un origen supuesto, una raíz común, un patrimonio telúrico. Esa abstracción imaginada, en ocasiones, se enfrenta de bruces contra la refutación de lo real. La venezolanidad es un asunto que, particularmente, no me crea conflicto. Tengo la convicción de que la condición humana es anterior a la idea de nación y que, seguramente, sólo lograremos ser un país digno cuando, haciendo a un lado el juego de la idiosincrasia perfecta, trabajemos con humildad y paciencia en la reconstrucción de aquello que Uslar Pietri definía con la sencilla y compleja noción de valores humanos. Quizás, a los ojos del mundo, podamos convertirnos en un referente virtuoso el día que la virtud se practique de manera espontánea en lugar de ejercer la excelencia por encargo o la ética por turnos a la que cierta indolencia social nos ha mal acostumbrado. El arraigo, probablemente, sea algo indefinible; palpable, perceptible a los sentidos, pero que trasciende las formas esenciales del lenguaje. Siempre he pensado que la venezolanidad ha de ser algo así como esos cotidianos olvidos domésticos, como aquellos episodios en los que la prisa o el estrés nos hacen perder de vista, por ejemplo, las llaves de la casa. La impaciencia, en esas circunstancias, nos obliga a buscar en lugares remotos, a remover papeles y desordenar la casa. Tarde caemos en cuenta, con justificada vergüenza, que las llaves las teníamos en la mano o que, distraídamente, las habíamos colocado en otro bolsillo. Tengo la convicción de que nos encontraremos el día que dejemos de buscarnos. Algo me dice que, perdidos, desorientados, humillados y ofendidos, aún estamos ahí y, que de alguna forma, a pesar del envilecimiento innegable, siempre hemos estado ahí.

Apelo, como corolario a esta reflexión desesperada, a la autoridad poética. Quisiera prologar el punto final citando las palabras de William Carlos Williams en su prefacio al Aullido de Ginsgberg. Allí, el autor dice algo que a pesar de la diferencia de los contextos nacionales redunda y simpatiza con aquello que Cesare Pavese describió con gran tino como el oficio de vivir. Cedo la palabra al bardo para luego volver a la guarida del silencio. Dice el poeta, también americano: “A pesar de las experiencias más degradantes que la vida pueda ofrecer a un hombre, el espíritu del amor sobrevivirá para ennoblecer nuestras vidas si y sólo si somos capaces de conservar la inteligencia, el valor, la fe y el arte de perseverar”.

Gracias por su atención. Buenas noches.

Caracas, 14 de mayo de 2010

Palabras pronunciadas en la Cámara Andina de Fomento

tomado de: http://www.relectura.org/cms/content/view/836/84/

Relaciones_civico-militares_en_la_región_andina.pdf‎

Archivo:Relaciones civico-militares en la región andina.pdf

Documento del 2009 elaborado para Agencia Canadiense

Materiales de apoyo para el Curso "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles"

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Texto "Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles"

Escrito por Luis Ordoñez, te brindará toda la orientación teórica que necesitarás en el curso. Libro en pdf


Programa del curso " Introducción a la Comunicación Digital para Organizaciones Estudiantiles"

Escrito por Carmen Mota, te señalará con precisión todo sobre el curso. Programa en pdf


Página del Mapa Mundial de Valores

El mapa de valores (mapa cultural) del mundo: página de enlace Encuesta Mundial de Valores

Temas_de_Formacion_Sociopolitica_N_43.pdf‎

Discusión sobre lo público y lo privado, Archivo:Temas de Formacion Sociopolitica N 43.pdf

Capítulo de libro de Augusto Mijares

Los adolescentes,¿Cómo lo haremos? ¿Quién lo hará? Archivo:LosAdolescentes Americanismos.pdf